Los Rayos y las Iniciaciones - Catecismo
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PRIMERA PARTE CATECISMO |
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¿Qué ves tú, oh discípulo, en el Sendero? Sólo a mí mismo, oh Maestro de mi vida. Obsérvate más detenidamente y habla nuevamente. ¿Qué ves tú? Un punto de luz que crece y decrece, haciendo más oscuras las tinieblas. Mira con intenso deseo hacia las tinieblas y, cuando brille la luz, aprovecha la oportunidad. ¿Qué aparece ahora? Un espectáculo horrible, oh Maestro de mi vida. Me desagrada. No es verdad. Yo no soy esto o aquello. Esta cosa maligna y egoísta no soy yo. Yo no soy esto. [e252] Con la voluntad, el poder y el ardiente deseo, enciende la luz y, cuando brille, relata la visión que pueda aparecer. ¿Qué ves tú? Más allá de las tinieblas, revelada por la luz, una forma radiante haciendo ademanes para que me acerque. iQuién este Ser afable, de pie en la oscuridad y en la luz? ¿Es y puede ser yo mismo? ¿Qué alborea ante tu vista cuando permaneces en el Camino, oh exhausto y cansado discípulo, aunque victorioso en la luz? Una forma radiante y fulgurante que es mi Yo, mi alma. Un lóbrego y sombrío personaje, sin embargo, anciano y sabio, experimentado y triste. Este es mi yo, mi yo inferior, mi antigua apariencia, experimentada en los caminos de la tierra. Ambos se enfrentan y, entre ellos, la tierra ardiente... Se mueven y fusionan... el Sendero llega a su fin. El camino se extiende adelante. Se desarrolla la vista y aparece la realidad de la luz. ¿Qué puedes revelar ahora, oh Servidor en el Camino? La revelación viene a través mío, oh Señor de la vida. No la puedo ver. ¿Por qué no puedes verla? ¿Qué impide su captación? Nada lo impide. No busco la visión porque he visto. Mi tarea es revelar. Sólo me busco a mí mismo. ¿Qué va hacia ti para que lo reveles? ¿Qué tienes tú que revelar? Sólo lo que durante eones ha existido y ha estado aquí. La Unicidad de la Presencia, la zona [i303] de amor; el viviente, amoroso, sabio e incluyente Uno, que abarca todo y es todo, sin dejar nada afuera. ¿A quién debe llegar esta revelación, oh Servidor del mundo de las cosas vivientes? A todos los que están incluidos en la viviente y amorosa Presencia; a aquellos que aún sin saberlo mantienen esa Presencia y perdurarán eternamente -como perdura esa Presencia. ¿Quienes son los que viven dentro de esa Presencia y no lo saben? Somos yo y tú, no obstante soy yo mismo y todos aquellos con quienes entro en contacto. Son los residentes en cada forma, que quizás consideran que la forma es todo y, viviendo en tiempo y espacio, no ven la luz o la vida dentro de la forma, se ocultan detrás y dentro de los velos existentes entre los cuatro y el cinco (los cuatro reinos de la naturaleza y el reino de Dios. A.A.B.), Y no ven nada más. A ellos debo revelarles la verdad. [e253] ¿Cómo desempeñarás esta tarea, la más ardua de todas, oh triunfante discípulo? Dejando ver que yo soy la verdad; viviendo como un fragmento de esa presencia, y viendo las partes del todo. Así la revelación llega a los cuatro por el quinto. Esto es todo lo que puedo informarles sobre la Palabra y el mandato dado al iniciado: Revelen. Señalaré que su tarea no consiste en revelar el mundo de los símbolos, porque los cinco sentidos y el principio mental son adecuados para ello. Tampoco consiste en revelar el mundo del significado, pues el discípulo llega hasta él y lo interpreta a medida que desarrolla la conciencia egoica. Su tarea es revelar el mundo de las significaciones, de la realidad y de la verdad esencial. Esta tarea aumenta en virtud del éxito del proceso evolutivo y, durante el próximo e inmediato período, se necesitarán cada vez más iniciados reveladores. Recuerden que el llamado invocador de las masas y la inteligente exposición de la demanda, de parte de quienes están inteligentemente preparados para avanzar, traerá [i304] inevitablemente la necesaria respuesta, y a los imprescindibles reveladores de la realidad. Las siguientes palabras a considerar constituyen para mí las más difíciles de explicar, y la razón de ello estriba en que ustedes están imbuidos de ideas comunes acerca de esas familiares palabras, resultándome casi imposible impartirles su significación desde el ángulo de la conciencia iniciática. Identificados, como lo