Los Rayos y las Iniciaciones - Regla XI
|
|||
|
|||
|
|||
|
|||
PRIMERA PARTE CATORCE REGLAS PARA LA INICIACIÓN GRUPAL REGLA XI |
|||
[e178] [i208] A esta altura de nuestra consideración de las catorce reglas para iniciados, quisiera referirme al tema de la iniciación grupal; los grupos que buscan al unísono la expansión de conciencia, deben aprender a cumplir estas reglas. Por esa razón me he abstenido de entrar en detalle al relacionarlas con los siete centros o, específicamente, con las siete grandes iniciaciones solares. De estas siete, cinco conciernen a la humanidad común, y las dos restantes, a quienes están dispuestos a cumplir ciertos requisitos excepcionales y a realizar ese esfuerzo especial que los hará merecedores del apelativo de "Triunfadores mediante la voluntad pura". La iniciación grupal no es fácil de lograr, pues no se ha experimentado prácticamente, y constituye en esencia un esfuerzo precursor. La Jerarquía previó la inevitabilidad de ese desarrollo siempre que el progreso evolutivo de la humanidad satisficiera en alguna medida. Sin embargo, pasaron millones de años antes de aparecer esa posibilidad -como esfuerzo hipotético-, y hasta ahora sólo se han hecho ensayos y experimentos. El primer objetivo de estos experimentos (llevados a cabo silenciosamente en varios lugares del mundo) consiste en comprobar si un grupo de discípulos es capaz de trabajar en forma tal, que los Maestros observen que tiene lugar la fusión interna. Los resultados no han sido alentadores hasta ahora. Ha sido difícil hallar discípulos que estén aproximadamente en la misma etapa de evolución, cuyos rayos "fulguren" adecuadamente, y evidencien alguna cualidad o tema dominante (si puedo emplear tal frase), compartido al unísono, que los mantenga unidos y con la fuerza suficiente para contrarrestar las diferencias, preferencias y barreras de la personalidad. Esto no ha sido posible hasta ahora. Distintos Maestros, en diversas partes del mundo, han experimentado y puesto a prueba un grupo tras otro, y hasta hoy tales tentativas han sido un fracaso. Cuando empleo esta palabra quiero significar el fracaso desde [i209] el ángulo del objetivo planificado. Desde el punto de vista del progreso individual de determinado discípulo no hubo indefectiblemente fracaso; en lo que respecta al público inconsciente en general, la publicación del libro El Discipulado en la Nueva Era constituirá, en el transcurso de los años, un éxito épico. Seria de valor considerar brevemente qué involucra la iniciación grupal, haciéndolo en forma realista y no sentimental y aspiracional. Uno de los problemas que la Jerarquía enfrentó en conexión con esto, fue eliminar el sentimiento -esa curiosa reacción y relación [e179] emocional que vincula a los miembros de un grupo con lazos de simpatía y antipatía. Cuando hay simpatía se establece una relación demasiado fuerte de la personalidad, en lo que respecta al bien del grupo, perturbando el equilibrio grupal. Cuando hay antipatía actúa constantemente la facultad de rechazar, produciendo separaciones. Hermanos míos, ¿no es acaso verdad que las relaciones entre ustedes están frecuentemente sujetas al impacto de la aprobación o desaprobación? Cuando existen tales actitudes no se pueden dar los primeros pasos para la fusión grupal. Esto es lo que se quiere significar por sentimiento, reacción emocional, que, como etapa preliminar, debe desaparecer. Esta vez no me refiero a la impersonalidad. Para algunas personas, la impersonalidad es sencillamente un mecanismo para evadir la responsabilidad, para otros significa supresión, y para el discípulo involucra la ardua tarea de dedicar todo su tiempo a la obtención de dicha impersonalidad, garantizando así su fracaso. Lo que tan ardorosamente tratan de obtener y que asume una indebida proporción en la mente, con el tiempo se convierte en una prisión, que debe ser destruida posteriormente. Tal es la ley oculta. La impersonalidad sólo es posible para el discípulo que ama verdaderamente y para quien ve la vida y su fantasmagoría (incluyendo las personas con quienes está asociado), a la luz de la Tríada espiritual. A ello se refiere principalmente esta regla, y no podrán captar su significado mientras sus mentes no estén algo esclarecidas, respecto a las verdaderas relaciones grupales, las cuales no se [i210] basan en la personalidad o impersonalidad, la simpatía o antipatía, la