Autobiografía Inconclusa

      


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CAPITULO SEXTO

[e159] [i214]1930 señala el último año de lo que he denominado mi vida normal. Desde esa fecha en adelante, me absorbió el trabajo, tanto en Gran Bretaña y el continente Europeo, como en los Estados Unidos, a lo que debo agregar los respectivos compromisos y bodas de mis hijas, que por extraño que parezca me causaron honda emoción. El ritmo casi normal de mi vida entre 1924 y 1930, se quebró definitivamente en 1931. Los seis años a que me refiero, se caracterizaron por el ritmo monótono y la rutina: levantarse, trabajar para El Tibetano, constatar que mis hijas también se levantaran, estuvieran listas para ir al colegio, desayunaran, encargar las provisiones, tomar el tren para Nueva York a fin de estar en mi oficina a las 10, y luego la monotonía de las constantes entrevistas, atender la correspondencia, dictar cartas, tomar decisiones respecto al trabajo de la Escuela Arcana, discutir problemas con Foster y salir a almorzar. Con frecuencia en las últimas horas de la tarde tenía que dar clase, y al echar una mirada retrospectiva a esa época, en que enseñaba los fundamentos de la Doctrina Secreta, la considero la más provechosa y satisfactoria de mi vida.

En muchos aspectos el libro de H. P. B., La Doctrina Secreta, resulta anticuado, y su forma de encarar el conocimiento de la Sabiduría Eterna tiene poco o ningún atractivo para la generación moderna. Pero quienes realmente lo hemos estudiado y logramos extraer alguna comprensión de su significado interno poseemos un concepto fundamental de la verdad, no impartido por ningún otro libro. H. P. B. dijo que la nueva interpretación de la Sabiduría Eterna sería un acercamiento psicológico. Tratado sobre Fuego Cósmico, libro que se publicó en 1925, es la clave psicológica de La Doctrina Secreta. No me hubiera sido posible escribir mis libros [i215]sin realizar previamente un estudio concienzudo de La Doctrina Secreta.

Echando una mirada retrospectiva a mi primera juventud y a la de mis hijas, me doy cuenta ahora que la adolescencia es un período difícil. Yo pasé por una situación peor que la de mis hijas, porque nadie se ocupó de aclararme nada. Ellas pasaron por un período de dificultades, pero sólo Dios sabe que fue peor lo mío. Tuve que dejar que las acecharan y esperar que no [e160]fueran engañadas y algunas veces lo fueron. Me hicieron sufrir, pues me consideraban una madre anticuada. Tenía que soportar su opinión sobre mis puntos de vista que consideraban caducos y que debía recordar mis días de rebeldía. Había visto y sabía tanto de los males del mundo que sufría horriblemente por ellas, todo lo cual resultó infundado. Tuve que someterme a su creencia juvenil de que yo nada sabía respecto al sexo, que ignoraba cómo se manejaba a los hombres, que nadie se había enamorado de mí, excepto los dos hombres con quienes me había casado. Mi experiencia era, por supuesto, la de toda madre que da hijos al mundo, especialmente hijas. Los varones se liberan antes y guardan silencio y la generalidad de las madres nada saben de sus andanzas. Por eso los siete u ocho años siguientes fueron muy difíciles para mí, y aún hoy no tengo la seguridad de haber procedido inteligentemente. De todos modos, no he causado aparentemente mayores daños y por eso estoy tranquila.

En el otoño de 1930 pudo constatarse que la obra de la Escuela Arcana se acrecentaba en Gran Bretaña y en Europa. Los libros publicados se difundían por todo el mundo y a través de ellos establecimos contacto con gente de todos los países. Muchas de esas personas ingresaban en la Escuela Arcana, y la mayoría hablaba inglés. En esa época no teníamos material en idiomas extranjeros ni secretarios que conocieran otros idiomas. [i216]Lo que hacíamos y lo que ello representaba se difundía por el mundo principalmente a través de los libros y de las personas que escribían, a fin de dar a conocer algo sobre la meditación o en conexión con algún problema.

Los miembros de la Sociedad Teosófica, descontentos por la estrechez de puntos de vista, también se pusieron en contacto con nosotros y muchos de ellos ingresaron en la Escuela Arcana. Cuando solicitaban su ingreso les decía que nada teníamos que objetar personalmente para su afiliación a la Escuela, pero lo hacían definidamente quienes dirigían la sección esotérica de esa Sociedad. Bien o mal, siempre les señalaba que sus almas les pertenecían y que no debían aceptar dictámenes de nadie, ni de mi parte ni de la de los dirigentes de la sección esotérica. Todo esto dio por resultado que contamos actualmente en la Escuela Arcana con muchos de los más antiguos y mejores miembros de la sección esotérica de esa Sociedad, que no ven nada contradictorio en las dos líneas de acercamiento.

La ridícula teoría promulgada por la sección esotérica, de que es peligroso practicar dos fórmulas de meditación simultáneamente, no sólo me ha divertido, sino que siempre fue equivocada. Por un lado, la misma calidad y vibración actúa a través de dos [e161]acercamientos; por el otro, la práctica de la meditación que asigna la sección esotérica es tan elemental, que produce poco o ningún efecto sobre los centros. Sin embargo, es extraordinariamente buena para los que se hallan en el sendero de probación.

La Escuela Arcana iba creciendo constantemente, aunque todavía era relativamente pequeña. Cambiamos de local, debido a las dificultades para alquilar en la ciudad de Nueva York, hasta que en abril de 1928 nos mudamos a la sede actual, 11 West, 42nd Street. Fuimos de los primeros que habitamos este nuevo edificio, ocupando el último piso, el 32, y aunque actualmente ocupamos también el piso 31, nos resulta muy [i217]reducido y tendremos que buscar comodidades más amplias.

Habíamos mantenido correspondencia durante cierto tiempo con una señora que se hallaba en Suiza, poseedora de una gran cultura, interesada en nuestras enseñanzas, la cual deseaba hacer algo para llevar al mundo la Sabiduría Eterna. Tenía una hermosa casa a orillas del Lago Maggiore, en Suiza, donde había construido un salón para conferencias y formado una nutrida biblioteca. Una noche, en el otoño de 1930, se apareció en nuestra casa de Stanford, en Connecticut, permaneciendo algún tiempo con nosotros para conversar sobre diversos temas, exponer varias ideas, conocer cuáles eran nuestros puntos de vista y ofrecernos su colaboración. Nos sugirió abrir con nuestra ayuda un centro espiritual en Ascona, cerca de Locarno, en el Lago Maggiore, libre de sectarismos y abierto a todos los pensadores esotéricos y estudiantes ocultistas de Europa y de otras partes. Su contribución consistía en proporcionarnos las hermosas casas que poseía, el salón de conferencias y su magnífico terreno; Foster y yo debíamos ir para poner en marcha el proyecto, dar conferencias y clases. Nos ofreció la más amplia hospitalidad, estaba dispuesta a aceptar que nos acompañaran mis tres hijas si íbamos a Ascona, corriendo ella con todos los gastos de manutención y alojamiento, menos del viaje.

