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CAPITULO SEGUNDOCausas que Emanan de la Vida Grupal |
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[e169][i221] AL CONSIDERAR LA ENFERMEDAD y sus causas básicas, hemos tratado particularmente las que conciernen a nuestra raza aria y a la humanidad moderna, que son mayormente de origen astral y podrían describirse como de naturaleza atlante. También hemos considerado brevemente las diversas enfermedades que se originan en el plano mental; éstas son más estrictamente arias e involucran los males a que los discípulos están propensos. Las enfermedades infecciosas y las que son fundamentales a la sustancia planetaria tienen un poderoso efecto sobre las razas más antiguas de nuestro planeta (que aún se hallan entre nosotros) y están relacionadas con esos especímenes de la raza lemuria que van desapareciendo rápidamente; la raza negra está especialmente predispuesta a las epidemias infecciosas. No intento en este tratado encarar, desde el punto de vista patológico, ninguna de las enfermedades consideradas, ni prestar atención a la fisiología del paciente. Eso está fuera de mí jurisdicción. Sin embargo, procuro indicar los orígenes de algunas enfermedades, llamar la atención sobre la primordial importancia del sistema glandular, y relacionar con la sabiduría occidental, hasta donde es apropiado e inteligente, algunas de las teorías orientales respecto a los centros. Más adelante indicaré algunas condiciones básicas humanas que deben ser cambiadas, si se quiere aplicar correctamente el verdadero trabajo de curación, y luego espero dar alguno de los métodos con los cuales el curador podrá llevar a cabo el trabajo, que estará de acuerdo [i222] con la información del caso y ayudará en el proceso de restauración. El problema de la enfermedad ha aumentado hoy grandemente debido a que en la raza aria, que ahora predomina en el planeta, ha tenido lugar la primera aparición verdadera y externa, en el plano físico, de la síntesis básica de la humanidad, que -en su mejor forma- nos proporciona una idea de lo que será la siguiente y principal raza-raíz, la sexta. Los matrimonios efectuados entre los ciudadanos de distintas naciones y entre razas, la mezcla de sangre durante cientos de años –debido a la emigración, los viajes, [e170] la educación y la unidad mental- ha hecho que no existan en la actualidad tipos raciales verdaderamente puros. Esto es mucho más veraz de lo que creen los más eruditos, si consideran la larga historia del género humano. Las relaciones sexuales no conocen barreras impenetrables y los pueblos poseen hoy la estirpe y la sangre de todas las razas, y esto (como resultado de la guerra mundial 1914-1945) se irá acrecentando. Dicho desarrollo, en definitiva, forma parte del plan divino, no importa cuán indeseable puede parecer a quienes idealizan la pureza de las relaciones, ni cuán despiadadamente es aplicado en los momentos actuales. Ya se ha producido algo que está predestinado y no puede ser evitado. El impulso de aparearse llega a ser peculiarmente fuerte cuando los hombres se hallan lejos del ambiente familiar y experimentan la novedad de una total soledad; cuando las inhibiciones normales, las costumbres impuestas por las relaciones familiares o las normas nacionales son removidas; cuando enfrentan constantemente el peligro de muerte; cuando los valores mayores anulan a los menores y a las actitudes comunes convencionales, y cuando el organismo físico ha sido entrenado y llevado, por medio de procedimientos científicos y una fuerte alimentación, a la más elevada eficiencia física. Hablo en términos de efectividad física y no de eficiencia mental, que puede ir o no paralela a la primera. [i223] Los instintos animales son por lo tanto poderosos; los centros ubicados abajo del diafragma se energetizan peculiarmente; las demandas emocionales vitalizan enormemente el centro plexo solar, y el centro en la base de la columna aumenta la actividad de las glándulas adrenales cuando la voluntad del hombre es llamada a actuar a fin de vencer el peligro; la voluntad de vivir con su similar, la voluntad de perpetuarse en los propios hijos, es fomentada poderosamente. A esto también debe agregarse, como un derivado principal de la guerra, la voluntad de la naturaleza misma, actuando (de acuerdo a ciertas leves divinas) para equiparar las pérdidas de vidas y las bajas de la guerra, mediante una nueva afluencia de vida hacia la forma, preservando así a la raza humana, proporcionándole cuerpos para la siguiente oleada de egos y en esa forma poblar la tierra. Con esto sólo trato de explicar los fenómenos que pueden ser observados durante los tiempos de guerra, y en la guerra mundial se ha podido observar en gran escala. Los ejércitos del mundo se hallan en todas partes, diseminados por todos los países; la transmigración racial es un factor universal, desde el ángulo de la necesidad militar y de las penurias de los civiles que han sido arrollados por la guerra. Este movimiento de millones de hombres, en todas partes, constituye uno de los factores principales que condicionarán la nueva civilización, y su importancia se basa en el hecho de [e171] que en el término de veinticinco años hombres y mujeres serán una raza híbrida, cuyos padres y madres pertenecerán a todas las naciones imaginables; padres blancos habrán tenido relaciones físicas con mujeres de origen asiático o africano, produciendo una mezcla de sangre que -si se la reconoce, maneja y desarrolla correctamente y con comprensión, desde el ángulo educativo- expresará la naturaleza en embrión de la sexta raza raíz, la cual será realmente la HUMANIDAD sin barreras raciales o nacionales, ni seudas y exclusivas castas de sangre pura, pero con un nuevo y viril sentido de la vida, debido a la mezcla de linajes más fuertes con otros más débiles [i224] y agotados, y de las estirpes raciales más nuevas con las antiguas y más desarrolladas. Nada tengo que argumentar sobre la forma en que esto es llevado a cabo. Podría haber acontecido sin la guerra, por la convicción de que todos los hombres son iguales y humanos y que la mezcla de las razas podría resolver muchos problemas; no obstante, la guerra ha acelerado el proceso y los soldados de todos los ejércitos del mundo tienen relaciones físicas con mujeres de todas las razas, civilizaciones y color. Esto debe producir, ya sea que se lo considere correcto o erróneo, de acuerdo al código ético y a las normas del observador, una situación totalmente nueva que deberá enfrentar el mundo del futuro e inevitablemente debe derribar los prejuicios nacionales y las barreras raciales -las primeras producirán mayor efecto que las últimas, durante las etapas iniciales. Una humanidad más homogénea aparecerá también inevitablemente durante los cambios, en los próximos cien años. Muchas actitudes y reacciones habituales que prevalecen todavía hoy, desaparecerán y aparecerán en gran escala, tipos, cualidades y características, de las cuales hasta ahora no tenemos precedentes. Aunque a las personas conservadoras y llamadas estrictamente “morales” no les agrade este acontecimiento mundial, no afecta para nada la cuestión. Ello ha sucedido y está sucediendo diariamente, y materialmente traerá cambios de gran alcance. Estas relaciones y mezclas interraciales siempre han sucedido en pequeña escala e individualmente, y ahora suceden en gran escala. Debemos prepararnos para los resultados que esto producirá. Como bien saben, existen hoy ciertas enfermedades numéricamente predominantes en el mundo y son: 1. Varios tipos de enfermedades cardíacas, que afectan particularmente a la humanidad avanzada. 2. Demencia. [i225] 3. Cáncer, que tanto prevalece en todos los tipos de hombres. 4. Enfermedades sociales de naturaleza sifilítica. 