crítica o no, sino en la verdadera comprensión de la "divina indiferencia", el desapego espiritual y un amor profundo, persistente e inmutable. La mayoría de los aspirantes ansiosos, considerarán paradójica la yuxtaposición de estas frases, pero la comprensión de las paradojas esotéricas trae realmente la liberación. En la captación de estas actitudes básicas reside la primera lección del que aspira participar en la iniciación grupal. La segunda lección que debe aprender el grupo, que así se esfuerza, es la necesidad de utilizar la fuerza destructora. Un grupo se forma de acuerdo a la ley kármica, la necesidad ashrámica y las directivas del alma, lo cual proporciona inmediatamente a los Maestros observadores, la oportunidad de impartir, a los dispuestos aspirantes, un entrenamiento definido, de verdadera dificultad. En realidad, pocas cosas pueden ser de valor para vincular a esas personas, excepto su inclinación, su aspiración conjunta y la meta visualizada y sostenida al unísono. El egoísmo espiritual constituye la característica más notable de dicho grupo. Quizás esta afirmación les cause extrañeza, hasta no haber examinado con más conciencia [e180] su propio corazón, y me aventuro a predecir que no es que el amor divino les haya permitido abrirse camino hacia el grupo externo de algún ashrama, sino el deseo de evolucionar, realizar y obtener la liberación. Por lo tanto, el primer paso consiste en reconocerlo, y de ahí el mandato tan frecuentemente incomprendido: `'Matar el deseo". Esa debe ser la primera actividad destructora del discípulo. Lo que el discípulo busca, anhela o desea, no debe condicionarlo e impulsarlo hacia lo que podríamos denominar "pasividad ashrámica", sino el móvil omnimpelente de la necesidad del mundo. El discípulo comienza de esta manera a despojarse de todo deseo, mediante la atrición. No lucha positivamente contra el deseo a fin de eliminarlo, ni trata de trasmutarlo (como debe hacerlo el discípulo en probación), sino que no lo reconoce; tampoco le proporciona la necesaria atención estimulante, porque la energía sigue siempre al pensamiento; se preocupa [i211] por la necesidad del mundo y del servicio que puede prestar, y (en forma casi imperceptible, por así decirlo) el deseo muere por atrición. Por lo tanto, se observará que el grupo tardará mucho tiempo para destruir el deseo individual, y hasta no llevarse a cabo en cierta medida este unido proceso liberador, el grupo no podrá avanzar como unidad en el sendero de iniciación. El siguiente paso consiste en destruir los lazos que vinculan a las personalidades de los miembros del grupo. Los lazos deben romperse y la relación entre los miembros del grupo estará fundada sobre la actividad del alma, la consagración conjunta al Maestro del ashrama y el servicio unido, prestado a la humanidad. En la relación grupal se presenta una etapa de liberación que se demostrará en alguna actividad unida y definidamente planificada, llevada a cabo en el mundo externo, pero que enriquecerá la vida del ashrama. Hasta no haber alcanzado esta etapa, la actividad del grupo será análoga a la del discípulo en probación y no a la del discípulo consagrado. El surgimiento espontáneo del trabajo grupal, engendrado por la conciencia grupal, que fusiona al grupo de discípulos en un punto de tensión al prestar servicio, constituye la primera indicación de que ya está preparado para recibir mayor enseñanza, intensificar su potencia grupal y relacionarse más estrechamente con el Maestro. Esto lo logra el grupo independientemente de cualquier mandato del Maestro, y como resultado de la unida vida egoica del grupo, que eficazmente hace sentir su presencia. Ambos procesos, espiritualmente destructores -la destrucción del deseo y el rompimiento de los lazos de la personalidad-, son los primeros y esenciales resultados del verdadero trabajo grupal. La tercera falla que debe ser totalmente desarraigada y destruida, es toda reacción para obtener el reconocimiento, provenga [e181] del mundo de los hombres, de otros discípulos o del Maestro. La capacidad de trabajar sin ningún reconocimiento compensador, de ver que los demás exigen recompensa por la actividad emprendida, sin preocuparse de que otros se adjudiquen los resultados obtenidos del bien que ha iniciado el discípulo individual o [i212] el grupo, constituyen los blasones del trabajador jerárquico. A los Maestros, aunque