Lógicamente no podíamos tomar una decisión drástica, pero prometimos pensarlo cuidadosamente y hacerle saber lo resuelto, después del año nuevo de 1931.

El asunto involucraba muchos problemas. Para los gastos de viaje de cinco personas se requiere dinero, y no estábamos seguros de iniciar tal empresa en esas condiciones. Yo había permanecido 20 años en América sin volver a Europa, y no podía ir allá sin [i218]visitar previamente mi país, por lo tanto tuvimos en cuenta muchas cosas antes de llegar a una decisión correcta.

Fue entonces que vino a verme mi amiga Alice Ortiz para hacerme una proposición, relacionada con la situación. Sin saber [e162]nada del ofrecimiento de Olga Fröbe, me preguntó si quería enviar a mis hijas a la universidad durante varios años o, si prefería, que viajaran al exterior, corriendo ella con los gastos, pero yo debía decidir lo que conviniera a mis hijas. Conversamos cuidadosamente con Foster y decidimos que un viaje al extranjero era mucho más útil y educativo que cualquier titulo universitario. Cualquiera puede obtener un título, pero muy pocos pueden viajar, supongo que en mi decisión influyó el hecho de haber viajado tanto y no poseer títulos.

Sólo en dos ocasiones he tenido que lamentar mi carencia de títulos. Se exagera mucho sobre el valor de los títulos en este país, pero aunque no los poseo, sé que estoy tan bien preparada como quienes los tienen. No hace muchos años se me pidió que diera una serie de conferencias en el Colegio de Postgraduados de Washington, D. C. Tenía que hablar sobre el intelecto y la intuición. Se habían impreso y distribuido los programas, pero cuando descubrieron que no poseía títulos académicos que agregar a mi nombre, cancelaron las conferencias. Luego recibí una carta del presidente de la institución manifestándome que la Facultad estimaba haber cometido un gran error, pero era demasiado tarde para corregirlo. Poco tiempo después recibí una invitación de la Universidad de Cornell para hablar a los alumnos de dicho establecimiento sobre el moderno acercamiento espiritual a la verdad y dar charlas a pequeños grupos de estudiantes. También esto se canceló por carecer de títulos académicos.

De cualquier modo, consideré que mis hijas aprenderían a ser seres humanos más útiles, conociendo mejor a las [i219]personas de otros países -que visitando monumentos y galerías de arte- y estando en contacto directo con la gente, de modo que descartarnos por completo la carrera universitaria y decidimos su ingreso en la escuela de la vida.

Considerando esa decisión en el pasado, nunca lamenté que no siguieran una carrera. Han aprendido a conocer a los seres humanos y a darse cuenta de que Estados Unidos no es el único país en el mundo. Descubrieron que hay gente tan simpática y tan inteligente, tan mala y tan buena, en Gran Bretaña, Suiza, Francia, etc., como las hay en Estados Unidos.

Lo que debemos desarrollar hoy es el ciudadano del mundo y terminar con el crudo nacionalismo, fuente de tanto odio que vemos en todas partes. No conozco nada más pernicioso que la frase "América para los americanos", ni nada más estrecho que el hábito de los británicos de considerar extranjeros a todos los demás, o la creencia de los franceses de que ellos son los guías de todos los movimientos civilizados; esto debe desaparecer. He [e163]encontrado siempre la misma clase de gente en los diversos países en que he vivido. Algunos pueden ser físicamente más confortables que otros, pero la humanidad que los habita es la misma.

Supongo haber observado esto más que nadie porque he deambulado ciudad tras ciudad en Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa, oyendo a distintas personas su opinión respecto a los demás, la manera como se ridiculizan, mofan y desprecian mutuamente, y es el sentido de la unicidad de la humanidad que quise que mis hijas captaran. Creo que tienen un punto de vista más amplio que las personas que van conociendo y esto es debido a que han viajado mucho; en mi caso también, no solo he viajado horizontalmente por diversos países, sino verticalmente de arriba abajo en la escala social. Aprender a estimar a la gente es una gran cultura, y yo quise a la [i220]gente desde que nací. Uno de los mejores hombres que he conocido en mi vida y a quien consideré un amigo, era hijo de un emperador. La primera y más querida amiga que tuve hace 35 años cuando llegué a los Estados Unidos, fue una mujer de color y en mi conciencia tienen igual importancia y los recuerdo con el mismo afecto.

Descubrí que mis hijas podían defenderse en cualquier sector o situación, aunque no tenían más instrucción que la recibida en las escuelas públicas de Norteamérica. Teniendo capacidad, un hogar donde se valoran las cosas interesantes y se hacen resaltar los valores humanos, considero que no hay mejor entrenamiento para la juventud que la educación dada en las escuelas públicas de Estados Unidos.

En la primavera de 1931 empezamos a hacer nuestros planes para aceptar la invitación de Olga Fröbe y visitar, por un par de meses, su casa situada en los lagos italianos. Pueden imaginarse la emoción de los planes, la compra de equipaje, el arreglo de ropas y las conjeturas de mis hijas acerca de todo. Nunca en su vida habían salido de los Estados Unidos, excepto la mayor, Dorothy, que había estado en Hawai. Alice Ortiz proveyó todo con su generosidad habitual, procurando que tuviésemos la ropa apropiada, además de pagar totalmente los gastos de viaje.

Elegimos para la travesía uno de los barcos más chicos que iban directamente de Nueva York a Amberes, Bélgica, y debo reconocer que la vida de a bordo, con tres hijas que estaban llenas de vida y energías, resultaba un tanto agotadora. Seguirlas no era broma. Ir en su búsqueda todas las noches para que fueran a dormir, tampoco era gracioso. No es divertido para una niña que está bailando alegremente con un oficial, ver a su progenitora de pie, en un segundo plano, indicando con su presencia que es hora de ir a la cama. Las chicas eran buenas en demasía, pero [e164]también excesivamente emocionales. Conocían a bordo a todo el mundo, quiénes eran, de dónde venían y cómo se llamaban, y se habían hecho muy populares. [i221]Hace pocos años hallé un gran paquete que contenía tres disfraces que yo había hecho para mis hijas, a bordo de ese barco. No era una idea original en modo alguno, porque representaban la bandera norteamericana; faldas azul oscuro con rayas blancas y una blusa blanca adornada con estrellas rojas de cinco puntas. No cosí las 48 estrellas en cada blusa por ser mucho el trabajo, pero el efecto general era muy patriótico y alegre.