5. Tuberculosis. [e172] En forma sutil y oculta, estas enfermedades se deben a dos causas básicas: Una es la estrecha interacción, entre las personas que viven bajo condiciones modernas, y su hacinamiento en ciudades y pueblos; la otra se debe a la edad del suelo en que el hombre vive (un hecho poco reconocido o considerado), pues está profundamente impregnado de gérmenes y residuos de eras pasadas. La inmunidad del hombre es algo asombroso si sólo se dieran cuenta; resiste y se desembaraza constante y continuamente de todo tipo de enfermedades, las que son resultado del contacto con otros individuos, las que prevalecen en la atmósfera misma, en cualquier época, las que están latentes en su propio organismo corpóreo y las heredadas, a las cuales está constantemente predispuesto. La lucha del hombre por la salud es incesante e interminable, abarcando, desde la fatiga común y el cansancio, más la universal tendencia a resfriarse, a las enfermedades mortales, terminando con la muerte. Para el ocultista observador entrenado, parecería que toda la humanidad deambulara parcialmente en una densa sombra que engolfa a la raza, y parte de ella cubre una zona del cuerpo de todo ser humano. Uno de los propósitos de la nueva era consistirá en “iluminar esta sombra y guiar a las personas hacia la fortaleza que otorga la verdadera buena salud”. Esta misma sombra penetra también dentro del reino mineral, afecta al reino vegetal e involucra además a los animales; es una de las causas principales de todo aquello que puede ser clasificado bajo el nombre de “pecado”, y esto quizás sorprenda. Es también la fértil simiente del crimen. Esta realidad debe ser aceptada, adecuadamente considerada y manejada racional, sensata, inteligente y [i226] espiritualmente; se requerirán los factores mencionados para sacar a la humanidad fuera de la oscuridad de la enfermedad y llevarla a una estable y radiante salud. Algunos Maestros se ocupan de este problema en relación con otros reinos de la naturaleza, pues el hombre no podrá evadirse mientras su medio ambiente esté aún bajo la sombra de la enfermedad. Gran parte de lo que pueda decir sobre esto parecerá fantasioso y se mofarían los cientistas cerrados. Las teorías que sostiene el género humano acerca del origen de las enfermedades, y el reconocimiento de las bacterias, gérmenes y otros intrusos organismos similares, son mayormente correctos, sólo si se tiene en cuenta de que en realidad son efectos de causas que el investigador no ha tocado y que están ocultas en la historia del planeta y en la historia racial del pasado -de la cual poco o nada se sabe. Aquí imperan las presunciones y conjeturas. 1. ENFERMEDADES DE LA HUMANIDAD, HEREDADAS DEL PASADO [e173] La historia, tal como se la estudia hoy, se interna muy poco en el pasado y aunque los historiadores y científicos esclarecidos pueden retrotraer la historia de la humanidad hasta millones de años; nada se sabe acerca de las razas humanas que vivieron millones de años atrás, nada se conoce de la civilización que floreció en los primeros tiempos atlantes hace doce millones de años; tampoco nada absolutamente se sabe de la antigua civilización lemuria que existió hace más de quince millones de años, y aún menos se conoce de aquel período crepuscular que existió hace veintiún millones de años, cuando los hombres apenas eran humanos, y estaban tan estrechamente relacionados con el reino animal, que les damos el engorroso nombre de “hombre-animal”. Durante el vasto periodo transcurrido entre entonces y ahora, han vivido, amado y experimentado millones de personas; sus cuerpos han vuelto al polvo de la tierra y [i227] cada uno ha contribuído con algo de lo adquirido durante la experiencia de la vida -sin embargo distinto de lo que ha contribuído a la vida del alma en su propio plano. Esta contribución ha alterado en cierta forma los átomos y células del cuerpo físico, y a su debido tiempo lo adquirido ha sido liberado nuevamente al suelo del planeta. Cada alma que se retiró del cuerpo, ha vuelto repetidas veces a la tierra, y muchos millones de ellas están hoy aquí, particularmente aquellas que estuvieron presentes en los últimos días de la época atlante y constituyen la flor y el producto más elevado de esa raza altamente emocional. Traen consigo las predisposiciones y las tendencias innatas con que su historia pasada los ha dotado. En consecuencia deberá tenerse en cuenta que los cuerpos físicos que ahora ocupa la humanidad están construídos de sustancia muy antigua, la cual se halla contaminada o condicionada por la historia del pasado. A este concepto debemos agregar otros dos: Primero, esas almas que encarnan, atraen hacia sí el tipo de materia con la cual deben construír sus envolturas externas que responderán a algún aspecto de su naturaleza más sutil; por ejemplo, si las condiciona el deseo físico, la materia de su vehículo físico responderá en gran parte a este anhelo particular. Segundo, cada cuerpo físico lleva en sí la simiente de una inevitable retribución, si se abusa de sus funciones. El gran pecado original en tiempos de lemuria fue de naturaleza sexual, y no sólo se debía a las innatas tendencias sino a la extraordinariamente densa población de su civilización y a la estrecha relación con el reino animal. En esa época originaron las enfermedades sifilíticas. Los ignorantes piensan ingenuamente que las razas primitivas [e174] están libres de ese tipo de contaminación y que muchas enfermedades sexuales y sus resultados, son preponderantemente enfermedades de la civilización. Esto no es así [i228] desde el punto de vista ocultista. El verdadero conocimiento comprueba ser lo contrario. En la infancia de la raza se produjeron erróneos apareamientos, promiscuidad y una serie de perversiones; de acuerdo a las palabras de algunos de los más antiguos libros, que existen en los Archivos de los Maestros, leemos: “La tierra cobró su tributo y la tierra lo hizo con la tierra, contaminada e impura, volviendo a la tierra; entonces la vida pecaminosa penetró en la prístina pureza de la antigua madre. En lo más profundo del suelo se halla el mal, emergiendo a la forma de vez en cuando; sólo el fuego y el sufrimiento pueden purificar el mal que la madre ha trasmitido a sus hijos”. La raza lemuria prácticamente se destruyó a sí misma por el abuso del centro sacro, que entonces era el más activo y predominante. En los días atlantes el centro plexo solar fue el objetivo principal del “fuego entrante”. El trabajo de la Jerarquía en días de lemuria fue, como ya dije en otra parte, enseñar a la infantil humanidad la naturaleza y el sentido y significado del vehículo físico, y así como en la siguiente raza fue fomentado el emocional y constituyó el objeto de mayor atención, en nuestra raza la mente es sometida a la estimulación. El iniciado en la época de lemuria había logrado controlar completamente el cuerpo, y el hatha yoga era la principal práctica espiritual. Éste a su vez, con el tiempo, fue reemplazado por el laya yoga, que puso en actividad funcionante los centros del cuerpo etérico (excepto el centro laríngeo y el coronario). Éste no es el tipo de actividad que se debe practicar ahora, pues, como recordarán, el Maestro de esos días no tenía el desarrollo ni la comprensión de los Maestros actuales, las únicas excepciones fueron Aquellos que habían venido de otros esquemas y esferas para ayudar al hombre animal y a la humanidad primitiva. A. Enfermedades venéreas y sifilíticas. Paralelamente a la actividad de la Gran Logia Blanca [i229] (tal como sucedió entonces y sucede hoy) había una actividad de las fuerzas oscuras. Debían producir sus efectos por intermedio del centro sacro, estableciéndose una situación extremadamente viciosa, que debilitó el vigor del cuerpo humano, acrecentó grandemente las exigencias de la naturaleza sexual por la estimulación del centro sacro, producido artificialmente por la Logia Negra, lo cual trajo como consecuencia numerosas alianzas impías y una amplia difusión de relaciones malignas. [e175] Entonces el Logos planetario impuso una grande y nueva ley de la naturaleza, expresada (muy inadecuadamente) por las palabras “el alma que peca, morirá”. Esta ley podría ser mejor expresada con las palabras, “Quien abusa de lo que ha construido, lo verá derrumbarse por las fuerzas internas que contiene”. A medida que transcurrieron los siglos y la raza lemuria se sometió a los malvados impulsos de la naturaleza animal, aparecieron gradualmente los primeros tipos de enfermedades venéreas; oportunamente toda la raza fue contaminada y produjo su desaparición; la naturaleza cobró sus tributos y exigió inexorablemente su precio. Cabe aquí interrogarse ¿cómo estos primitivos habitantes de nuestro planeta pudieron ser responsables, puesto que no existía pecado donde no había sentido de responsabilidad ni conciencia de obrar mal? La Jerarquía en esos días tenía sus propios métodos de enseñanza para estos pueblos infantiles, así como se puede enseñar al niño en los primeros años a no adquirir ciertos hábitos físicos. En aquel entonces la humanidad sabía muy bien lo que era el mal, porque se puso en evidencia físicamente y era fácil percibirlo. El castigo fue obvio y los resultados inmediatos; los Instructores de la raza procuraron que la causa y el efecto fueran observados rápidamente. En esa época también aparecieron las primeras tendencias al matrimonio, algo distinto de la promiscuidad; la creación de unidades de familia se convirtió en objeto de atención y [i230] constituyó la meta para los más evolucionados. Ésta fue una de las primeras tareas emprendidas por la Jerarquía y el primer esfuerzo para realizar cualquier tipo de actividad grupal, impartiendo la primera lección acerca de la responsabilidad. La unidad familiar no era estable como puede serlo hoy, pero aún su relativamente breve comienzo fue un gran paso adelante; la segregación del ente familiar y el desarrollo del sentido de responsabilidad han continuado firmes hasta culminar en nuestro actual sistema matrimonial y en la acentuación, en Occidente, de la monogamia; ha conducido al orgullo occidental acerca del linaje y la alcurnia, al interés por las genealogías y vinculaciones y al intenso horror que siente el pensador occidental por las enfermedades sifilíticas, puesto que afectan a la familia y su descendencia. Sin embargo, dos cosas muy interesantes están aconteciendo