hayan iniciado el impulso original y proporcionado guía y dirección, no se Les reconoce el trabajo de Sus discípulos; el discípulo lleva a cabo el Plan, se hace cargo de la responsabilidad, paga el precio de lo bueno o malo de los efectos kármicos, derivados de la actividad instituida, y es quien recibe el reconocimiento del vulgo. Pero -mientras no deje de esperar reconocimiento y piense en los resultados, y mientras sea inconsciente de la reacción del mundo por el trabajo realizado, como discípulo individual- el discípulo tendrá aún mucho que andar para recibir las iniciaciones superiores. Se acrecienta la dificultad del problema cuando está involucrada la totalidad de un grupo ashrámico, porque les parece que reclamar reconocimiento es pedir muy poco al mundo al que se ha prestado servicio; no obstante, tal demanda y expectativa demoran la total absorción del grupo en el ashrama interno. Sin embargo, no son objetivos imposibles, pues de lo contrario yo no perdería el tiempo de ustedes ni el mío, en exponerlos. El grupo puede estar a la altura de la necesidad esotérica si sus componentes reconocen mutuamente el alcance del esfuerzo, y luchan mancomunadamente para absorberse en el servicio -absorción tan profunda que excluya todo reconocimiento, particularmente de carácter personal. Por lo tanto, volvemos nuevamente (como sucede siempre) a la realidad de que un grupo llega a un punto apropiado de tensión unida, cuando desaparecen las reacciones no esenciales y las cualidades indeseables son desechadas automáticamente. Estos tres tipos de trabajo, en líneas destructoras, merecen ser considerados cuidadosamente y -debido a que corresponden al aspecto destructor- se evidenciará que el método aplicado consiste en utilizar la Voluntad grupal, la cual, análogamente, sólo aparecerá de acuerdo a la Ley de Continuidad Oculta, siempre y cuando el grupo actúe inteligentemente y exprese el amor en forma adecuada. Llegamos ahora al tercer factor involucrado en la iniciación grupal, la diversidad en la unidad, utilizada [i213] y reconocida conscientemente. No todos los discípulos de un grupo se preparan para recibir la misma iniciación. Quizás a los miembros del grupo les cueste aceptar estas duras palabras. Mi afirmación anterior de que un grupo está compuesto por hombres y mujeres que han alcanzado la misma etapa de evolución, es una amplia generalización, y significa simplemente que todos han llegado a la etapa donde se han [e182] consagrado y comprometido irremediablemente a realizar el trabajo del ashrama, guiados por determinado Maestro. No obstante, el trabajo requiere una diversidad de cualidades y poderes a fin de manifestarse eficazmente en el plano externo. Necesita de quienes están en estrecho contacto con el Maestro y son iniciados de cierta categoría, y también de quienes pueden fácilmente establecer relación con el ashrama interno y son discípulos avanzados, aunque no imprescindiblemente iniciados elevados; tampoco puede prescindir de quienes no están muy avanzados en el sendero del discipulado, pues han establecido o pueden establecer una estrecha relación con la humanidad común en la vida cotidiana. Un grupo así constituye, en consecuencia, una jerarquía en miniatura, y una jerarquía existe en diversos grados a fin de establecer un amplio campo de relación efectiva. Reflexionen sobre este enunciado. Observarán por qué es necesario eliminar las reacciones de la personalidad; sólo así los grupos podrán actuar como unidades coordinadas, y sus miembros reconocer la categoría de los otros sin sentir envidia y el resultante menosprecio; el trabajo se basa en la inspiración, en la coordinación y en la aplicación práctica. Los miembros avanzados del grupo y quienes poseen un grado muy elevado (cualquiera sea), proporcionan el Plan como incentivo, a medida que lo van recibiendo del Maestro; los discípulos más experimentados coordinan el Plan dentro del grupo, relacionándolo con el ashrama, y señalan su presentación al mundo de los hombres; los neófitos -consagrados y dedicados, pero inexpertos- llevan a cabo el Plan en el plano físico. Implica, como observarán una coordinación pareja y eficaz, debida atención al panorama general y dedicación al detalle del [i214] trabajo, aplicándolo a la necesidad inmediata. Esta tarea es muy ardua para un grupo de discípulos intensamente individualistas (todos los son), que comienzan