están, con el aspecto forma y la vida en los tres mundos, será difícil que puedan comprender el estado mental y el tipo de percepción que caracteriza a quienes están libres de estas fuerzas omnicompulsoras en los tres mundos, que condicionan a todos los seres humanos, produciendo de esta manera una errónea orientación, evitando la captación de lo que realmente significa percepción espiritual. La actitud del hombre común y hasta la del discípulo término medio, es la de quien observa de la periferia al centro, se ocupa del cascarón de la vida y no es consciente de la Realidad, como lo es un miembro de la Jerarquía. Por lo tanto, cuando digo, refiriéndome a estas palabras que he denominado Regla Catorce, que sus implicaciones son muy distintas de las que ustedes están habituados, presento un problema muy difícil. Me doy cuenta de la imposibilidad de que lleguen a la verdadera comprensión, pero mucho lograrán mediante el esfuerzo de comprender. Lo que ustedes quieren significar cuando hablan de la mente abstracta no se ajusta a los hechos; el esfuerzo para pensar en forma abstracta es, en realidad, pensar, en lo posible, como lo hace el iniciado que ha trascendido la mente concreta y piensa o, más bien, es consciente, en [e254] términos de la vida y no de la forma, del ser y no de lo que arraiga al ser en el plano físico -o también en términos de conciencia, tal como ustedes la entienden. Recuerden lo que he dicho, que la conciencia (tal como la capta la personalidad y el alma) tiene poca relación con esa forma de viviente percepción, característica del iniciado que esencialmente es una expresión de la mónada, por intermedio de los tres aspectos de la Tríada espiritual. Ello es particularmente así en conexión con las dos [i305] palabras que resta considerar: Destruyan y Resuciten.
¿Cuál es la destrucción que se le pide llevar a cabo (de acuerdo a las instrucciones de esta última regla) al discípulo y al iniciado? ¿Qué se exige destruir? ¿Por qué se ordena tal destrucción? Permítanme comenzar con una afirmación fundamental. La destrucción o el poder y el deseo de destruir, característica del hombre no evolucionado, del hombre común y del discípulo en probación, está basada en las siguientes influencias impulsoras:
Estos motivos para la destrucción están relacionados con el deseo, con la emoción y también con la aspiración, complementados (hacia el fin del ciclo que conducirá a hollar el sendero de probación) por la mente inferior concreta. Abarcan un historial muy familiar y bien conocido por los aspirantes sinceros, o ese historial donde el hombre, que paga el precio involucrado de este tipo de destrucción, conoce los móviles por lo que son, en un nivel inferior de la expresión de la vida. No es necesario que dé mayores explicaciones a los estudiantes que leen este tratado, sobre este tipo de destrucción que concierne principalmente a la vida de la forma en los tres mundos, a la aspiración y empresa individual (desde el más incipiente [i306] deseo físico hasta la aspiración por [e255] obtener una vida egoica consciente) y al experimento y la experiencia en los tres planos del común vivir humano. La palabra "destruyan", dada (como un mandato expresado) a los miembros de la Jerarquía, o a quienes después de haber mantenido una afiliación en la periferia de esa Jerarquía, pasan o están pasando al centro de actividad y a un contacto más estrecho con algún ashrama, tiene una significación muy diferente. El tipo de destrucción a que se refiere, nunca es el resultado del deseo; es un esfuerzo de la voluntad espiritual y, esencialmente, una actividad de la Tríada espiritual; involucra la adopción de esas medidas que impiden la obstrucción de la voluntad de Dios; consiste en establecer esas condiciones que destruirán a quienes tratan de evitar la materialización del propósito divino, como el Plan -del cual es responsable la Jerarquía. Por lo tanto está conectada principalmente con la relación entre Shamballa y la Jerarquía y no entre la Jerarquía y la Humanidad. Lo antedicho constituye un colosal enunciado esotérico y sus implicaciones deben considerarse muy cuidadosamente. Este tipo de destrucción sólo tiene una relación secundaria en la destrucción de la vida en la forma, tal como ustedes la conocen. Cuando se hayan dado los pasos necesarios para complementar el