hoy. La unidad de la familia, en escala mundial, está siendo destruída debido a los azares de la guerra y -en menor escala- a los modernos puntos de vista concernientes al matrimonio y al divorcio. También se están descubriendo rápidas y definidas curaciones de las enfermedades sexuales, lo cual hace que la gente tienda a ser más insensata. Sin embargo, cuando la curación sea perfecta, a la larga salvaguardará a la raza y después de la muerte devolverán [e176] al suelo cuerpos libres de toda plaga que ha contaminado la tierra durante infinitas edades. Así se producirá una gradual purificación del suelo. La cremación también ayudará en este proceso de purificación. La destrucción por el fuego y la intensidad del calor engendrado por la aplicación de los métodos militares, también están ayudando, y durante el próximo millón de años veremos que la sífilis (heredada desde lemuria) desaparecerá, tanto de la familia humana como del suelo del planeta. En el trascurso de las épocas la humanidad entró en la etapa atlante de desarrollo. El control consciente del cuerpo físico quedó bajo el umbral de la conciencia; el cuerpo etérico se hizo en consecuencia más poderoso [i231] (un hecho que frecuentemente no es considerado) y el cuerpo físico como un autómata reaccionó acrecentadamente a la impresión y orientación impuestas por la naturaleza deseo en constante desarrollo. El deseo se trasformó en algo más que una simple respuesta al impulso físico animal y a los instintos primitivos; se dirigió hacia objetos y objetivos extraños al cuerpo, hacia las posesiones materiales y aquello que (al ser visto y codiciado) podría poseer. Así como los principales pecados de la época lemuria (si se los puede llamar pecados en su verdadero sentido, teniendo en cuenta la poca inteligencia de la raza) se cometían por el abuso del sexo, análogamente el mayor pecado de los atlantes fue el latrocinio, muy difundido y general. Los gérmenes de la agresión y la adquisición personal comenzaron a manifestarse, culminando en la gran guerra (relatada en La Doctrina Secreta) entre los Señores de la Faz Luminosa y los Señores de la Faz Oscura. Para apoderarse de lo que codiciaban y creían necesario, los más evolucionados de esa raza comenzaron a practicar magia. Me resulta imposible delinear la naturaleza y las prácticas de la magia de los atlantes, ejerciendo control sobre los elementales y las formas de vida que ahora han sido obligadas a retroceder a su guarida, y son inaccesibles a la humanidad; tampoco puedo indicar los métodos especiales empleados para adquirir lo deseado, las palabras de poder pronunciadas y los rituales cuidadosamente planeados, seguidos por quienes buscaron enriquecerse y posesionarse de lo que deseaban, sin tener en cuenta a costa de quién lo hacían. Este trabajo mágico constituía la parodia de la magia blanca tan abiertamente utilizada en esos días, antes de la gran guerra, entre las Fuerzas de la Luz y las Fuerzas del Mal. La correcta magia era muy conocida por el pueblo atlante y utilizada por los Miembros de la Jerarquía, a quienes se les había confiado la orientación de la raza, y Ellos combatían el desenfrenado mal en las esferas superiores. Este mismo mal, nuevamente en son de guerra, está siendo [i232] combatido por los hombres de buena voluntad bajo la dirección de la Gran Logia Blanca. El colmo del lujo fue alcanzado [e177] en la Atlántida, de la cual nuestra jactanciosa civilización nada sabe ni nunca ha igualado. Algunos tenues indicios de ello nos han llegado de las leyendas del antiguo Egipto, de los descubrimientos arqueológicos y de los viejos cuentos de hadas. Se produjo un resurgimiento de la maldad y agravios puramente atlantes en los días de la decadencia del Imperio Romano. La vida fue mancillada por la miasma del egoísmo más abyecto, y las fuentes mismas de la vida fueron contaminadas. El hombre vivía y respiraba únicamente para poseer el máximo lujo y la mayor cantidad de cosas y bienes materiales. Fueron sofocados por el deseo y acicateados por la idea de no morir nunca, vivir eternamente y adquirir todas las cosas que deseaban. B. Tuberculosis. En la situación anteriormente mencionada hallamos el origen de la tuberculosis. Originó en los órganos que el hombre posee para respirar y vivir y fue impuesta como castigo por la Gran Logia Blanca; los Maestros promulgaron una nueva ley para el pueblo atlante cuando los vicios de lemuria y la codicia atlante llegaron al grado más despiadado. Esta ley puede ser traducida en los siguientes términos: “Quien sólo vive para los bienes materiales, quien sacrifica toda virtud con el fin de adquirir lo imperdurable, morirá en vida, encontrará que le falta el aliento y, sin embargo, rehusará pensar en la muerte hasta que le llegue el llamado.” Resulta difícil en estos días apreciar o comprender el estado de conciencia de los atlantes. No existían procesos mentales, excepto entre los conductores de la raza; únicamente prevalecían los despiadados e insaciables deseos. Esta acción de la Gran Logia Blanca obligó la imposición de dos premisas y enfrentó a la raza con dos problemas [i233] hasta entonces incomprendidos. El primero fue que las actitudes psicológicas y los estados de conciencia pueden traer y traen condiciones fisiológicas, buenas y malas. El segundo, que por primera vez los pueblos debían reconocer el fenómeno de la muerte -muerte que ellos mismos produjeron en forma nueva y no únicamente por medios físicos. Esto tuvo que ser dramatizado en forma definidamente objetiva, porque aún las masas no respondían a la enseñanza verbal sino sólo a los eventos visuales. Cuando vieron que una persona particularmente inclinada al robo comenzaba a sufrir una horrenda enfermedad que parecía surgir de dentro de sí mismo y -mientras sufría- mantenía su amor por la vida (como lo hacen hoy los tuberculosos), enfrentaron otro aspecto o forma de la ley original (impuesta en tiempos de lemuria) que decía: “El alma que peca, morirá”. La muerte hasta [e178] entonces había sido aceptada sin protesta alguna, como el destino de todas las cosas vivientes, pero desde ese momento, por primera vez, la relación mental entre la acción individual y la muerte fue reconocida -aunque todavía en forma tenue y débil- y la conciencia humana dio un gran paso adelante. El instinto no pudo manejar esta situación. La muerte es una grande y universal herencia; todas las formas mueren, porque esa es ley de la vida, hablando paradójicamente. Ha llegado el momento de enseñar a la raza que la muerte puede ser el fin de un ciclo y una automática respuesta a la Gran Ley de los Ciclos, que continuamente instituye lo nuevo y destruye lo viejo, o puede producirse por el abuso del cuerpo físico, por la mala aplicación de la energía y por la deliberada acción del hombre mismo. El hombre que deliberadamente peca y psicológicamente se equivoca en sus actitudes y consiguientes acciones, comete un suicidio, como el hombre que premeditadamente se hace volar los sesos. Pocas veces esto es comprendido, pero la verdad se irá haciendo cada vez más evidente. [i234] Un mandato bíblico nos recuerda que los pecados de los padres se extenderán a los hijos, afirmación literal acerca de las enfermedades que la humanidad ha heredado de la raza lemuria y atlante. La sífilis y la tuberculosis han prevalecido ampliamente durante la primera mitad de la raza aria, en la cual nos hallamos, y hoy no sólo afectan a los órganos de la procreación o a los pulmones (tal como sucedió en las primeras etapas de su aparición), sino que han involucrado ahora la corriente sanguínea y en consecuencia todo el organismo humano. Mucho se ha hecho durante los últimos cincuenta años para controlar la gran enfermedad atlante de la tuberculosis, por medio de una vida sencilla, alimentos sanos y abundantes y aire puro. Mucho se esta haciendo para controlar, finalmente, las enfermedades sifilíticas, y ambas serán eventualmente extirpadas, no sólo por el tratamiento sano y los descubrimientos de las ciencias médicas, sino porque la raza -a medida que se polariza más mentalmente- podrá encarar el problema desde el ángulo del sentido común, y decidirá que el pecado físico exige un castigo demasiado severo y que no vale la pena poseer lo que no se ha merecido ni se ha necesitado y en consecuencia no le pertenece. Alrededor de estas ideas básicas se libró la guerra mundial (1914-1945). A la posesión ilegal de las tierras, territorios, bienes y pertenencias, denominamos agresión; pero en principio es lo mismo que violar, hurtar, robar. Hoy estos males no constituyen faltas y pecados individuales, sino que pueden ser características nacionales; la guerra mundial ha hecho surgir este problema a la [e179] superficie de la conciencia humana y la antigua lucha atlante se está librando amargamente con la probabilidad de que esta vez la Gran Logia Blanca triunfe. Esto no fue así en el primer conflicto. En ese entonces la guerra finalizó por la intervención del Logos planetario y esa [i235] antigua civilización descendió a las profundidades y fue sepultada por las aguas -símbolo de