a dar los primeros pasos para adoptar las actitudes y relaciones que caracterizan a la Jerarquía como un todo. Guardar silencio constituye otro factor importante en la preparación grupal para la iniciación. A veces nos preguntamos, al tratar los asuntos del ashrama, cómo hacer entender a nuestros discípulos de que el silencio no significa abstenerse de hablar. La mayoría de los discípulos lo cree así, y también que deben aprender a no hablar, en la esperanza de recibir la iniciación. Para algunos sería mejor hablar más de lo que acostumbran -sobre correctas líneas. El silencio exigido en el ashrama es abstenerse de formular ciertas corrientes de pensamiento, eliminar toda fantasía y evitar el empleo malsano de la imaginación creadora. Por consiguiente, el habla se controla desde su fuente de origen, porque es el resultado de ciertas fuentes internas de ideas, pensamientos e imaginación; es la precipitación (al alcanzar un punto determinado de saturación, [e183] si así puedo expresarlo) de los depósitos internos que se desbordan en el plano físico. Cuando nos abstengamos de hablar y de pronunciar palabras, porque estemos convencidos de que vamos a decir algo erróneo, indeseable e insensato, o constituye un derroche de energía, puede también producir una serie y desastrosa condición en el cuerpo astral del discípulo, acrecentándose la acumulación interna que eventualmente conducirá a una más violenta explosión verbal. Deben cultivar el silencio mental, hermanos míos, pero no quiero significar que piensen silenciosamente, sino que ciertas líneas de pensamientos deben rechazarse, suprimirse algunos hábitos mentales y no establecerse determinados acercamientos a las ideas, lo cual se logra aplicando el proceso de sustitución, no el de la violenta supresión. El iniciado aprende a mantener su mecanismo mental en una condición eficiente. Sus ideas no se entremezclan, están contenidas (si puedo expresarlo gráficamente) en compartimentos separados, o cuidadosamente archivadas para una futura referencia y uso. Existen determinadas [i215] capas de ideas (hablando también simbólicamente) retenidas en el ashrama, a las cuales les está vedado penetrar en la mente del discípulo o iniciado, si no trabaja conscientemente en el ashrama; a otras que están relacionadas con el grupo y su trabajo, se les concede el libre juego dentro del "círculo no se pasa" grupal; aún otras son de índole más mundana, y rigen la vida diaria y las relaciones del discípulo con las demás personalidades, con los asuntos de la vida civilizada y los acontecimientos del plano físico. Éstas son meras insinuaciones de lo que quiero significar, y bastarán para demostrar (si reflexionan debidamente) en pequeña medida, lo que expresan las palabras: el silencio del iniciado. Dentro de los niveles permitidos de contacto se puede hablar libremente y sin trabas; fuera de esos niveles no se da indicaciones de que existen otras esferas de actividad mental, con su condicionante lenguaje. Ése es el silencio del discípulo iniciado. Por lo tanto, hemos considerado en forma sumaria, aunque sugestiva, las cuatro cualidades que debe desarrollar, considerar y realizar conjuntamente el grupo que se prepara para la iniciación, y son:
Después de estas observaciones preliminares, consideraremos la siguiente regla. [e184]
A primera vista resulta evidente que esta regla concierne a la cuarta iniciación y a la consiguiente destrucción del [i216] cuerpo causal -vehículo por cuyo intermedio la mónada creó ante todo a la personalidad, y luego un instrumento para la expresión del segundo aspecto divino. Por lo tanto se trata de una de las iniciaciones mayores. Quiero traerles a la memoria que (desde el ángulo de la Jerarquía) ésta es la segunda iniciación mayor y no la cuarta como es considerada desde el punto de vista humano; la tercera iniciación está técnicamente conceptuada como la primera iniciación mayor. Estas iniciaciones mayores sólo son posibles después de la transfiguración de la personalidad. Por consiguiente, ¿qué es lo que produce la destrucción del cuerpo del alma? El segundo aspecto de la voluntad es el agente destructor. El tercero, o aspecto inferior de la voluntad, actuando por medio de la mente o principio manásico, fue el factor sustentador durante el extenso ciclo de desarrollo de la personalidad; el principio de síntesis inteligente mantuvo intacto e individualizado