Jamás olvidaré el día en que remontamos el río Scheldt y anclamos en Amberes. Mis hijas nunca habían visto una ciudad extranjera. Todo les parecía nuevo y extraño, desde el coche de plaza en el que fuimos al hotel, hasta los acolchados de pluma de las camas. Paramos en el Hotel Des Flandes, y nos divertimos mucho los pocos días que permanecimos en Amberes. Los manteles a cuadros del Van Viordinaire, la cocina extranjera y el café con leche, todo era emocionante para ellas y pleno de remembranzas para mí.

Una amiga nos acompañó para estar con nosotros en Ascona, pero se separó después de pasar unos días en Amberes, porque quería recorrer el Rhin con su hija. Poseía una idea distinta de la que teníamos Foster y yo, acerca de cómo disfrutar de la permanencia en un país extranjero. Solía aparecerse por la mañana con la hija de un brazo, y una gran cartera bajo el otro, preguntándome: "Alice, ¿qué vas a ver esta mañana? En la guía turística figuran una estatua marcada con tres estrellas, los cuadros de Rubens y otras cosas más que hay en la catedral. ¿Qué vas a hacer primero?". Con gran sorpresa de su parte le respondía que nada de eso, porque no nos interesaban las estatuas de militares fallecidos ni visitar las iglesias.

Le explicaba que mi principal idea era que las niñas se empaparan del medio ambiente del país que visitaban, y observaran algunos de sus habitantes, cómo vivían y qué [i222]hacían en distintas horas del día. Por eso saldríamos a caminar sin rumbo fijo, tomaríamos café bajo el toldo de una pequeña cafetería, para poder observar, escuchar y hablar con la gente. Esto hacíamos, mientras ella iba donde quería. Nunca llevé a mis hijas a las galerías de arte o a ver estatuas e iglesias, haciendo las cosas trilladas que hace el turista común. Deambulábamos por las calles, mirábamos los jardines, íbamos a pasear por los suburbios. Al cabo de unos días mi hijas habían adquirido un enorme conocimiento acerca de la ciudad y sus alrededores; de sus habitantes y su historia. Jamás adquiríamos objetos que sirvieran de recuerdo, [e165]pero tomábamos fotografías, comprábamos postales, y descubrimos que la gente de otros países es igual a nosotros.

Desde Amberes fuimos a Locarno, en Suiza, último punto al que pudimos llegar por tren y allí nos esperaba Olga para llevarnos a su hermosa villa donde permanecimos por varias semanas. El viaje por tren resultó maravilloso para mis hijas, pero para mi fue una jornada agotadora. Viajamos en el "tren azul", que atraviesa el Simplón y pasa por el valle de Cinto.

Resulta imposible tratar de describir la belleza de los lagos italianos. Según mi parecer, el Lago Maggiore, en cuyas orillas se halla la villa de Olga, es uno de los más hermosos y extensos de Italia. Parte de este lago está en territorio suizo, en el cantón de Ticino, pero en su mayoría corresponde a Italia. Las aguas son intensamente azules, y las pequeñas villas esparcidas en las laderas de las colinas, que se internan en el agua, son muy pintorescas. No he conocido nada más hermoso en el mundo que el panorama que se percibe desde Ronco hacia el lago. Es inútil que trate de describirlo, pues me faltan palabras para ello, pero ninguno de nosotros jamás olvidará la belleza del lugar. Es lo que imaginamos en momentos de fatiga y desilusión; sin embargo, detrás de toda esa belleza, existía corrupción y un antiquísimo mal.

[i223]Este distrito fue en una época el centro donde se celebraba la misa negra, en Europa Central, y la evidencia de ello perdura en los caminos de la campiña. Las pequeñas aldeas de los alrededores fueron abandonadas por sus habitantes, debido, principalmente, a condiciones económicas, y luego compradas por grupos de alemanes y franceses cuyos objetivos e ideas distaban mucho de ser correctos y limpios. Los niños que precedieron a la guerra, especialmente en Alemania, fueron notablemente inmorales. Se practicaba toda suerte de vicios y maldades, y un buen número de quienes llevaban ese tipo indeseable de vida, concurría durante el verano a los lagos italianos. Algún día ese lugar será purificado y podrá llevarse a cabo el verdadero trabajo espiritual. Una de las cosas con que tuvimos que bregar fue el espíritu maligno que compenetraba el lugar, la peculiarmente degenerada y objetable gente que vivía en las orillas del lago.

Tan pronto me di cuenta del lugar en que nos encontrábamos, donde, a pesar de toda su belleza, acechaba el mal, se lo expliqué a mis hijas. Tomé la decisión de que no deberían ser tan inocentes como para enfrentar el peligro, y cuando íbamos por los caminos les señalaba a esas personas de tipo indeseable. Mis explicaciones no las disfracé con bonitas palabras. Les dije lisa y llanamente de qué se trataba, incluyendo la degeneración y la
[e166]homosexualidad, de modo que pudieran pasar incontaminadas a través de muchas vicisitudes sin sufrir daño. Como se podrá apreciar, no guardé secretos ni dejé de hablarles de determinados pecados y sacrílegos rituales. Les indiqué claramente cuál era el tipo de personas que se dedicaba a esa clase de cosas, cuyos rasgos eran tan evidentes, que hasta mis hijas se daban cuenta que en verdad era así. Siempre he creído que no se debe ocultar a los jóvenes el conocimiento de lo indeseable.

Siempre permití a mis hijas leer lo que quisieran con la salvedad de que, sabiendo yo que el libro era inmoral, las ponía
[i224]sobre aviso y les preguntaba por qué querían leerlo. Mi experiencia me dice que cuando somos francos y, no obstante, les permitimos leer lo que conceptuamos poco inteligente, su pureza y rectitud natural sirven de protección. Nunca leyeron a escondidas, hasta donde yo supe, pues sabían que podían hacerlo con libertad y también que me expresaría libremente al respecto. De todos modos mis hijas pasaron tres temporadas veraniegas en Ascona, sabiendo a ciencia cierta lo que allí ocurría, sin sufrir daño alguno.

El primer verano que pasamos en Ascona paramos en la casa de Olga, pero después ocupamos una pequeña casa sobre el lago que estaba en su propiedad. Cerca de nuestra casa había construido un hermoso salón de conferencias donde se celebraban reuniones por la mañana y por la tarde. Los jardines eran encantadores, las condiciones para nadar y remar ideales, y nos pareció que habíamos recibido un regalo del cielo, contando además con la promesa de futuras y amplias oportunidades de expansión. El primer año de estar allí, el grupo que se reunía era algo pequeño, pero durante los dos últimos años fue acrecentándose paulatinamente y creo poder decir que el trabajo fue exitoso. Allí se reunían personas de todas las nacionalidades; vivíamos todos juntos durante semanas, llegando a conocernos muy bien. Las barreras nacionales parecían no existir y todos hablábamos el mismo idioma espiritual.