pureza, salubridad y universalidad, y por lo tanto un final apropiado para “una raza tuberculosamente orientada”, como los Maestros la han llamado. La muerte producida por inmersión y la muerte por confusas causas físicas, las cuales no se me permite describir, han sido probadas en el esfuerzo por salvar a la humanidad. Hoy se aplica la técnica de la muerte por el fuego, y promete ser exitosa. En contradicción con las grandes crisis de Lemuria y Atlántida, la humanidad ya posee una mentalidad más alerta, reconoce las causas de las dificultades, ve con más claridad los móviles, y la voluntad al bien y el anhelo de cambiar las condiciones malignas del pasado es más fuerte que nunca. Lo que la conciencia pública está comenzando a manifestar hoy es algo totalmente bueno y nuevo. Las razones subjetivas dadas para justificar la aparición de estas dos enfermedades raciales tan antiguas, puede parecerle, a quien no conoce esoterismo, como posibles pero no probables, ilusorias y de naturaleza demasiado ambigua. Ello es inevitable. Estos dos grupos de enfermedades son tan antiguos en su origen, que las he denominado inherentes a la vida planetaria misma y herencia de toda la humanidad, pues en cada uno de nosotros el quebrantamiento de ciertas leyes producirá esas enfermedades. Si quisiera podría llevar al lector aún más atrás, al reino del mal cósmico, tal como prevalece en nuestro sistema solar y afecta al Logos planetario, que aún se cuenta entre “los Dioses imperfectos”. La forma externa del planeta a través del cual Él se expresa, está impregnada, hasta cierta profundidad, con las simientes y gérmenes dee ambas enfermedades; no obstante, a medida que se logre la inmunidad y se desarrollen los métodos de curación, que la medicina preventiva ocupe su debido lugar y que el hombre llegue a acrecentar el control mental y egoico de las naturalezas animal y de deseos, tales sufrimientos humanos desaparecerán y (no importa lo que las [i236] estadísticas puedan decir) están desapareciendo de esas zonas más controladas de la familia humana. A medida que la vida de Dios (expresándose como divinidad individual y universal) palpita más poderosamente a través de los reinos de la naturaleza, estos dos castigos de la pecaminosidad no serán necesarios y desaparecerán inevitablemente, por tres razones: 1. La humanidad se está orientando frecuentemente hacia la luz, y “la luz disipa el mal”. La luz del conocimiento y el [e180] reconocimiento de las causas producirán esas condiciones cuidadosamente planeadas, que harán desaparecer las enfermedades sifilíticas y la tuberculosis. 2. Los centros ubicados abajo del diafragma estarán sometidos a un proceso de purificación y elevación; será controlada la vida del centro sacro y la energía usualmente enfocada allí será utilizada en forma de vida creadora por medio del centro laríngeo; el centro plexo solar elevará su energía al corazón, entonces desaparecerá la tendencia humana al egoísmo. 3. La curación total, alcanzada por la ciencia, pondrá fin gradualmente a todo contagio. Otra razón que pondrá fin a los deseos y a las prácticas y métodos de vida causantes de estas enfermedades, es aún poco conocida; Cristo se refirió a ella cuando habló de la época en que ningún secreto permanecería oculto, y de cuando todos los secretos se proclamarían desde los tejados. El desarrollo de la captación telepática y de los poderes síquicos, como la clarividencia y clariaudiencia, oportunamente tenderán a evitar que la humanidad peque privadamente. Los poderes que emplean los Maestros y los Iniciados superiores para comprobar el estado síquico y la condición física de la humanidad, su cualidad y conciencia, ya comienzan a [i237] manifestarse en la humanidad avanzada. La gente pecará, cometerá malas acciones y satisfará los deseos desordenados, pero lo sabrán sus semejantes y nada podrán hacer en secreto. Alguna persona o grupo se dará cuenta de las tendencias de la vida del hombre y hasta de los incidentes en los que satisface alguna exigencia de su naturaleza inferior, y esta posibilidad actuará como un poderoso freno -mucho más poderoso de lo que pueden imaginar. El hombre es en realidad el custodio de su hermano, y esta custodia significa conocerlo y aplicar “el ostracismo y las sanciones” -así se dice cuando se aplican sanciones a las naciones. Quisiera que reflexionen sobre estos dos modos de encarar las malas acciones. Serán aplicados casi automáticamente por otros individuos y grupos, como algo de buen gusto, buenos sentimientos e intenciones, y de esta manera el crimen y la tendencia a la maldad prácticamente serán desarraigados. Se llegará a comprender que la criminalidad se basa en alguna forma de enfermedad, en la carencia o sobrestimulación glandular, que a su vez se funda en el desarrollo o subdesarrollo de cualquiera de los centros. Una iluminada opinión pública -que conozca la constitución del hombre y la gran Ley de Causa y Efecto- tratará la criminalidad con procedimientos médicos, correctas condiciones ambientales y penalidades de ostracismo y sanciones. No dispongo de tiempo para extenderme sobre este tópico, pero tales sugerencias les proporcionará tema para reflexionar. [e181] C. Cáncer. Ahora entraremos a considerar el acrecentamiento rápido de esa típica enfermedad atlante que denominamos cáncer. Hemos hablado de una enfermedad básica muy difundida, relacionada con el cuerpo físico y hemos tratado superficialmente otra que es producto de la naturaleza de deseos. El cáncer, en el [i238] actual siglo ario, es definidamente el resultado de la actividad de la mente concreta inferior y del estímulo que puede ejercer la mente sobre el cuerpo etérico. Ésta es la principal enfermedad incidental al estímulo, en lo que concierne a las masas arias, así como las enfermedades cardíacas se deben también al estímulo, afectando grandemente a las personas evolucionadas, quienes -debido a su liderazgo e interés en los negocios- a menudo sacrifican sus vidas y sufren el castigo por la energía mal aplicada y excesivamente concentrada, desarrollando por ello diversas formas de perturbaciones cardíacas agudas. Los discípulos e iniciados están propensos también a sufrir de esta enfermedad, debido a que entra violentamente en actividad el centro cardíaco. En un caso, la energía de la vida que afluye a través del corazón se emplea más allá de toda tolerancia humana, al manejar los asuntos humanos; en otro, el centro cardíaco se abre y la tensión ejercida sobre el órgano del corazón es demasiado grande, sobreviniendo la enfermedad cardíaca. Una tercer causa se debe al prematuro o deliberado planeamiento de elevar la energía del plexo solar al corazón, ejerciendo así una inesperada tensión sobre él. Lógicamente estoy haciendo amplias generalizaciones; posteriores evidencias demostrarán los tipos de actividad que evocarán las correspondientes dificultades en el corazón. Las enfermedades del corazón aumentarán grandemente a medida que entramos en la nueva raza raíz, particularmente durante el intervalo en que se aceptará la realidad de los centros, su naturaleza y cualidades y, en consecuencia, serán objeto de atención entrenada. La energía sigue al pensamiento, y este enfoque mental sobre los centros producirá inevitablemente su sobrestimulación, y ello a pesar del cuidadoso desarrollo de la Ciencia de los Centros, lo cual es inevitable debido al nerviosismo y al desarrollo desequilibrado del hombre. Posteriormente este estimulo será regulado y [i239] controlado, y el corazón estará sometido únicamente a una tensión general, conjuntamente con los otros centros. El cáncer es una enfermedad muy definidamente relacionada con los centros, y hallaremos que el centro en la zona donde existe el cáncer está excesivamente activo, con el consiguiente acrecentamiento de la afluencia de energía a través de la sustancia corpórea [e182] relacionada. La energía y el sobrestímulo de un centro no sólo puede ser el resultado de la actividad del centro y su consiguiente radiación, sino de la supresión impuesta por la mente sobre cualquier actividad de determinado centro. Esto produce una acumulación de energía, y por lo tanto tenemos nuevamente la acumulación excesiva de energía, concentrada en una zona particular. Una de las principales fuentes del cáncer, relacionada con el centro sacro y por ende con los órganos sexuales, ha sido la bienintencionada inhibición de la vida sexual, y de todo pensamiento conectado con la vida sexual, por los aspirantes mal orientados; éstos son quienes hallan en la enseñanza de la Edad Media -la vida monástica y el celibato- la línea de menor resistencia. En esa época la buena gente creía que el sexo era algo maligno y pecaminoso, que no debía mencionarse y que constituía una poderosa fuente de perturbación. Las reacciones normales en vez de ser controladas y trasmutadas en actividad creadora eran violentamente suprimidas y todos los pensamientos acerca de la vida sexual reprimidos. Sin embargo, la energía sigue la dirección del pensamiento, con el resultado de que este particular tipo magnético de energía atrajo a un