al principio vida durante la larga serie de sucesivas encarnaciones. En el transcurso de ese ciclo la voluntad se manifestó primero como el hombre inferior, enfocándose luego en el Hijo de la Mente, el divino Agnishvatta, el alma, convirtiéndose progresivamente en un factor de potencia. Posteriormente, a medida que el discípulo construye el antakarana, estableciendo así un canal directo de comunicación entre la mónada y la personalidad, la mente inferior se fusiona con la mente abstracta o superior (principio manásico sublimado y purificado) y gradualmente el alma -empleando una frase peculiar aunque expresiva- es dejada de lado. Ha cumplido su cometido. El amor y la luz se expresan en la vida del plano físico. Ya no son necesarios los vehículos de la personalidad y del alma como sucedía en pretéritas condiciones. Ahora pueden ser reemplazados por la Tríada espiritual y la mónada, y ser abstraída la vida esencial de ambos aspectos inferiores (de naturaleza creadora, que expresan una amorosa intención, en lo que al propósito respecta). La triplicidad, desde el ángulo de los tres vehículos periódicos -mónada, alma y personalidad- se resuelve en dualidad, y la mónada (reflejada en la Tríada) puede actuar en los planos inferiores por intermedio de una personalidad o "punto de tensión" definidamente creada en los [e185] [i217] tres mundos. La regla alude a esto cuando la analizamos en términos del iniciado individual, pero esa vida donde el alma es "dejada de lado" y se destruye su "círculo no se pasa", es de tan enorme dificultad, que se la denomina vida de crucifixión o renunciación. Sin embargo, nos ocuparemos de interpretar la regla en lo que afecta al grupo que se está preparando para la iniciación conjunta de sus miembros. Eventualmente llegarán a la comprensión, si se ajustan al arcaico dictamen, de "como es en el Macrocosmos, así será en el microcosmos", aplicando por lo tanto la Ley de Analogía. Lo único que puedo hacer es insinuar las significaciones, pero ahora les resultará claro por qué me he ocupado de las cuatro cualidades que el grupo debe desarrollar al unísono antes de la iniciación. Sería de valor relacionar dichas cualidades con las distintas frases o mandatos de esta regla. Las consideraremos por separado. Analicemos la primera:
Primero les recordaré que el fuego siempre representa el primer aspecto, que es, como bien saben, el aspecto vida. Agregaré también la bien conocida verdad de que "Nuestro Dios es un fuego consumidor", recordándoles que el primer aspecto es el destructor. Ustedes han establecido inmediatamente una relación entre las dos primeras cualidades ya tratadas, y el trabajo de la crucifixión como expresión simbólica de la cuarta iniciación. La obtención de una interrelación grupal altruista e impersonal fue el primer requisito, y las palabras "en conjunto" de esta regla, se refieren al trabajo del grupo que -como unidad estrechamente vinculada- puede ir adelante. La trasferencia de la vida o del fuego, debe ser el resultado de la acción unida, emprendida por el grupo, cuando ha logrado la plena unidad interna. Hasta no lograr dicha unidad no tendrá lugar esa trasferencia, como tampoco el iniciado individual recibirá esta particular iniciación si no ha logrado efectivamente la total fusión de los tres cuerpos con el alma, y [i218] demostrado la divina indiferencia hacia las reacciones inferiores de las partes que componen el instrumento fusionado e interrelacionado. Lo mismo debe ser para el grupo. La vida grupal debe ser expresada en el plano físico en formación grupal. Debe poseer un sensible mecanismo sensorio, igual al cuerpo astral, y una mente grupal bien organizada y rítmicamente activa. Así entrará en actividad la "personalidad" del grupo, pero en forma divinamente activa cuando haya alcanzado esta etapa particular. El alma grupal florecerá también como expresión del ashrama interno, y en el mismo corazón de la vida grupal, velado y oculto por su personalidad externamente expresada y por su [e186] vibrante y amorosa alma, se descubrirá un punto de fuego viviente o vida, que -a su debido tiempo y dadas las condiciones correctas- debe ser transferido al ashrama interno que existe en los niveles triádicos. Esto puede significar o no, la destrucción del cuerpo causal grupal, y el establecimiento de una relación directa entre el ashrama propiamente dicho y un grupo de discípulos. Indudablemente