Allí fue donde conocimos al Dr. Roberto Assagioli, nuestro representante en Italia durante varios años, y el contacto con él y los muchos años de labor en común, constituyó uno de los hechos más felices y dignos de destacar en nuestra vida. En una época fue un destacado especialista del cerebro en Roma; cuando lo conocimos por primera vez se le consideraba como el psicólogo más renombrado de Europa. Posee muy buen carácter. No puede entrar a una habitación sin que su presencia resalte de inmediato por sus cualidades espirituales extraordinarias.
[i225]Frank D. Vanderlip en su libro What Next in Europe (Lo que vendrá en Europa) hace un sorprendente comentario sobre el doctor Assagioli. Le [e167]llama el moderno San Francisco de Asís, y dice que la mañana que pasó con él en Europa, marcó uno de los acontecimientos más sobresalientes de su viaje. El doctor Assagioli es judío. En la época en que lo conocimos en Ascona y cuando más adelante le visitamos en Italia, los judíos eran bien tratados en ese país. Había aproximadamente 30.000 en Italia, considerados como ciudadanos italianos y no sufrían restricciones ni persecuciones.

Las charlas del doctor Assagioli constituían sucesos de gran trascendencia en las conferencias de Ascona. Daba sus conferencias en francés, italiano e inglés, y la fuerza espiritual que de él emanaba fue un estímulo para que un gran número de personas renovara su consagración a la vida. Durante los dos primeros años, él y yo llevábamos el peso de las conferencias, aún cuando había otros creadores interesantes y capacitados. El último año que estuvimos allí, concurrieron muchos profesores alemanes, alterándose el tono y la calidad del lugar. Algunos de ellos eran muy indeseables, y la enseñanza que impartían variaba de un plano espiritual relativamente elevado a una filosofía académica y a un esoterismo espurio. El último año que estuvimos allí fue en 1933.

El segundo año que fuimos a Ascona, resultó uno de los más beneficiosos. El Gran Duque Alejandro se reunió con nosotros, dando charlas muy interesantes; algo muy importante para mí fue la llegada de Violet Tweedale a Ascona, lo consideré un día de fiesta. Aún la veo bajar por la colina con su esposo, dominando de inmediato, a todo el grupo, la fuerza de su personalidad espiritual. Era hermosa, graciosa y majestuosa; pronto Foster y yo entablamos una verdadera amistad con ella y su esposo. Más adelante nos alojábamos, con frecuencia, en su hermosa residencia de Torquay en South Devon.
[i226]Cada vez que me encontraba cansada o preocupada, iba a verla y conversábamos. Era una escritora prolífica. Escribió muchas novelas que se hicieron populares; sus libros sobre psiquismo, basados en sus experiencias personales, son sensatos e intrigantes, y el último, titulado El Cristo Cósmico, tuvo amplia y útil difusión.

Constituía una de las pocas psíquicas en el mundo en quien se podía creer totalmente. Inteligente en grado sumo, poseía un agudo sentido del humor y un espíritu investigador bien desarrollado. Siendo una gran estudiosa de los libros de El Tibetano, yo le proporcionaba todos sus escritos en cuanto los recibía. Tenía amistades en todos los estratos sociales, y cuando murió, no hace mucho tiempo, cientos de personas, además de mi esposo y yo, evidenciamos un sentimiento de haber sufrido una pérdida irreparable. Su esposo me obsequió el broche que ella usaba
[e168]constantemente, y lo llevo siempre conmigo, recordándola con profundo amor y afecto.

Todos los años, después de nuestro viaje al extranjero, regresábamos a los Estados Unidos por unos meses, dejando generalmente a las niñas en Inglaterra. Si era necesario alquilábamos una casa, que un amigo, estudiante de la escuela, puso a nuestra disposición durante dos años, en Ospringe Place, Kent.

Por esa fecha mis tres hijas se casaron. Como ya he dicho, Dorothy se casó con el capitán Morton, seis meses mayor, y muy apropiado para ella. Forman uno de esos matrimonios realmente felices, que da gusto ver. Creo que ambos son muy afortunados. Terence es para Dorothy, uno en un millón, parco, inteligente, amable y firme, cuando debe serlo, y Dorothy, ingeniosa, chispeante, profunda pensadora y buena psicóloga, de temperamento vivaz, alma de artista, enamorada de su esposo. Ellison se casó algún tiempo después con un oficial, compañero de Terence, llamado Arthur Leahy. Tanto Arthur como Terence son, al escribir esto, coroneles que prestan servicio
[i227]activo en el exterior. Mi segunda hija, Mildred, volvió con nosotros por un año, a los Estados Unidos, y se casó con Meredith Pugh; su matrimonio fue muy desgraciado, aunque nada indicaba que lo sería. Surgieron circunstancias tan drásticas, que en cuatro meses Mildred se comprometió, se casó y se divorció, con un hijo en camino. El niño fue la recompensa por lo que sufrió. No es necesario dar detalles sobre esto. Mildred se comportó en todo momento, en esa dificultosa situación, con serenidad, aplomo e inteligencia. Cuando vino a verme, en Inglaterra, me maravilló su falta de rencor o espíritu de venganza y represalias, pero también me asombró de que con una apariencia tan enfermiza, pudiera continuar viviendo.

En esos años en que mi esposo y yo pasábamos cinco meses en Gran Bretaña y Europa y siete en los Estados Unidos, el trabajo de la escuela se acrecentaba constantemente. La labor realizada en Ascona, durante tres años, había atraído a la escuela un gran número de personas de distintas nacionalidades, y éstas, que habían ingresado por la lectura de los libros publicados, conjuntamente con otras, formaron núcleos en muchos países de Europa, con los cuales pudimos erigir el futuro trabajo. La tarea realizada en España, bajo la supervisión de Francisco Brualla, marchaba muy bien, contando ya con varios cientos de estudiantes españoles, en su mayoría hombres. El trabajo en Gran Bretaña también avanzaba. Estudiantes, en pequeños grupos, esparcidos por todo el mundo, comenzaban a ingresar en la escuela.