propósito divino, el efecto resultante podrá ser la destrucción de las formas en los tres mundos, pero es un efecto, y sólo una destrucción secundaria; algo más ha sido destruido en un nivel superior y fuera de los tres mundos, que a su debido tiempo podrá producir una reacción en la forma, que denominamos muerte. El principal objetivo no era la muerte de la forma, y no fue considerado por estar fuera del alcance de la percepción del destructor. La destrucción superior que estamos considerando se relaciona con determinadas formas de conciencia, que se expresan en extensas zonas o en grandes formas mentales, que, a su vez, podrán haber condicionado al pensamiento humano. Quizás el ejemplo más sencillo que pueda dar de este tipo de destrucción es el de las grandes ideologías, que en el transcurso de las épocas condicionaron y podrán [i307] condicionar a la humanidad. Los efectos de estas ideologías son poderosos en los tres mundos. Este tipo de destrucción afecta a esas civilizaciones que condicionan a la familia humana durante extensos períodos; concierne a las condiciones climáticas, que predisponen a las formas de los cuatro reinos a adquirir determinadas características en tiempo y espacio, y a su vez producen efectos en las grandes religiones y política mundiales y en todas las demás "formas condicionantes del pensamiento". Lo acontedicho, ¿les imparte mucho o poco, en conexión con los conceptos que estoy tratando de aclarar? [e256] Por lo tanto, lo que se destruye son ciertos grupos de formas, y ello en gran escala, lo cual requiere la aplicación de la voluntad espiritual para llevarlo a cabo, y no exige simplemente el retiro de la atención del alma, la decisión de abandonar la forma y el fracaso del deseo básico de sobrevivir, pues eso es lo que insinuamos cuando hablamos de la muerte en los tres mundos. La falta de voluntad de vivir como decimos superficialmente, en realidad tiene poca relación con la voluntad misma; se refiere únicamente a su tenue y distorsionado reflejo en los tres mundos, estando más estrechamente vinculada con el deseo y la aspiración que con la voluntad pura, espiritualmente entendida. El Propósito de Dios (empleando una frase familiar) complementa al Plan. Dicho propósito es la vida motivadora detrás de todo lo que emana desde Shamballa, e impulsa las actividades de la Jerarquía, cuya tarea consiste en formular el Plan para todas las formas de vida en los tres mundos y en los cuatro reinos de la naturaleza. El Plan, en tiempo y espacio, no se ocupa del hombre en forma individual o de la vida de cualquier entidad microcósmica en los reinos de la naturaleza, sino de las totalidades, de los ciclos de tiempo, de esos vastos planes de vivencias que el hombre denomina historia, de las naciones y razas, de las religiones mundiales y de las grandes ideologías políticas y organizaciones sociales que producen cambios permanentes en los tipos, constituciones, zonas planetarias y manifestaciones cíclicas. Es evidente, por lo tanto, que desde el punto de vista de la pequeña mente del hombre, resulta imposible [i308] captar esos planes. El significado está claro desde el punto de vista del iniciado que ha desarrollado o está desarrollando, una captación más amplia y puede ver, pensar y tener visión (no importa la palabra que empleen) en términos del Eterno Ahora; unas veces el iniciado crea y luego afianza el germen de una vivencia; otras construye lo que puede albergar su idea viviente, con sus cualidades condicionantes; aún en otras ocasiones, cuando lo anterior ha cumplido su propósito, lo destruye definida y deliberadamente. Esto siempre se refiere necesariamente a la forma; sin embargo, para el iniciado constituye la "forma amorfa", que es siempre el aspecto subjetivo del mundo tangible. Debe recordarse que desde el punto de vista del esoterismo, las formas de los tres mundos son tangibles en contraposición a las formas de los dos mundos superiores de la Tríada espiritual. La destrucción que estamos considerando es la de la estructura amorfa, sobre la cual está erigida la estructura burda. Obtendrán alguna comprensión si reflexionan sobre la relación que existe entre los cuatro subplanos del plano físico, los cuatro niveles etéricos, y los tres subplanos que denominamos planos físicos [e257] densos. Constituyen los dos aspectos de nuestro