significará, durante las etapas preliminares de esa deseable realización, un cambio de enfoque definido y el gradual establecimiento de un punto de tensión, llevado a cabo hasta lograr la total trasferencia en niveles superiores, que se van conociendo lentamente. Durante todo el tiempo en que esto ocurre, el fuego en el corazón del grupo se va vitalizando progresivamente y, en consecuencia, llega a ser más destructivo espiritualmente. La segunda cualidad que ya hemos considerado, o sea el planificado y constructivo empleo de las fuerzas destructoras, puede ahora verse en actividad. Estas fuerzas son frecuentemente responsables de los trastornos, rupturas, dispersiones y también de la fatalidad, que caracterizan tan a menudo las primeras etapas de la vida grupal. El fuego actúa estimulado por la Tríada espiritual, pero el grupo no lo manipula conscientemente. El grupo se convierte esotéricamente en una "tierra ardiente", y se ahorraría mucho tiempo y se eliminaría en gran medida la angustia, el dolor y la penuria innecesarios, si los miembros del grupo comprendieran [i219] lo que les está sucediendo y se mantuvieran firmes hasta el momento de consumarse "la purificación por el fuego"; así el principio vida en el corazón del grupo podrá fulgurar brillante y radiantemente. Esta cualidad de paciente firmeza es de apremiante necesidad para los miembros del grupo en preparación para la iniciación. Sin embargo, una vez captado el propósito subyacente en los penosos acontecimientos y en la disgregación de los miembros, puede lograrse un rápido progreso -el cual también se obtiene, practicando la divina indiferencia, que constituyó la cualidad más destacada del Maestro en la Cruz, en el Calvario. Las siete palabras pronunciadas sobre la Cruz, se referían a otros, a Su misión, a la necesidad del mundo y a Su relación con el Padre o la Mónada Los discípulos y aspirantes se preocupan muy intensamente de sí mismos, del efecto que producen en los demás, de su firmeza y sufrimiento o de criticarse a sí mismos o a sus hermanos. No se ha hecho resaltar debidamente en su conciencia la meta y el principal objetivo. A menudo la personalidad grupal actúa poderosamente, pero el amor fusionador del alma está ausente y no permite actuar plenamente a la afluencia desintegradora de la vida que reside en el corazón de la Joya. Las condiciones grupales bloquean e interceptan y, hasta que no exista en cierta medida la voluntad unificada de tomar en conjunto lo necesario para trasladar [e187] la vida del grupo a niveles superiores de percepción y el ashrama a niveles búdicos, el Maestro no impartirá al grupo la técnica de trasferencia. Éste es el significado de la siguiente frase de la regla:
¿En qué consiste esta técnica de trasferencia? Consiste en tres etapas; cada una debe ser descubierta al unísono por el grupo. La primera etapa estriba en lograr la tensión unificada, o un punto focal de planeada y centralizada intención, de tal naturaleza, que el grupo será indesviablemente orientado hacia la tarea inmediata a realizarse, y actuará desde el ángulo del propósito, como un solo individuo. Quizás ésta constituya la etapa más difícil, pero debe ser dominada antes de recibir ayuda [i220] del Maestro en el ashrama interno; Él es para el grupo lo que la mónada para el discípulo, que siempre trata de "renunciar" esotéricamente al vehículo causal. Durante todo el proceso de trasferencia se debe mantener el punto de tensión en una actividad de elevado grado vibratorio. Les recordaré que el silencio absoluto constituyó, durante el periodo previo a la crucifixión, la característica más descollante de Jesús de Nazaret, y es aquí donde se observa la eficacia de la cuarta cualidad que he mencionado. Durante esta etapa el grupo está tan embebido en la tarea que tiene por delante y es tan consciente de la necesidad de mantener una tensión unida y uniforme, que sobre él desciende "el silencio del lugar secreto", pudiendo entonces proseguir aceleradamente el trabajo. Cuando se ha llegado a esta etapa, se manifiesta la tercera cualidad, proporcionando el poder para actuar como una jerarquía en miniatura, lo cual se hace cada vez más evidente. Espontánea y automáticamente se obtiene el resultado de las etapas preliminares. Quisiera puntualizar que el grupo no está a la expectativa de que se dé una Palabra; no busca ni se esfuerza por descubrir una