Uno de tales grupos, formados en la India, me interesaba sobre manera. Existía una organización denominada Sudha Dharma
[e169]Mandala, fundada por Sir Subra Maniyer. Era una orden ocultista, aparentemente muy elevada. Por casualidad leí uno de los libros publicados por esa orden y [i228]descubrí que varios dirigentes de la Sociedad Teosófica actuaban en la misma, después de pasar por la sección esotérica de dicha Sociedad. No tengo costumbre de afiliarme a organizaciones, pero de todos modos escribí al dirigente de la orden solicitando mi ingreso, pero no recibí respuesta. Al año siguiente, como aún no había tenido noticias, escribí nuevamente y encargué algunos libros, incluyendo el correspondiente cheque para el pago. No recibí respuesta ni los libros, aunque el cheque fue cobrado. Al cabo de unos meses envié la copia de mi carta anterior al dirigente de la orden; tampoco obtuve contestación. Abandoné el intento y pensé que se trataría de una de esas falsas organizaciones preparadas para engañar a los incautos occidentales.

Tres años más tarde fui a Washington, D. C., para dar una serie de conferencias en el hotel New Willard. Al terminar una de ellas se me aproximó un hombre, llevando una pequeña valija en la mano, y me dijo: "He recibido orden del Suddha Dharma Mandala de entregarle estos libros". Me entregó los que yo había pedido y con eso se restableció mi fe en la rectitud de esa organización. Durante un tiempo no tuve más noticias. Luego recibí una carta de uno de los miembros del grupo, donde me decía que Sir Subra Maniyer había fallecido, que mi libro Tratado sobre Fuego Cósmico había sido su constante compañero, y que en su lecho de muerte había pedido a los siete miembros más antiguos de la orden que ingresaran en la Escuela Arcana y recibieran mi enseñanza. Así lo hicieron, y durante años este interesantísimo grupo de antiguos estudiantes hindúes trabajó con nosotros. Por su edad avanzada, fueron muriendo uno tras otro, y ya no tengo contacto con ninguno. Ellos reverenciaban a H. P. Blavatsky, y me resultó muy interesante este contacto.

Otro vínculo con H. P. B. se produjo por medio de un pequeño grupo adicto a Sinnett, que se afilió a la Escuela Arcana, siendo mi amiga Lena Rowan-Hamilton
[i229]la primera en hacerlo. Injertaron en la vida de la escuela algo de la antigua tradición y un fuerte sentido de relación con la fuente de origen de la Antigua Sabiduría, cuando en el siglo diecinueve vertía su luz en Occidente.

Uno de los desarrollos más interesantes producido en la escuela, ha sido la constante rigidez de los requisitos de ingreso. Cada vez eran más numerosos los rechazos de estudiantes enfocados exclusivamente en el nivel emocional y recalcábamos la necesidad de poseer algún enfoque y desarrollo de la mente, para proporcionar un entrenamiento más avanzado en los grados superiores.

        
[e170]A medida que los años pasan y las necesidades del mundo son más urgentes, también aumenta, paralelamente, la necesidad de discípulos entrenados. El mundo debe ser salvado por quienes poseen inteligencia y amor; la aspiración y las buenas intenciones no bastan.

Durante los años de gira por Europa, conocimos muchos tipos de ocultismo en distintos países. En todas partes pudimos ponernos en contacto con pequeños grupos que se ocupaban de hacer algunas exposiciones de la verdad esotérica y resaltar determinados aspectos de la Sabiduría Antigua. Los primeros indicios de una ascendente oleada espiritual podían constatarse en todas partes: Polonia, Rumania, Gran Bretaña y América. Parecía como si la puerta de acceso a una nueva vida espiritual, se hubiera abierto para la humanidad y evocara el correspondiente surgimiento de las fuerzas del mal, que culminó con la guerra mundial; no creo que esta ascendente oleada haya sido interrumpida por la guerra. Confío que nos llevará a la intensificación de esa urgencia espiritual, y que aquellos de nosotros que trabajamos en la viña del Maestro, estaremos muy ocupados, en los años futuros, organizando, animando e instruyendo a los que están espiritualmente despiertos.

Una de las razones que me impulsaron a escribir esta autobiografía fue que, tanto yo como nuestro grupo asociado,
[i230]estuvimos en situación de observar y reconocer ciertos desarrollos que ocurrieron en este planeta bajo la guía e influencia de la Jerarquía. Se nos ha utilizado para iniciar el trabajo que está destinado a inaugurar la nueva era y la futura civilización, especialmente desde el ángulo espiritual. Echando una mirada retrospectiva a los años transcurridos, resulta evidente lo que la Jerarquía definidamente ha realizado por nuestro intermedio.

Al expresar esto no lo hago para vanagloriarme ni por propia satisfacción. Constituimos solamente uno de los numerosos grupos con quienes trabajan los Maestros de la Sabiduría, y todo grupo que lo olvide está propenso a convertirse en un satisfecho aislacionista, por tanto, corre el peligro inminente de sucumbir. Se nos ha permitido hacer ciertas cosas. Otros discípulos y grupos han tenido la responsabilidad de iniciar nuevos proyectos, bajo la guía de sus propios Maestros. Si todos estos proyectos se llevan a cabo por inspiración jerárquica y con espíritu de verdadera humildad y comprensión, contribuye a los factores de una gran empresa espiritual que inició la Jerarquía en 1925. A una de esas dramáticas expresiones del propósito jerárquico quiero referirme ahora.

En 1932, cuando nos hallamos en Ascona, recibí una comunicación de El Tibetano, que apareció ese otoño en forma de folleto,
[e171]bajo el título de El Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Tuvo un significado épico, aunque muy pocas personas comprenden todavía su verdadero sentido.

La Jerarquía espiritual de nuestro planeta consideró que un grupo estaba en proceso de formación, el cual contenía el núcleo de la futura civilización mundial, caracterizándose por las cualidades que distinguirían esa civilización durante los próximos 2.500 años. Esas cualidades son, primordialmente, un espíritu de inclusividad, un potente deseo altruista de servir a nuestros semejantes, más un definido sentido de
[i231]orientación espiritual, emanado del aspecto interno de la vida. Este nuevo grupo de servidores del mundo incluye dos sectores bien definidos. Una parte del grupo mantiene una íntima relación con la Jerarquía espiritual. Está compuesto de aspirantes que se preparan para el discipulado, guiados por algunos discípulos de los Maestros; éstos a su vez están dirigidos y guiados por unos pocos discípulos mundiales, y trabajan en tan amplia escala, que su labor es decididamente de alcance internacional. Dicho grupo actúa como intermediario definido entre la Jerarquía espiritual del planeta y la humanidad. Por su intermedio los Maestros de Sabiduría, dirigidos por Cristo, elaboran planes gigantescos para la salvación del mundo.

La tentativa de llevar adelante a la humanidad por nuevos y más definidos caminos, y en mayor escala que nunca, ha sido posible por el advenimiento de la era acuariana, que tiene una importancia astronómica y astrológica.