creciente número de células y átomos y de allí el origen de los tumores, quistes y tipos de cáncer, tan prevalecientes hoy. Lo mismo se puede decir acerca de la violenta inhibición, por parte del aspirante, de todas las reacciones emocionales y de los sentimientos. En su esfuerzo por controlar el cuerpo astral recurre a un proceso de directa inhibición y supresión. Esta supresión convierte al centro plexo solar en un gran depósito de energía drásticamente retenida. Cuando no se trasmutan las emociones en aspiración y amor y cuando no hay un control [i240] dirigido, la existencia de esta reserva de vibrante poder produce el cáncer de estómago e hígado y a veces de toda la zona del abdomen. Simplemente menciono estas causas (excesiva actividad de un centro y retención de energía, inexpresada e inhibida) como fructíferas fuentes del cáncer. Como podrán observar, cada caso nos lleva a la realidad de la existencia de los centros y sus efectos fisiológicos. Tanto énfasis se ha puesto sobre las cualidades y características que el hombre desarrollará, cuando los centros estén adecuadamente organizados y dirigidos, que se han pasado por alto los efectos de la energía que reciben y distribuyen en el organismo físico. Dos factores vinculados a los centros y la corriente sanguínea justifican por lo tanto su repetición y atención: 1. La corriente sanguínea es el agente del sistema glandular y a su vez un efecto de los centros; la corriente sanguínea lleva a cada parte del cuerpo esos elementos esenciales de los que sabemos muy poco, responsables de hacer del hombre [e183] psicológicamente lo que es y, en consecuencia, controla físicamente su equipo. 2. La corriente sanguínea es también la vida, llevando a todo el organismo un aspecto de la energía acumulada por los centros que no están directamente relacionados con el sistema endocrino; este aspecto de la energía penetra, mediante su radiación, en la corriente sanguínea y en todas las venas, arterias y capilares dentro de la zona controlada por el centro en consideración. Esta compenetrante energía de vida, localizada y calificada, puede ser dadora de vida o provocadora de la muerte. Todas las enfermedades -excepto las que se deben a accidentes, a heridas que se infectan y a epidemias- pueden ser atribuídas [i241] en última instancia a alguna condición de los centros, y por lo tanto a la energía incontrolada, a la energía excesivamente activa y mal dirigida, o a insuficiente y total carencia, o sino retenida en vez de ser empleada y trasmutada al correspondiente centro superior de energía. El misterio de la sangre aún queda por develarse, pero recibirá acrecentada atención a medida que transcurre el tiempo. La anemia tan prevaleciente hoy, se debe también al exceso de energías. Sólo puedo dar indicaciones generales, establecer causas y dejar al investigador inteligente la tarea de estudiar los efectos después de aceptar como posibles hipótesis las sugerencias que he hecho. Un cuidadoso estudio de las glándulas de secreción interna (y más tarde toda la estructura glandular del cuerpo) y de la corriente sanguínea, establecerá que son la principal fuente de los trastornos físicos; inevitablemente, aunque en forma lenta y paciente, los investigadores se verán obligados a retornar a los centros y llegarán a incluír en sus cálculos un sistema nervioso subjetivo (el sistema subjetivo de los nadis, que subyace en los nervios de todo el cuerpo) y demostrarán que esos factores son responsables de las principales enfermedades y de muchas subsidiarias y desconocidas dolencias que son el flagelo de la humanidad. No obstante, el investigador de mente abierta que comienza por aceptar la realidad de los centros, considerando que posiblemente existan y eventualmente podrán ser demostrados, progresará más rápidamente; las enfermedades serán entonces controladas por el sistema de laya yoga (la ciencia de los centros) que será la forma sublimada del laya yoga de los días atlantes. El estudiante avanzado controlará los centros por el poder del pensamiento. En la yoga del futuro, por medio de la meditación y el alineamiento y las prácticas correctas, los centros serán controlados directamente por el alma -algo muy diferente del control de los centros por la mente y para lo cual la humanidad no está aún preparada. A esto será agregada la [i242] Ciencia [e184] de la Respiración, no los ejercicios de respiración como ahora se enseñan, con sus frecuentes y peligrosos resultados, sino un ritmo respiratorio impuesto por la mente, mediante el cual puede actuar el alma, y sólo requerirá un simple ritmo respiratorio físico que reorganizará los cuerpos más sutiles y llevará a los centros a una ordenada actividad, de acuerdo al rayo y grado de evolución. No consideraré la patología de estas enfermedades. Ya ha sido considerada y tratada extensamente por la medicina común. En esta parte de mi exposición trato de poner el énfasis en las causas subjetivas y en los efectos objetivos, pues ambos deben relacionarse. La actividad -excesiva o insuficiente- de los centros es la causa subjetiva, pero aún no ha sido reconocida, excepto por los esotéricos. Las causas aparentes (que en sí son resultados de una verdadera causa subjetiva) las origina el hombre físico, ya sea en esta vida o en una anterior -punto que dilucidaré más adelante. En lo antedicho he dado mucho para reflexionar, y a medida que cavilan y piensan, estudian los casos y tipos, y también observan las características y cualidades de las personas conocidas, las cuales se manifestarán en alguna forma de eventual enfermedad, entonces vendrá la luz. La necesidad de indicar, sin pasarlas por alto, las fuentes principales de las enfermedades, aunque el tema es demasiado esotérico para que lo capte la inteligencia común, me ha inducido a incluír el segundo punto: 2. ENFERMEDADES QUE SURGEN DE LAS CONFUSAS CONDICIONES PLANETARIAS Evidentemente me es imposible extenderme sobre este tema, porque no puedo dar ni siquiera una leve indicación que pudiera ser susceptible hoy de verificación. Deberán confiar en lo que diré, lo cual depende de lo que creo es reconocido como mi probada veracidad e [i243] integridad. Podría y puedo decir muy poco -sólo lo necesario como para indicar una causa fructífera de las enfermedades, y tan antigua que es inherente a la vida del planeta mismo. Dichas enfermedades no tienen origen subjetivo o sutil, tampoco son resultado de condiciones emocionales ni de procesos mentales indeseables. No son de naturaleza psicológica y por lo tanto no pueden atribuírse a ninguna actividad de los centros. Originan de dentro de la vida planetaria misma y de su aspecto vida, ejerciendo un efecto emanante, directamente sobre los átomos individuales, de los cuales está compuesto el cuerpo físico denso. Es importante recordar este punto. La fuente de cualquier enfermedad de esta naturaleza, inducida por el planeta mismo, se debe principalmente a un impacto externo de ciertas emanaciones vibratorias que, [e185] engendradas en lo más profundo del planeta, provienen de su superficie y hacen impacto sobre el cuerpo físico denso. Estas radiaciones actúan sobre las unidades de energía, que en su totalidad constituyen la sustancia atómica del cuerpo; ellas no tienen conexión alguna con la corriente sanguínea ni con el sistema nervioso, siendo en consecuencia imposibles de detectar o aislar, porque el hombre hoy se halla tan altamente organizado e integrado, que estos impactos externos evocan inmediatamente respuesta del sistema nervioso; los médicos modernos son incapaces de diferenciar entre las enfermedades que surgen del mecanismo interno -tangible o intangible- del propio paciente y las de naturaleza irritante que provienen de lo externo, produciendo efectos inmediatos en el sensible organismo del cuerpo humano. No me refiero aquí a las enfermedades infecciosas o a las contagiosas. Quizás sea de ayuda si señalo que este confuso efecto planetario (oscuro para nosotros, en esta época) sobre el cuerpo físico, es la causa principal de la muerte en lo que respecta a la naturaleza forma estrictamente animal, o las formas de vida que se hallan en los reinos [i244] animal y vegetal, y en grado menor y más lento en el reino mineral. La muerte, en lo que concierne al ser humano, se debe a la intención y al retiro planeado del alma, presionada por su propia intención formulada. En cierta medida esto es verdad para todo aquel que muere, excepto para quienes poseen una inteligencia de grado tan inferior que el alma prácticamente no es más que un agente influyente. Para todos los que mueren, evolucionados o no, las posteriores etapas de la disolución comienzan después del retiro consciente del alma (consciente por parte del alma, y llegando a ser cada vez más consciente la persona agonizante), llevado a cabo por la vida planetaria misma, que posee el poder de conferir la muerte. En el caso de los reinos subhumanos de la naturaleza, la muerte es el resultado directo de esta confusa actividad del planeta. La única idea que puedo dar de su funcionamiento, es que el alma de todas las formas de vida