Palabra; tampoco toma cualquier Palabra sugerida por algún comedido discípulo, dedicándose luego a "infundirle poder". La Palabra es el resultado del punto de tensión; surge del silencio, y su primera expresión es simplemente el compás lento y ascendente del "sonido" o nota grupal. Como bien saben, cada individuo y cada grupo de individuos, poseen su propia nota o sonido peculiar, que constituye el agente creador de la vida grupal concentrada. Aquí nuevamente tocamos los lindes de la futura Ciencia de Invocación. Este sonido grupal que se eleva, a medida que la tensión se acrecienta y estabiliza, tiene efecto invocador y evoca oportunamente respuesta del ashrama interno, debido a su relación con el grupo externo. Cuando la conciencia grupal ha registrado la respuesta del Maestro y Su potencia se agrega a la del grupo, cambia [e188] la cualidad del sonido emitido por el grupo, se amplifica y diversifica, se enriquece y precipita fuera del "círculo no se pasa" de la vida grupal; dicha precipitación adquiere la [i221] forma de una Palabra y, siendo ésta el resultado de la actividad, enfoque y tensión grupales, además de la ayuda del Maestro, produce tres cosas:
Los estudiantes esotéricos difícilmente podrán comprender por qué las futuras Escuelas de Iluminación pondrán el énfasis sobre el aspecto vida y no sobre el contacto con el alma. La meta es la trasferencia y no la unión. En la actualidad los aspirantes y discípulos son el resultado del antiguo orden educativo y la fructificación de los procesos a que ha sido sometida la humanidad. Éste es un período de vital transición; figuradamente hablando, los discípulos y aspirantes del mundo se hallan en la misma etapa del grupo en consideración -etapa donde se transfiere la vida de la forma externa, al ser interno. De ahí la dificultad que ustedes enfrentan y la ardua tarea que significa llegar a comprender en forma realista lo que estoy tratando de impartir. El problema del contacto con el alma es algo que pueden captar o captan, por lo menos teóricamente. El problema de transferir la vida desde el punto más elevado de realización alcanzado hoy, a un vago enfoque espiritual y místico, no es tan fácil de comprender. Recuerden que no espero que me comprendan, pues escribo para los que vendrán después y [i222] para quienes serán la reencarnación de lo que hoy son ustedes. Observarán, por lo tanto, que las cuatro cualidades de las que ya me ocupé en la página 183 han permitido al grupo emitir la Palabra. La Palabra ha surgido, emitida ahora en forma grupal, por inspiración del Maestro (empleo deliberadamente la "inspiración"); ha sobrepasado la esfera inmediata de la influencia grupal; ha hecho su primer impacto sobre el alma del grupo y vitalizado hasta una nueva potencia al aspecto vida, la joya en el loto del alma. [e189] Llega ahora la posibilidad de cumplir con el tercer gran mandato contenido en esta regla:
Cuando el grupo ha cumplido los requisitos aquí estipulados, encara entonces la prueba principal del trabajo de trasferencia. Los miembros del grupo han mantenido en forma unida el punto de tensión, creado conjuntamente el antakarana e invocado solidariamente la atención del Maestro y Su ashrama por medio del sonido grupal; unidamente ese sonido ha adquirido la forma de una Palabra, que ha hecho impacto sobre el aspecto vida del grupo, dentro de la forma del alma grupal, energetizándola de tal manera que ahora corresponde destruir el cuerpo causal. El grupo tenderá a relajarse, lo cual es normal; la Palabra irrevocable fue emitida, todo está bien y se ha realizado sin peligro. Pero en verdad no es así. Mediante el poder de su amor unido, el grupo ha superado las dificultades de sus miembros y desarrollado mancomunadamente las cuatro cualidades; ha descubierto la Palabra que puede afectar al alma -la Palabra está siempre relacionada con el segundo aspecto y debido a ello puede llegar hasta el alma, que constituye en sí el segundo aspecto, y energetizarla. En las últimas etapas del importante trabajo de trasferencia, el grupo debe alcanzar un nuevo punto de tensión y realización unidos, emplear la voluntad dinámica, energía del primer aspecto, provocando así la destrucción [i223] final del cuerpo causal. Se ha estimulado y vitalizado la vida del cuerpo causal, que trata de evadirse de la forma que la confina. El vehículo del alma se ve sometido a una presión desde lo