Existe actualmente un fuerte prejuicio en el mundo contra la astrología, lo cual es comprensible, constituyendo también una definida protección para los crédulos y los tontos. Las predicciones astrológicas, según mi punto de vista, son una amenaza y un obstáculo. Si una persona es muy evolucionada, regirá a sus propios astros, realizará lo que no está predicho, y su horóscopo, por lo tanto, será inexacto y carecerá de sentido. Si una persona es subdesarrollada, existe entonces la probabilidad de que sus astros le condicionen totalmente, siendo su horóscopo exacto, desde el ángulo de la predicción. Cuando esto sucede y la persona acepta el dictamen, de su horóscopo, su libre albedrío es infringido y actuará exclusivamente dentro de los límites impuestos por el horóscopo, y como resultado no hará ningún esfuerzo personal para liberarse de los posibles factores determinantes.

Con frecuencia me sonrío cuando la gente se jacta y dice
[i232]que su horóscopo es exacto y que todo ha sucedido de acuerdo al mismo. En realidad lo que dicen significa, soy una persona mediocre, sin libre albedrío, condicionada por los astros y, por lo tanto, no tengo la menor intención de progresar en esta vida. Los buenos astrólogos [e172]evitan confeccionar este tipo de horóscopos. Los mejores en este campo se preocupan fundamentalmente de delinear el carácter, lo cual resulta sumamente útil; luego tratan de descubrir de qué manera puede confeccionarse el horóscopo del alma para conocer el propósito de la vida del individuo en encarnación, y por lo tanto establecerse una clara distinción entre las tendencias establecidas de la personalidad, a través de muchas encarnaciones, el propósito emergente y la voluntad del alma.

Sin embargo, al considerar lo que astrológicamente implican los hechos astronómicos, el asunto es muy distinto. La gente ha oído decir que estamos en tránsito hacia el signo de Acuario, lo cual significa que de acuerdo al zodíaco, el recorrido imaginario del Sol en los cielos, el Sol parece desplazarse a través de la constelación de Acuario. En la actualidad es una realidad astronómica y nada tiene que ver con la astrología. Sin embargo, la influencia que ejerce el signo por el cual atraviesa el Sol en un periodo mundial determinado, es irrefutable y puede ser probada aquí y ahora.

Antes de la dispensación judía, cuando Moisés sacó de Egipto al pueblo de Israel, el Sol estaba en Tauro; atravesaba el signo del Toro. Entonces aparecieron en la tierra los misterios mitraicos que tuvieron como centro el sacrificio del toro sagrado. El pecado de los hijos de Israel en el desierto, que provocó la irá de Moisés, cuando al descender de la montaña del Señor les encontró
[i233]adorando al becerro de oro, consistió en que habían retrocedido a una pasada y caduca religión, la cual debió ser trascendida. La dispensación judía estaba regida por el signo de Aries, el carnero, a través del cual el sol atravesaría durante los 2.000 años siguientes. Tenemos después la aparición de la víctima propiciatoria en la historia de los judíos y también, en la Biblia, la narración del carnero atrapado en las zarzas, todo lo cual se debió a la influencia del tránsito del Sol por los signos del toro y del carnero.

Un aspecto, independientemente de los descubrimientos de la astrología académica, que hoy muy pocos pueden llegar a vislumbrar, produjo estas reacciones naturales. Alguna influencia, emanada de los signos del toro y del carnero, produjo la simbología que condicionó la vida religiosa de los pueblos de esa era. Esto se evidenció aún más cuando se produjo el tránsito del Sol en la siguiente constelación, el signo de Piscis, los Peces. Luego apareció Cristo y la simbología del pez, cuya característica se destaca en el Evangelio. Los discípulos de Cristo eran en su mayor parte pescadores. Realizó el milagro de los peces, y ordenó a Sus apóstoles que, después de Su muerte, bajo la égida de San Pedro, se convirtieran en pescadores de hombres. De allí que la mitra que usa el Papa simboliza la cabeza de un pez.

[e173]Actualmente, según la astronomía, transitamos por el signo de Acuario, el portador de agua, o de la universalidad, porque el agua es un símbolo universal. Antes de su muerte, Cristo envió a Sus discípulos a buscar al portador de agua, que los llevó a un aposento en el piso alto, donde se instituyó el sacramento de la comunión, lo cual indica que Cristo reconocía el advenimiento de una nueva era que sucedería a Su dispensación, en la cual entramos ahora. El famoso cuadro de Leonardo da Vinci, "La Ultima Cena", es un gran símbolo de la [i234]era acuariana, porque todos nos reuniremos dirigidos amorosamente por Cristo, cuando se establezca la fraternidad y los hombres se agrupen enlazados por la relación divina. Las antiguas barreras entre un hombre y otro y una nación y otra se irán derribando lentamente, durante los próximos 2.000 anos.

A fin de inaugurar e instituir esta tarea, la Jerarquía anunció la aparición en la tierra, del nuevo grupo de servidores del mundo, dirigido y guiado por discípulos y aspirantes espirituales no separatistas, que consideran a todos los hombres iguales, sin distinción de color o credo, y están dedicados a trabajar incesantemente para promover la comprensión internacional, la participación económica y la unidad religiosa.

El segundo sector del nuevo grupo de servidores del mundo, está formado por hombres y mujeres de buena voluntad. Hablando textualmente, no son aspirantes espirituales ni particularmente se interesan en el Plan, y poseen poco o ningún conocimiento sobre la Jerarquía planetaria. No obstante, desean fervientemente ver establecidas las rectas relaciones entre los hombres y aspiran a que prevalezca en la tierra, la justicia y la bondad. Bajo la dirección de los discípulos mundiales y sus colaboradores, tales personas pueden ser entrenadas en forma práctica y efectiva y expresar la buena voluntad. De esta manera pueden realizar un trabajo básico y fundamental, preparando al mundo para que exprese más plenamente el propósito espiritual y, además, familiarizar al género humano sobre la necesidad de manifestar rectas relaciones humanas, en toda comunidad, nación y, con el tiempo, internacionalmente.

El actual desorden provocado por la guerra mundial ha preparado eficazmente la escena. El mal que producen las incorrectas relaciones humanas, la agresión perversa y la discriminación racial, son tan evidentes, que sólo un tonto o ignorante no verá la necesidad de la activa buena voluntad.
[i235]Infinidad de personas bien intencionadas aceptan teóricamente la realidad de que Dios es amor, y gozosamente esperan que Él haga evidente ese amor en la humanidad.