plano físico, que sólo es un reflejo de los tres planos de los tres mundos y los cuatro planos, desde el búdico hasta el logoico, que forman el plano físico cósmico. La destrucción considerada por el iniciado, está vinculada a los mundos subjetivos de los cuatro planos superiores y a los tres mundos del vivir humano, y a otras formas de vida, tales como los tres reinos subhumanos. En la familia humana sobreviene la muerte cuando el alma retira los hilos de la conciencia y de la vida; sin embargo este proceso de la muerte es aplicado en su totalidad dentro de los tres mundos. El alma tiene, como bien saben, su ubicación en los niveles superiores del plano mental. En conexión con las formas de expresión a las que me he referido -ciclos, civilizaciones, culturas, razas, reinos de la naturaleza, etc.-, su destrucción se lleva a cabo desde fuentes más elevadas que los tres mundos donde se manifiestan. La destrucción tiene lugar bajo la dirección de Shamballa al evocar la voluntad de la Jerarquía, o de algún ashrama [i309] particular, o de determinado miembro de la Jerarquía, a fin de obtener un predeterminado resultado en los tres mundos, de acuerdo con el propósito de Dios. Podría decirse (con cierta medida de exactitud esotérica) que la destrucción producida, en obediencia a la cuarta palabra de la Regla Catorce, corresponde a algún aspecto del plan, que ha estado operando en los tres mundos de acuerdo al propósito e intención divinos. Externamente la destrucción no es concluyente como la muerte -en el plano físico- del hombre. Aunque ése no sea esencialmente el proceso que se lleva a cabo con toda rapidez como comúnmente se cree. La forma física puede morir y desaparecer, pero sobreviene un proceso interno donde mueren los cuerpos sutiles, y el proceso de morir no es total hasta que los cuerpos astral y mental no se hayan desintegrado y el hombre queda liberado en su cuerpo causal o egoico. Lo mismo sucede, en escala más amplia, respecto a la muerte o destrucción de las fases del Plan divino, manejadas por la Jerarquía conforme al Propósito divino. Existe una superposición entre los procesos de construcción y destrucción. Las civilizaciones moribundas están presentes en sus formas finales, mientras van surgiendo las nuevas civilizaciones; los ciclos aparecen y desaparecen, y al desaparecer se superponen; lo mismo ocurre en el surgimiento y la desaparición de los rayos y las razas. La muerte, en último análisis, y desde el punto de vista del ser humano común, es simplemente la desaparición en el plano físico -el de las apariencias. Sin embargo, la forma de destrucción que estamos analizando se relaciona con la destrucción de la cualidad, más que de las [e258] formas, aunque la desaparición de la cualidad produzca la muerte de la forma externa. La vida que se retira de una gran expresión del plan jerárquico absorbe las cualidades y, posteriormente en tiempo y espacio, retorna con ellas como patrimonio, y se manifiesta nuevamente por medio de formas de expresión más adecuadas. Sin embargo, el alma mata las formas de los tres mundos; el aspecto vida (en este más elevado y extenso tipo de destrucción) destruye la cualidad innata y, en consecuencia, la forma de una civilización, el tipo de una ideología y el carácter de una raza o nación, [i310] preservando lo esencial y descartando las distorsiones. Esta cuarta palabra está estrechamente ligada a la cuarta iniciación, donde el cuerpo causal o vehículo del alma, es destruido en su propio plano -esa Identidad hermosa, intangible y cualitativa que ha motivado y complementado al hombre en los tres mundos. ¿El ejemplo dado ha aclarado parcialmente la dificultad de este tema en que estamos abocados? Reflexionen sobre él, como una ilustración de la destrucción, y traten de obtener una mejor comprensión. Esta forma superior de destrucción no se manifiesta por la actuación o no, de la Ley de Atracción, como lo hace la muerte causada por el alma, se produce definitivamente de acuerdo a la Ley de Síntesis, ley de la esfera monádica de la vida, que difícilmente podrán ustedes comprender; emana desde un punto fuera de los cinco mundos de la evolución humana y superhumana análogamente a como la destrucción de la forma en los tres mundos, emana del alma que actúa fuera de los tres mundos de la mente inferior concreta, el