no-humanas es un aspecto inherente a la sustancia, de la cual está construido el planeta; esta alma puede ser abstraída de acuerdo a los ciclos, indeterminados aún por la ciencia pero fijos y seguros en su actuación -independientemente de los grandes accidentes planetarios o la acción directa del cuarto reino de la naturaleza. Este innato poder planetario produce la muerte de un animal y -abarcando toda la evolución- la extinción de una especie; conduce también, con el tiempo, a la muerte de las formas del reino vegetal, siendo una de las causas que ordena el ciclo otoñal del año, produciendo las “marchitas hojas amarillas”, la desaparición del verdor de la hierba y esas cíclicas manifestaciones que no sólo indican muerte, en escala temporaria [e186] y pasajera, sino la total cesación de la vitalidad dentro de una forma. “Épocas de perecimiento” son manifestaciones cíclicas del “aspecto destructor” dentro del planeta mismo. Esto lógicamente son temas difíciles de captar. [i245] Tal actividad radiatoria de la vida planetaria, cíclica por naturaleza y eternamente presente, está estrechamente relacionada con la influencia de primer rayo. Es ese aspecto del Rayo de Voluntad o Poder que produce la disolución de la forma y la corrupción y disipación del vehículo corpóreo hasta ser de nuevo totalmente reabsorbido en la sustancia del planeta. Un concentrado empleo de la imaginación ayudará a descubrir cuán vitalmente constructivo puede ser este agente de la divinidad. La muerte ha estado presente en nuestro planeta desde la noche misma de los tiempos; las formas han venido y desaparecido; plantas, árboles, animales y las formas de los seres humanos han muerto durante incontables eones y sin embargo nuestro planeta no es un osario, como muy bien podría serlo a la luz de estos hechos; pero no obstante sigue siendo motivo de belleza, que no ha sido envilecida ni siquiera por el hombre. El proceso de morir y de disolución y disipación de las formas continúa en todo momento sin producir contaminación contagiosa ni desfigurar la superficie de la tierra. Los resultados de la disolución son de efectos benéficos. Reflexionen sobre esta actividad benefactora y la belleza del plan divino de muerte y desaparición. En lo que respecta al hombre, la muerte adopta dos aspectos de la actividad; el alma humana difiere del alma de las formas no humanas, en que ella constituye una plena y efectiva expresión -en su propio plano- de los tres aspectos divinos; determina, dentro de ciertos límites -basados en el factor tiempo y necesidad espacial-, la entrada y salida de la forma humana. Una vez que ha salido el alma y ha retirado del cerebro el hilo de la conciencia, y del corazón el hilo de la vida, aún persisten ciertos procesos vitales; están ahora bajo la influencia de la vida planetaria, y el elemental físico (la suma total de los átomos vivientes de la naturaleza corpórea) responde a ello. Quisiera que observaran la esotérica paradoja de que la muerte es el resultado de los procesos de la vida. La muerte, o la energía productora de la muerte que emana [i246] del planeta, lleva a cabo la total desintegración del organismo corpóreo, reduciéndolo a sus elementos esenciales -químicos y minerales, además de ciertas sustancias inorgánicas susceptibles de ser absorbidas dentro del suelo del planeta mismo. La muerte, como resultado de la actividad del alma, retira por lo tanto del cuerpo físico, “el cuerpo de luz y los cuerpos sutiles”, dejando la forma densa y sus partes componentes a los procesos benignos del [e187] control planetario. Esta dual actividad produce la muerte -tal como la conocemos desde el ángulo humano. Es necesario aquí puntualizar que esta capacidad del Logos planetario para extraer la esencia de la vida innata en cada átomo, produce lo que podría llamarse deterioración de la estructura de la forma, en cualquier punto desde donde es emitida esta esencia de la vida. Esto trae condiciones que eventualmente se hacen visibles; así la enfermedad y la “tendencia a morir” llegan a ser reconocibles. Por lo tanto, el marchitamiento de una flor, la muerte por vejez de un animal o un árbol, y las numerosas enfermedades del ser humano, son el resultado de la atracción de la poderosa vida del planeta, hablando esotéricamente; esto es un aspecto de lo que erróneamente se denomina la Ley de Gravedad. Esta ley -hablando también esotéricamente- es un aspecto de la Ley de Retorno, que rige la relación de una unidad de vida en la forma con su fuente de emanación. “Polvo eres y al polvo volverás”, es una afirmación de la ley oculta. En la curiosa evolución de las palabras -como todo buen diccionario lo demostrará- la palabra polvo deriva de pulvis, parte menuda y desecha de la tierra, porción de cualquier cosa menuda o reducida a polvo, partículas de sólidos que flotan en el aire, El significado será aparente, siendo notable la secuencia de ideas. Al retirarse el aire o aliento, se produce la desintegración y esto es veraz y significativo. A medida que la vida mayor absorbe a la menor, tiene lugar la desaparición de aquello que la vida ha animado; esto es igual para todas las formas del [i247] reino subhumano, a medida que responden al tirón o a la atracción de la vida planetaria; también atañe a la forma humana cuando reacciona al requerimiento del alma, para devolver su principio de vida al alma, vía el sutratma, y retornar como conciencia a su fuente registradora. En este proceso e interacción, la forma manifiesta los resultados obtenidos por haber sido la receptora de la oleada de vida proveniente del planeta, o la liberadora de esa vida que, de acuerdo a la ley cíclica, vuelve al depósito general de energía viviente. De estas dos reacciones dependen la salud o la enfermedad de la forma, en las distintas etapas y estados de respuesta y bajo la acción de otros factores contribuyentes y condicionantes. Existen tres etapas principales en el ciclo de vida de las formas subhumanas, y también en la forma humana cuando el alma es simplemente una fuerza influyente y no una energía integrada: 1. La etapa de afluencia, de vitalización y crecimiento. 2. La etapa de resistencia, en que la forma preserva su propia integridad durante un ciclo temporario, determinado por su especie y medio ambiente, resistiendo exitosamente toda [e188] “atracción” de la vida omnicircundante y cualquier reabsorción de su vitalidad. 3. La etapa de emisión, donde la atracción de la vida mayor del planeta extrae y absorbe la debilitada vida menor. Este proceso de debilitamiento forma parte de una ley cíclica, como lo insinúa el antiguo adagio: “Los días de vida de un hombre consisten en tres veintenas y una década”. Cuando se atraviesa normalmente un período cíclico general, se producirá, en forma inevitable y gradual, un punto de debilitamiento en los tejidos corporales. Generalmente, la enfermedad o la deterioración de alguna parte de la forma aparece oportunamente, y sobreviene la muerte. La extensión de los ciclos y sus causas determinantes son un profundo misterio y están específicamente relacionados con los diversos reinos de la naturaleza, con las especies, tipos y formas, dentro de ese [i248] conglomerado de procesos vivientes. Tales ciclos sólo son conocidos hasta ahora por los Maestros y por esos iniciados a quienes se les ha confiado la tarea de promover los procesos evolutivos dentro de los reinos subhumanos, y también por los devas cuya tarea consiste en controlar el proceso. Como bien saben, la gran diferencia que existe entre el reino humano en los tres mundos y los otros reinos de la naturaleza, es el libre albedrío. En la cuestión muerte, el libre albedrío tiene, en último análisis, una definida relación con el alma; la voluntad del alma se cumple consciente o inconscientemente, en lo que a su decisión de la muerte concierne, y esta idea contiene en sí muchas implicaciones sobre las cuales los estudiantes harían muy bien en reflexionar. Hemos llegado ahora a otra importante generalización respecto a la enfermedad y la muerte, en relación con la humanidad: LEY VIIIEnfermedad y muerte son el resultado de dos fuerzas activas. Una es la voluntad del alma que dice a su instrumento: “Yo retiro la esencia”. La otra es el poder magnético de la Vida planetaria que dice a la vida dentro de la estructura atómica: La hora de la reabsorción ha llegado. Retorna a mí. Así actúan todas las formas, de acuerdo a la ley cíclica. Aquí se refiere a la disolución normal de la forma, al finalizar un ciclo de reencarnación. Como bien sabemos, en el caso del hombre, este ciclo está determinado por factores psicológicos importantes que pueden acelerar o prolongar la “hora final’, pero sólo hasta cierto punto. El dictamen del alma y el “fíat” de la Vida planetaria son los factores determinantes y finales, excepto en los casos de guerra, accidente, suicidio o epidemias. [e189] El poder de absorción con que está dotado el planeta es, dentro de ciertas limitaciones, enorme; estas limitaciones, [i249] por ejemplo, promueven epidemias como corolario de la guerra. Tales epidemias tienen un grave efecto sobre