[e174]De esta manera el nuevo grupo de servidores del mundo fue introducido en la conciencia de la humanidad moderna. El folleto que bosquejaba este ideal, escrito por El Tibetano, se distribuyó profusamente, seguido por otros sobre el mismo tema, los cuales ampliaban el tópico básico del propósito espiritual y de la buena voluntad. El Tibetano trazó en ellos un procedimiento definido a seguir. Estipuló que se debían preparar listas con los nombres de hombres y mujeres de buena voluntad, residentes en los distintos países del mundo. Sugirió la organización de lo que se denominó Unidades de Servicio en todos los países. Describió el tipo de enseñanza que debían recibir, e inmediatamente nos dedicamos a llevar a cabo esas sugerencias y requerimientos.

Desde 1933 a 1939 nos abocamos a la difusión de la doctrina de la buena voluntad, a la organización de las Unidades de Servicio en 19 países y a buscar hombres y mujeres que respondieran a la visión de El Tibetano, dispuestos a hacer todo lo posible para promover rectas relaciones humanas y propalar entre los hombres la idea de la buena voluntad.

Foster y yo estuvimos siempre en desacuerdo con el énfasis puesto sobre la paz. Durante años los grupos pacifistas del mundo se ocuparon de esparcir la idea de la paz, recopilando nombres de personas que endosaban la idea de paz y -¿quién no lo hace?- presentaban en todas partes la demanda de una paz obligatoria. Creemos que eso es como uncir el caballo detrás del carruaje.

Los días transcurridos entre la primera y segunda guerra mundial fueron de violenta propaganda pacifista, y la idea de la paz adquirió
[i236]proporciones. Se recopilaron millones de nombres que pedían la paz. Las potencias del Eje recibieron con beneplácito la propaganda pacifista, porque representaba una condición somnífera, donde no se tomaría medida alguna para que las naciones se armaran contra posibles agresores. No se tuvo en cuenta el hecho de que las guerras derivan mayormente de las malas condiciones económicas y poco se hizo para corregirlas. La gente moría de hambre; en todas partes del mundo la mayoría percibía sueldos muy magros; en ningún país se abolió el trabajo infantil, aunque los esfuerzos realizados lograron algo; la superpoblación del mundo acrecentaba constantemente las dificultades. También en todas partes existían condiciones propicias para inducir a la guerra, aunque por todo el mundo surgía el clamor de "paz en la tierra".

En Belén los ángeles cantaban: "Gloria a Dios en las alturas" -la consumación y meta final. "Paz en la tierra" -en lo que a toda la humanidad concierne- y "Buena Voluntad entre los hombres", primer paso absolutamente necesario. Ante todo debe
[e175]haber buena voluntad si queremos la paz, y esto se ha olvidado. La gente trató de iniciar un período de paz antes de manifestar buena voluntad. No puede haber paz si la buena voluntad no actúa como factor condicionante de todas las relaciones humanas.

Otro hecho revolucionario aconteció cuando El Tibetano dictó el Tratado sobre Fuego Cósmico. Se cumplió la profecía de H. P. B., de que se daría la clave psicológica de la creación cósmica. Ella declaró que en el siglo XX un discípulo informaría respecto a los tres fuegos referidos en La Doctrina Secreta: el fuego eléctrico, el fuego solar y el fuego por fricción. Esta profecía se cumplió cuando llegó a manos del público el Tratado sobre Fuego Cósmico, que alude al fuego del espíritu puro o vida; al fuego de la mente, que vitaliza todos los átomos del sistema solar
[i237]y crea el medio por el cual pueden evolucionar los Hijos de Dios; se refiere también al fuego de la materia, que produce atracción y repulsión, ley básica de la evolución, y mantiene las formas unidas, a fin de proporcionar vehículos para la vida evolutiva y, posteriormente, cuando las formas han servido su propósito, las rechaza para que dichas vidas evolutivas sigan su camino hacia la evolución superior. El verdadero significado de ese libro sólo será comprendido al finalizar este siglo. Contiene un penetrante y profundo conocimiento técnico, fuera del alcance de la comprensión del lector común. Es un libro de enlace, porque toma ciertas ideas y frases orientales básicas y las presenta al estudiante occidental, y al mismo tiempo lleva a la práctica los vagos conceptos metafísicos de Oriente.

El tercer hecho excepcional de El Tibetano, realizado en estos últimos meses, ha sido presentar el programa y dar ciertas indicaciones acerca de los rituales sobre los cuales será fundada la nueva religión mundial.

Durante mucho tiempo se hizo evidente la existencia de un punto de contacto entre las religiones exotéricas de Occidente y las creencias esotéricas de Oriente. En los niveles esotéricos o acercamiento espiritual a la divinidad, siempre ha existido uniformidad entre Oriente y Occidente. Las técnicas que sigue el místico buscador occidental de Dios, son idénticas a las que sigue el buscador oriental. En cierta etapa, en el sendero de retorno a Dios, todos los caminos se unen, y por lo tanto el procedimiento es uniforme en las etapas subsiguientes. Las etapas para la meditación son idénticas. Esto lo verificará cualquiera que estudie las obras de Meister Eckhart y Los Aforismos de la Yoga de Patanjali. Todas las grandes expansiones de conciencia delineadas en la filosofía hindú y la expresión de esas cinco grandes expansiones representadas en las cinco crisis de la vida
[i238]de Cristo, narradas en el [e176]Nuevo Testamento, son también las mismas. Cuando el hombre comienza a buscar a Dios conscientemente y a someterse también conscientemente a la disciplina y sufrimiento, descubrirá su identificación con los buscadores de Oriente y Occidente, con los que existieron antes de la venida de Cristo y con los buscadores actuales.

A fin de poner en claro la relación que existe entre Oriente y Occidente, escribí el libro La Luz del Alma. Es un comentario de Los Aforismos de la Yoga de Patanjali, que probablemente vivió y enseñó hace unos 9.000 años antes de Cristo. El Tibetano me proporcionó la paráfrasis del antiguo texto sánscrito, pues no conozco ese idioma; yo escribí los comentarios porque ansiaba presentar una interpretación de los aforismos, mejor adaptada al tipo de mente y conciencia occidental que la común presentación oriental.

Además, escribí el libro De Belén al Calvario, a fin de dilucidar el significado de los cinco episodios principales de la vida de Cristo: el nacimiento, el bautismo, la transfiguración, la crucifixión y la resurrección, estableciendo su relación con las cinco iniciaciones delineadas para el discípulo oriental. Ambos libros tienen una conexión definida con la nueva religión mundial.

Llegará el momento en que habrán de fusionar la obra del Gran Maestro de Oriente, el Buda, que vino a la Tierra y alcanzó la iluminación, trasformándose en guía e instructor de millones de orientales, y la obra de Cristo, que vino como instructor y salvador, siendo reconocido primero en Occidente. No hay divergencia ni conflicto en Sus enseñanzas. Tampoco hay rivalidad entre Ellos. Ambos se destacan como los dos instructores y salvadores más grandes del mundo. Uno ha acercado a Dios a los pueblos de Oriente, y el otro hizo lo mismo con los de Occidente.