interno, pero -tanto en el caso de un iniciado individual como en el de un grupo iniciado- el golpe final debe ser asestado desde lo externo, por un acto de voluntad unida, esto corresponde a las palabras pronunciadas por Cristo en la Cruz cuando exclamó: "consumado es". Se dice que al pronunciar dichas palabras el velo del Templo se rasgó de arriba abajo y la vida del Cristo ascendió al Padre. Reflexionen sobre la significación de estas frases: "Lo que ha sido creado en el punto medio" ya no es necesario. No se necesita ya el principio mediador o intermediario, entre el hombre y el Padre; la mónada y la personalidad se han unificado totalmente y han establecido una perfecta relación; la triplicidad ha cedido su lugar a la dualidad, y se abre ante el iniciado el Camino hacia la Evolución Superior. Evidentemente esta fase de la realización grupal, por ahora sólo es una esperanza. Está mucho más allá de los actuales grupos, como la cuarta iniciación lo está del aspirante o discípulo común. Los grupos, al igual que los individuos, deben tener sus metas y [e190] lucha para alcanzar la visión. Establezco aquí los cimientos para la fase que corresponde al vivir grupal y al esfuerzo conjunto, aspecto que caracterizará a la era venidera. Tres cosas más quiero tratar ahora. Primero, se podría comprender mejor el logro de la habilidad de emplear la voluntad grupal dinámicamente, si se dieran cuenta que significa expandir el punto de tensión hacia esos reinos que abarcan la super conciencia del discípulo, y que la liberación del aspecto vida de la prisión del cuerpo causal produce un nuevo ciclo de invocación y actividad invocadora, dando lugar a la afluencia del aspecto destructor de la Voluntad divina y en consecuencia la total destrucción del vehículo causal. Segundo, no debe inferirse que todos los miembros del grupo deben ser discípulos que están en proceso de recibir la cuarta [i224] iniciación. Un grupo puede estar formado por discípulos e iniciados de todos los grados, pero entre ellos debe haber por lo menos uno que haya recibido la iniciación de la crucifixión. Lo imprescindible de esto se halla simbolizado en la estrecha relación existente entre Jesús, cuando recibió la iniciación, y el Cristo, que la había recibido en una vida anterior. Cuanto más diversificado sea el grupo más ricas serán su vida y posibilidades. No olviden esto. Podría dar una indicación sobre este difícil tema. Cuando se han obtenido los resultados del primer punto de tensión, antes de la emisión de la Palabra, los iniciados de cuarto grado del ashrama prestan su ayuda y hacen lo posible para que el grupo logre la meta. Tercero, debe observarse que he dado mucho en forma resumida y he agregado mayor y nueva información acerca de la cuarta iniciación. Lo que he dicho es aplicable tanto al aspirante individual como al grupo, en busca de la iniciación. Lean con mucha atención todo lo que he dicho y recuerden que aún no pueden distinguir entre lo simbólico y lo que puede ser real. Así se protegen los secretos de la iniciación. Siempre rige una regla muy sencilla para obtener el conocimiento y la realización. La Gran Renunciación sólo es posible cuando la práctica de las pequeñas renunciaciones rige la vida del discípulo y la del grupo. La renunciación a la ambición, a las ataduras de la personalidad y a todo lo que obstaculiza el progreso, a medida que se va revelando al ojo del alma, establece un sólido cimiento para la grande y final trasferencia, basada en la renunciación de todo aquello que durante eones ha significado belleza, verdad y bondad, y fue considerado como la ultérrima meta de todo esfuerzo aspiracional. La tentativa de ver lo que está por delante y más allá de la aparente finalidad de la fusión del alma, enfrenta a los discípulos, y actualmente algunos de ustedes se cuentan [e191] entre ellos; que todos penetren más allá del velo del alma, que eventualmente vean el velo "rasgado de arriba abajo" y estén capacitados para exclamar, a la par de quienes poseen el mismo grado "consumado es", constituye mi más ferviente esperanza. Entonces se abrirá para ustedes y para otros, el Camino de [i225] Evolución Superior, y la gloria del Señor se verá en una nueva luz -luz que oscurecerá y eclipsará todas las metas y visiones anteriores.
|
|||
|
|||
|
|||
|
|||
|
|||
Esta obra está bajo una licencia de: Los Libros Azules © 2010 — info@libros-azules.org |