la raza humana, después que ha terminado el ciclo de guerra y que la consiguiente epidemia desaparece. La humanidad, particularmente en Europa oriental, no se había recuperado completamente de las epidemias, incidentales a la primera parte de la guerra mundial, cuando estalló la segunda fase. Los efectos psicológicos aún continúan; las cicatrices y los resultados de la segunda fase de esa guerra mundial persistirán durante cincuenta años, aunque -debido al mayor conocimiento científico del hombre- el factor epidémico puede ser mantenido dentro de ciertos límites, en forma sorprendente. Esto, sin embargo, aún es incierto. Sólo el tiempo demostrará cuán exitosamente la humanidad neutralizará las penalidades que puede imponer una naturaleza ultrajada. Muchos beneficios serán logrados debido a la creciente costumbre de cremar esas formas que la vida interna ha abandonado; cuando llegue a ser una costumbre universal, veremos una definida disminución de la enfermedad, lo que conducirá a la longevidad y acrecentada vitalidad. El factor resistencia, o el proceso mediante el cual una forma se inmuniza o no responde a la atracción y anhelos planetarios hacia la reabsorción, requiere el expendio de mucha energía. Cuando la vida aumente su potencia dentro de la forma y haya menor reacción a los factores que trasmiten enfermedades, el alma dentro de la forma regirá más plenamente, se expresará con mayor belleza y prestará un servicio más valioso. Esto será verdad algún día en todos los reinos de la naturaleza, y así tendremos una constante radiación, surgiendo de la creciente gloria de la Vida de Dios. 3. ENFERMEDADES RACIALES Y NACIONALES Hasta aquí será evidente que me ocupo principalmente de señalar factores que son el resultado de la historia pasada de la raza, más bien que de dar una explicación específica y detallada de las enfermedades afines [i250] a las distintas naciones. En realidad, no sería posible debido a la superposición y paralelismo que ocurre en cada sector de la vida natural. Ante todo trato de aclarar lo que se debe hacer, respecto a las curaciones preventivas, y realizar en la difícil tarea de neutralizar las condiciones prevalecientes en la tierra, como resultado del mal uso de los poderes naturales, en el pasado. Por lo tanto deberán sanearse esas condiciones presentes en nuestro planeta en gran escala, y en consecuencia no pondré el énfasis sobre lo específico ni lo individual. Estoy también sentando las [e190] bases para dilucidar nuestro próximo tema -la relación de la Ley del Karma con la enfermedad y la muerte y con toda la humanidad. Cuando considere las enfermedades raciales y nacionales no intentaré señalar que: la tuberculosis es en todos los países, exclusivamente una enfermedad de la clase media; que la diabetes es la que más prevalece entre los pueblos del mundo que consumen arroz, y que el cáncer prevalece en Gran Bretaña, mientras que las enfermedades del corazón son la causa principal de la mortandad en Estados Unidos. Tales generalizaciones son al mismo tiempo verdaderas y falsas, como lo son comúnmente las estadísticas, y nada se gana elaborando estos puntos. Todas estas dificultades serán contrarrestadas a su debido tiempo por una mayor comprensión, por el diagnóstico intuitivo de la enfermedad y por el magnífico trabajo de la medicina científica y académica, además de una verdadera comprensión de las correctas condiciones de vida. Prefiero más bien hacer generalizaciones amplias que indicarán las causas, y no acentuaré las consecuencias de tales causas. Por lo tanto, trato de puntualizar que 1. El suelo del planeta es la causa principal de las enfermedades y contaminaciones. Durante incontables eones, los cuerpos de los hombres y de los animales han sido enterrados; el suelo, en consecuencia, está impregnado de los gérmenes y [i251] los resultados de las enfermedades, en una forma mucho más sutil de lo que se cree. En los distintos estratos del suelo y del subsuelo existen los gérmenes de las enfermedades antiguas, conocidas y desconocidas, que pueden todavía producir dificultades virulentas si se presentan condiciones adecuadas. Quiero dejar establecido que la Naturaleza nunca ha dispuesto que los cuerpos deben ser enterrados. Les animales mueren y sus cuerpos retornan al polvo, pero lo hacen purificados por los rayos del sol y las brisas que soplan y dispersan. El sol puede causar la muerte lo mismo que la vida, y los gérmenes y bacterias más virulentos no pueden retener su potencia si se los somete al calor seco de los rayos solares. La humedad y la oscuridad fomentan las enfermedades cuando emanan y se nutren de esos cuerpos a los cuales se les ha extraído el aspecto vida. Cuando, en todos los países del mundo, a las formas muertas se las someta por ley, al “rito del fuego”, y cuando esto se haya convertido en un hábito universal y persistente, entonces veremos disminuír grandemente las enfermedades y tendremos un mundo mucho más saludable. 2. La condición psicológica de una raza o nación, produce como hemos visto, una tendencia a la enfermedad y una disminución de la resistencia a las causas de la enfermedad; puede [e191] engendrar la capacidad de absorber fácilmente contaminaciones malignas. No es necesario que me extienda más sobre esto. 3. Las condiciones de vida en muchos países también fomentan la enfermedad y la mala salud. Viviendas oscuras y hacinadas, casas subterráneas, desnutrición, alimentos inadecuados, malos hábitos de vida y diversas enfermedades profesionales, todas contribuyen con su cuota a la mala salud general de la humanidad. Estas condiciones son universalmente reconocidas, y mucho se ha hecho para neutralizarlas, pero aún mucho queda por hacer. Uno de los buenos efectos, resultado de la guerra mundial, consistirá en obligar a que se lleven a cabo los cambios necesarios, la reconstrucción requerida y la nutrición científica de la juventud de la raza. Los males [i252] físicos nacionales varían de acuerdo con las ocupaciones predisponentes de los pueblos; las enfermedades de una raza de agricultores podrán diferir ampliamente de las de una raza altamente industrializada; las predisposiciones físicas de un marinero varían grandemente de las de un empleado de nuestras grandes ciudades. Estos datos informativos son conocidos por el trabajador social de muchas ciudades y países. Ciertas enfermedades parecen ser estrictamente locales y otras universales en sus efectos; algunas enfermedades van desapareciendo gradualmente y aparecen otras nuevas; otros tipos de enfermedad están eternamente entre nosotros, y aun otros aparecen cíclicamente; algunas son endémicas mientras que otras epidémicas. ¿Cómo ha podido surgir este vasto despliegue de enfermedades y tipos de dolencias corpóreas? ¿Cómo es que algunas razas están predispuestas a sucumbir a un tipo de mal físico mientras que otras son inmunes a él? Condiciones climáticas producen ciertas enfermedades típicas que permanecen estrictamente locales y no existen en ninguna otra parte del mundo. Cáncer, tuberculosis, sífilis, meningitis vertebral, neumonía y enfermedades del corazón, como también la escrófula (empleando este término en su antigua acepción, que indica ciertos tipos de enfermedades de la piel), prevalecen en todo el mundo, exigiendo el tributo de millones de seres, y aunque dichas enfermedades pueden atribuirse a ciertos grandes períodos raciales, tienen ahora un efecto general. Puede hallarse la clave de esto si el estudiante recuerda que a pesar de que el período racial atlante ha quedado atrás miles de años, una gran mayoría es hoy básicamente atlante en su conciencia, y por lo tanto está predispuesta a las enfermedades de esa civilización. Si fuera presentada al público reflexivo una estadística de la salud del mundo -hecha en condiciones normales y no en tiempo de guerra- surgiría la pregunta, ¿existen cien mil personas con perfecta salud [i253] entre los miles de millones que ahora habitan en la [e192] tierra? Creo que no. Aunque no exista una enfermedad efectiva y activa, a pesar de ello las condiciones de los dientes, del oído y de la vista frecuentemente dejan mucho que desear; tendencias heredadas y predisposiciones activas causan seria preocupación, y a todo esto deben agregarse dificultades psicológicas, enfermedades mentales y perturbaciones cerebrales específicas. Todo ello presenta un cuadro aterrador. La medicina lucha hoy contra los males que va descubriendo; los científicos buscan paliativos y curas y también sólidos y duraderos métodos de extirpación; los estudiantes investigadores indagan sobre los gérmenes latentes, y los expertos en salubridad buscan nuevos sistemas para enfrentar los ataques de las enfermedades. Sanidad, inoculación obligatoria, frecuentes inspecciones, leyes contra la adulteración de los alimentos, exigencias legales y mejores viviendas, todo ello es aplicado, en esta lucha, por los humanistas de amplia visión. Pero todavía prevalecen las enfermedades, son necesarios más hospitales y aumenta la mortalidad. Ciencia Mental, Nuevo Pensamiento, Unity y Christian Science ofrecen su ayuda