Tal es el tema desarrollado por El Tibetano en su opúsculo: La Nueva Religión Mundial. Señala que
[i239]Buda preparó a los pueblos para el sendero del discipulado, mientras que Cristo los preparó para la iniciación. En el opúsculo mencionado, El Tibetano describe un ritual celebrado en el gran día del Buda, el Festival Wesak (Festival de Vaisakha) de la Luna llena de mayo, y otro en el domingo de Pascua, determinado por la Luna llena de abril, ambos dedicados al Buda iluminado y al Cristo resucitado, mientras que la Luna llena de junio está destinada al Festival de la Humanidad, siendo el mayor acercamiento anual a Dios bajo la guía del Cristo. Los otros plenilunios de cada mes, constituyen festivales menores en los cuales se consideran y destacan las cualidades espirituales necesarias para entrar en el discipulado y recibir la iniciación.

[e177]Otra actividad revolucionaria de El Tibetano fue llevar a la atención pública, el hecho del paulatino acercamiento de la Jerarquía a la humanidad, la restauración de los antiguos Misterios y la posible exteriorización y manifestación, en el plano físico, de los Maestros y Sus grupos de discípulos, reunidos en lo que se denomina técnicamente ashramas.

Por lo tanto, implícito en este intento, tenemos el significado del segundo advenimiento de Cristo. Vendrá trayendo consigo a Sus discípulos. Los Maestros volverán a estar en la tierra, como lo estuvieron hace millones de años en la infancia de la humanidad. Por un lapso nos abandonaron y desaparecieron detrás del velo que separa lo visible de lo invisible. Esto fue hecho con la finalidad de que el hombre tenga tiempo de desarrollar su libre albedrío, llegue a ser un adulto que emplea su mente, tome sus propias decisiones y finalmente se oriente hacia el reino de Dios, esforzándose conscientemente por hollar el sendero de retorno. Esto ha tenido lugar en tan amplia escala, que existe la posibilidad de que los Maestros rompan con su silencio y sean conocidos nuevamente por los hombres en el siglo venidero. Con este fin ha estado trabajando
[i240]El Tibetano, y muchos de nosotros hemos colaborado con Él.

El Tibetano instituyó, además, las nuevas reglas para discípulos, que darán mayor libertad al discípulo individual que las conocidas en el pasado. Hoy no se exige obediencia. El discípulo es considerado un agente dotado de inteligencia, y se le deja en libertad para cumplir con los requisitos como lo considere mejor. No se pide guardar secreto, ya que no se admite a ningún discípulo en un ashrama o lugar de iniciación, mientras subsista el menor peligro de no guardar silencio. Los discípulos se instruyen ahora telepáticamente, y ya no es necesario la presencia física de un Maestro. Tampoco se hace hincapié sobre el desarrollo personal. Las necesidades de la humanidad se presentan como el mayor incentivo de desarrollo espiritual. A los discípulos se les enseña hoy a trabajar en grupo, manteniendo ante ellos la posibilidad de recibir iniciaciones grupales, lo cual constituye una idea y visión completamente nuevas. Ya no son obligatorias las disciplinas físicas. Se considera que el moderno discípulo, inteligente, que ama y sirve, no las necesita. Debe haber superado sus apetitos físicos y estar libre de ellos a fin de servir. Gran parte de esta enseñanza se ha dado en el libro, recientemente publicado, El Discipulado en la Nueva Era, que contiene las instrucciones que El Tibetano dio a un grupo de Sus discípulos esparcidos por el mundo, algunos de los cuales he conocido. Ésta es la primera vez en la historia de la Jerarquía, según sabemos, que se publicaron y llegaron a manos
[e178]del público, las instrucciones detalladas e impartidas por el Maestro a su grupo de discípulos.

En los párrafos precedentes he tratado de describir someramente algunas de las actividades iniciadas por El Tibetano, en el intento de emitir, conjuntamente con otros miembros de la Jerarquía, la nota clave de la nueva era, y sobre la cual
[i241]los cursos superiores de la Escuela Arcana ponen el mayor énfasis.

Algunos estudiantes han estado con nosotros durante veinte años o más. Realizaron finalmente su trabajo y están cosechando los resultados. Esperamos desarrollar más adelante ciertos grupos que emplearán algunas de las técnicas tratadas por El Tibetano en Tratado sobre los Siete Rayos, que probablemente será el más importante. Describe la nueva escuela de curación. Enseña la técnica para construir el sendero de luz entre el alma y el espíritu, del mismo modo que el hombre ha creado un sendero entre él y su alma. Recalca también la nueva astrología esotérica, que se refiere a los propósitos del alma y al sendero que el discípulo debe hollar. Da también las catorce reglas que deben seguir los iniciados. Este tratado de cinco volúmenes, es por lo tanto un compendio completo de la vida espiritual, y presenta nuevas formulaciones de antiguas verdades, que guiarán a la humanidad durante la era de Acuario.

En 1934 empezamos a visitar otras partes de Europa. Durante los cinco años siguientes fuimos, en diversas ocasiones, a Holanda, Bélgica, Francia e Italia y, por regla general, mientras estábamos en Europa, íbamos a Ginebra, Lausana o Zurich, donde permanecíamos una corta temporada. Gentes de distintos puntos de Europa venían a vernos allí. Era algo revelador para nosotros, después de tantos años de trabajo, encontrarnos frente a un auditorio en Rotterdan, Milán, Ginebra o Amberes, y hallar las mismas cualidades en las personas, exactamente como en Gran Bretaña, y los Estados Unidos. Se les podía decir las mismas cosas, pues tenían la misma visión de la fraternidad y el discipulado. Sus reacciones eran las mismas. Comprendían y deseaban la misma liberación y tenían las mismas experiencias espirituales.

Me acostumbré a hablar mediante un intérprete. Cuando daba conferencias en Italia, el doctor Assagioli servía de
[i242]intérprete, y cuando estaba en Holanda, el dirigente de nuestro trabajo, Gerhard Jansen (llamado generalmente Gerry por quienes lo tratan y aprecian), oficiaba de traductor. Solía observarlo entre una multitud cosmopolita y conversar con igual facilidad en seis idiomas [e179]distintos. Antes de la guerra realizó un magnífico trabajo en Holanda. Prácticamente, todas las lecciones de la Escuela se tradujeron al holandés, y estuvo al frente de un grande y ansioso grupo de estudiantes. Los trabajos realizados en Holanda y España constituyeron dos puntos brillantes, y a pesar de los diferentes temperamentos de ambos países, su aspiración fue similar.


Aquí termina el manuscrito


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