a estos agentes prácticos y tratan honestamente de que el poder de la mente influya sobre el problema. En la actual etapa estos agentes y grupos están en gran parte en manos de fanáticos y personas ignorantes y devotas; rechazan todo compromiso y parecen ser incapaces de reconocer que el conocimiento acumulado por la medicina y por quienes trabajan científicamente con el cuerpo humano, es tanto un don de Dios como lo es su ideal, aún no comprobado. Más adelante, las verdades que estos grupos sostienen serán agregadas al trabajo de los sicólogos y los médicos; cuando esto sea realizado tendremos un gran mejoramiento. Cuando el trabajo del médico y del cirujano, en relación con el cuerpo físico, sea reconocido como esencial y bueno, cuando los análisis y las conclusiones de los sicólogos complementen su trabajo y cuando el poder del recto pensar se emplee también como [i254] ayuda, sólo entonces entraremos en una nueva era de bienestar. A las diversas categorías de dificultades debe también agregarse todo un grupo de enfermedades que son más estrictamente mentales en su efecto -desdoblamiento, demencia, obsesiones, lapsus mentales, aberraciones y alucinaciones. A los variados agentes curadores mencionados anteriormente debería agregarse el trabajo emprendido por los Miembros de la Jerarquía espiritual y Sus discípulos; es necesario el poder y el conocimiento del alma más la sabiduría de los otros grupos de curación para lograr la salud de los pueblos; desocupar nuestros sanatorios y desembarazar a la humanidad de sus enfermedades básicas, de la insania y la obsesión, y para prevenir la delincuencia. En definitiva esto se llevará a cabo por la correcta integración del hombre mediante la correcta [e193] comprensión de la naturaleza de la energía y el correcto conocimiento del sistema endocrino, sus glándulas y relaciones más sutiles. En la actualidad muy poco trabajo coherente e integrado realizan al unísono los cuatro grupos siguientes: 1. Clínicos y cirujanos -ortodoxos y académicos. 2. Sicólogos, neurólogos y siquiatras. 3. Curadores mentales y los trabajadores del Nuevo Pensamiento, más los pensadores de Unity y de Christian Science. 4. Discípulos entrenados y quienes trabajan con las almas de los hombres. Cuando estos cuatro grupos puedan ser llevados a una estrecha relación y trabajen juntos para liberar a la humanidad de las enfermedades, entonces llegaremos a comprender la verdadera maravilla del ser humano. Algún día tendremos hospitales en los cuales los cuatro aspectos de este trabajo médico y medicamentoso actuarán paralelamente, en la más plena colaboración. Ningún grupo puede realizar una tarea completa sin los demás; todos son interdependientes. [i255] La incapacidad de tales grupos en reconocer el bien en los demás grupos que se esfuerzan por lograr el bienestar físico de la humanidad, casi me imposibilita dar una enseñanza más específica y hablar más directamente sobre estas cuestiones. ¿Poseen ustedes una remota idea de la barrera de pensamientos y palabras antagónicas contra la cual tiene que chocar una idea nueva o precursora? ¿Han considerado alguna vez seriamente el conglomerado de cristalizadas formas mentales que deben enfrentar todas las ideas nuevas -y podría llamarlas proposiciones jerárquicas? ¿Han calculado el peso de las preconcebidas y antiguas determinaciones que deben ser removidas antes de que la Jerarquía pueda hacer penetrar un nuevo y necesario concepto en la conciencia del público reflexivo -o debería decir irreflexivo? Es muy difícil trabajar en el campo de la medicina, pues el tema es muy íntimo y el temor se Introduce fuertemente en las reacciones de aquellos a quienes debe llegar. El abismo entre lo viejo y establecido y lo nuevo y espiritualmente exigido, necesita una prolongada y cuidadosa unificación. Gran parte de la dificultad es, en forma curiosa, fomentada por las nuevas escuelas de pensamiento. La medicina ortodoxa es lenta, y debidamente lenta, en adoptar nuevas técnicas y métodos; a veces es demasiado lenta, pero cuando se trata de nuevos sistemas de tratamiento o diagnóstico, deben ser correctamente demostrados y estadísticamente comprobados antes de que puedan ser incorporados a los programas y métodos médicos: los riesgos para el ser humano son muy grandes y el buen médico humanitario no [e194] convertirá a su paciente en el objeto de experimentación. Sin embargo, en las últimas pocas décadas, la medicina ha avanzado a pasos agigantados; la ciencia de la electricidad y la terapéutica, mediante la aplicación de la luz y muchas otras técnicas y métodos modernos, han sido agregadas a otras varias ciencias de las que se vale la medicina. Las exigencias de lo intangible y el tratamiento de lo nebuloso -si tales [i256] términos peculiares son apropiados- han sido acrecentadamente reconocidos y se sabe que desempeñan una parte ortodoxa y conocida en los nuevos acercamientos a la enfermedad. El acercamiento de las escuelas y cultos mentales, tal como erróneamente se los denomina, no han sido de mucha ayuda. Esto en gran parte es culpa de ellos. Las escuelas de pensamiento como Ciencia Mental, Nuevo Pensamiento, Unity, Christian Science, actividades quiroprácticas, los esfuerzos de los naturópatas y muchos otros, perjudican su causa, debido a las desmedidas proclamas y a sus incesantes ataques a la medicina ortodoxa y a otros canales de comprobada utilidad y también al conocimiento adquirido, durante siglos de experimentación, por las escuelas académicas de medicina y cirugía. Olvidan que la mayoría de sus pretendidos éxitos (frecuentemente irrefutables) pueden ser clasificados bajo la denominación general de curaciones por la fe, lo cual puede ser efectuado correcta o incorrectamente. Tales curaciones han sido reconocidas durante mucho tiempo por los pensadores académicos y se sabe que son reales. Estos cultos, que en realidad son custodios de las verdades necesarias, ante todo deben cambiar su acercamiento y aprender la naturaleza espiritual de las concesiones, en estos días de desarrollo evolutivo. Sus ideas no pueden tener una plena y deseada utilidad, fuera del conocimiento que Dios ya ha otorgado y la medicina ha acumulado en el transcurso de las épocas, y también mantener un registro de sus numerosos fracasos y de los éxitos que tan ruidosamente proclaman. Quisiera puntualizar aquí que estos éxitos no son de ningún modo tan numerosos como los de la medicina ortodoxa ni el trabajo benéfico realizado en las clínicas de nuestros hospitales, que -a pesar de los fracasos y a menudo burda estupidez- alivian grandemente los dolores y males de las masas humanas. Estos cultos no dicen ni siquiera reconocen, que en los casos de enfermedad grave o accidente, el paciente está físicamente incapacitado de afirmar o reclamar la curación divina, y depende del trabajo de algún curador que actúa sin conocer [i257] el karma del paciente. La mayoría de las denominadas curaciones (y tal es el caso de la medicina ortodoxa) se debe a que no ha llegado el momento final para el paciente, que de todas maneras se hubiera recuperado (aunque lo hace frecuentemente) con rapidez, debido a las medidas medicamentosas del médico entrenado. [e195] En los casos de graves accidentes, donde las personas accidentadas sangran, el que pertenece a un culto (no importa cual sea) forzosamente aprovechará los métodos de los médicos ortodoxos; aplicará, por ejemplo, un torniquete y adoptará las medidas que la medicina ortodoxa prescribe, en vez de permanecer inactivo y dejar morir a la persona accidentada, por no utilizar esos métodos. Cuando enfrenta la muerte, frecuentemente empleará los probados y comprobados métodos de ayuda y comúnmente acudirá a un médico antes de ser culpado de asesinato. Todo lo que he dicho no ha sido con el espíritu de menosprecio, sino en un esfuerzo por probar que las numerosas escuelas de pensamiento -ortodoxa, académica, antigua, material o espiritual, nueva, precursora o mental- son interdependientes y necesitan unirse en una gran ciencia de curación. Esta ciencia curará al hombre y pondrá en juego todos los recursos -físico, emocional, mental y espiritual- de que la humanidad es capaz. La medicina ortodoxa está más dispuesta a colaborar con los nuevos cultos, que los neófitos de la ciencia del control mental de la enfermedad; ellos no pueden, sin embargo, permitir que sus pacientes se conviertan en cobayos (¿no es éste el término que se emplea en estos casos?) para satisfacción de los cultores precursores y para probar su teoría -no importa cuán correcta sea, cuando es aplicada conjuntamente con lo que ya ha sido comprobado. El camino medio de las concesiones y de la mutua colaboración es siempre el más inteligente, y constituye una lección muy necesaria en todos los sectores del pensar humano. [i258] Ahora entraremos a tratar la tercera y parte final de los conceptos acerca de las causas básicas de la enfermedad. El tema del karma ha sido escasamente considerado y lo trataré extensamente, quizás más de lo que este particular tema merece. |
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