mundo astral y el plano físico. Esta declaración puede también ayudarlos a comprender. Si es así, se evidenciará que sólo los iniciados que han recibido la quinta iniciación y las superiores, pueden manejar en forma eficaz este particular tipo de muerte -porque el poder monádico recién llega a estar disponible después de la tercera iniciación, y la destrucción del cuerpo causal del iniciado constituye su primer y exitoso empleo, cuya recompensa es la Transfiguración. En relación con el empleo por el iniciado, de lo que podríamos denominar la voluntad pura, debe recordarse que ésta llega a la manifestación por medio de uno de los tres aspectos de la Tríada espiritual. El rayo mayor al cual pertenece el iniciado, desde el ángulo de su rayo monádico, determina dicha actividad. Todo hombre espiritual pertenece a uno de los tres rayos mayores, porque los cuatro rayos menores de atributo eventualmente son absorbidos en el tercer Rayo de Inteligencia Activa. Si el iniciado pertenece al primer rayo y, por lo tanto, actúa en el Sector del Manu, utilizará y expresará [i311] el innato aspecto [e259] voluntad por medio de la naturaleza átmica o por el aspecto más elevado de la Tríada espiritual, al cual damos el nombre inadecuado de "Voluntad divina". Los estudiantes tienden a olvidar que la Tríada espiritual, relacionada como lo está con la mónada, casi en la misma forma como la triple personalidad lo está con el alma, expresa los tres aspectos mayores de la energía shambállica, los cuales son expresiones de la Voluntad del Logos planetario y Su Propósito esencial. Si el iniciado pertenece al segundo rayo y, por lo tanto, actúa en el Sector del Cristo, empleará la voluntad por intermedio de budi, segundo aspecto de la Tríada espiritual. Si pertenece al tercer rayo y al Sector del Mahachoan, el Señor de la Civilización, actuará por medio de la mente superior, aspecto inferior de la Tríada espiritual. No obstante, deben recordar que ninguno de estos aspectos puede ser considerado como superior o inferior, pues todos son igualmente divinos. La comprensión de estas ideas llegará cuando se den cuenta, por ejemplo, que la expresión de budi, o de la intuición, en la conciencia del hombre espiritual, conducirá al empleo de la voluntad al desarrollar los propósitos de Shamballa en los campos de la religión, de la educación y de la salvación o salvamento del aspecto vida de todas las formas en los tres mundos, pero no tendrá relación alguna con el individúo y los problemas personales del hombre. Si la expresión es la de la mente superior, la voluntad se empleará en relación con las civilizaciones y culturas, de las cuales es responsable el tercer sector, cumpliéndose en amplios y generales planes la voluntad de Dios. Si es la voluntad la que se expresa a través del aspecto átmico de la Tríada, actuará en relación con las razas, naciones y los reinos de la naturaleza y además con los Grandes ordenamientos planetarios desconocidos por el hombre en la actualidad. La síntesis de este panorama se hará evidente si lo analizan con cuidado. Deben tener presente al mismo tiempo, que el aspecto destructor de esta voluntad pura, expresándose a través de la mónada, complementa el propósito de Shamballa, siendo una de las manifestaciones principales de la naturaleza amor, de Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, constituyendo también [i312] la garantía de nuestra ultérrima e inevitable realización, perfección, iluminación y divina consumación. La destrucción producida por el iniciado es preliminar a su respuesta a la quinta palabra, recibida en la quinta iniciación, a la cual damos el inadecuado nombre de: Resuciten. Antes de considerarla, quisiera puntualizar que estas cinco palabras se refieren con toda claridad a las cinco iniciaciones; proporcionan al iniciado la nota clave para el trabajo que debe realizar en el lapso entre los varios procesos iniciáticos. La tarea indicada [e260] nada tiene que ver con el entrenamiento y la disciplina a los que (es inútil decir) someterá su personalidad, en cambio se relaciona con lo que debe realizar y concierne a lo que podría denominar ciertas realidades esenciales, vinculadas con el propósito de Shamballa y con la habilidad de reaccionar o responder a la voluntad de la mónada. Como saben, no llega a ser una realidad establecida ni una comprensión activa, hasta después de la tercera iniciación; no obstante, la sensibilidad preparatoria (si puedo emplear tal palabra al respecto) se desarrolla lenta y paralelamente a las otras dos actividades -Destruyan y Resuciten-, a las que se ha consagrado:
A esta altura sería interesante que, en vista de este tercer desarrollo -respuesta a la voluntad pura- consideremos las cinco palabras en relación con las cinco iniciaciones, con las cuales se han familiarizado teóricamente. La palabra Conozcan en relación con la conciencia iniciática, concierne a la certeza y profunda convicción del iniciado sobre la realidad de la existencia del Cristo en el corazón, lo cual va simultáneamente acoplado a una reacción que emana de los pétalos de sacrificio del loto egoico -pétalos compuestos por la cualidad de la voluntad de la mónada, relacionando al alma con la mónada emanante. El primer tenue estremecimiento producido por el [i313] impacto del "destino" monádico (no sé de qué otro modo expresar este concepto) hace sentir su presencia, pero únicamente lo registra el alma del iniciado en el nivel de la conciencia del alma; nunca lo registra, en el plano físico, el hombre que está en proceso de recibir la primera iniciación, pues su cerebro no puede responder a esta elevada vibración. Teóricamente y como resultado de la enseñanza de la Sabiduría Eterna, el hombre espiritual (encarnado) ha llegado a saber que él es esencialmente el Cristo que mora internamente y su meta ha sido y será la obtención de la conciencia crística; el conocimiento a que aquí se hace referencia, concierne a algo aún más elevado -la identificación del yo por el alma, en su propio plano, y el reconocimiento que relaciona ese yo con el todo envolvente, la mónada. Expresándolo simbólicamente, diría que el alma, el Cristo (después de la primera iniciación), sabe que ha comenzado en la Tierra el inevitable proceso de expresión crística, y que la realización del "pleno hombre en Cristo" no puede detenerse. Fue trasladado el interés puesto en lograrlo, y el alma, en su propio plano (no en el reflejo [e261] de su conciencia en la Tierra), determina "ir al Padre" o demostrar el aspecto más elevado de la divinidad, la Voluntad. El Evangelio registra cuatro momentos en la vida de Cristo donde comienza a demostrarse este proceso de desarrollo llevado a cabo dentro de Su conciencia o centralización monádica (como aún no tenemos una terminología de la mónada, el aspecto voluntad, no puedo expresarlo de otra manera) podríamos observar este proceso en todo su definido desenvolvimiento. En el pasado me he referido incidentalmente a estos cuatro puntos, pero quisiera reunirlos para un mayor esclarecimiento.
Si analizan cuidadosamente estas cuatro afirmaciones, descubrirán a qué conocimiento se refiere el mandato Conozcan, impartido en esta regla al iniciado, durante la primera iniciación, mandato que ordena reorientar el alma hacia la mónada y no reorientar la personalidad hacia el alma, como comúnmente se cree. La palabra Expresen, en su significado más profundo, y cuando se da en la segunda iniciación, no significa expresar la naturaleza del alma, sino una orden (detrás de cualquier posible significado) de expresar la naturaleza voluntad de la mónada y de buscar "a tientas" e incorporar el Propósito que se halla detrás del Plan, como resultado de la sensibilidad desarrollada. La obediencia al Plan trae la revelación del Propósito oculto, frase que describe el gran objetivo que impulsa a la Jerarquía misma. A medida que el iniciado aprende a colaborar con el Plan y lo manifiesta en su vida de servicio, entonces dentro de sí mismo y paralelamente a la actividad a que se ha dedicado como personalidad y alma, se va despertando la comprensión del aspecto Padre, de la naturaleza de la voluntad, de la existencia y real naturaleza de [i316] Shamballa, de la universalidad y vivencia de lo que pueda significar la palabra "Ser". Entonces conoce y está comenzando a expresar ese Ser puro, como voluntad pura en actividad. Cuando el iniciado recibe la tercera iniciación no sólo es [e263] consciente de la significación del mandato Conozcan, y de su habilidad innata para Expresar la naturaleza voluntad de la mónada, al llevar a cabo el Propósito de Shamballa, sino que (por medio de la fusión alma-personalidad) está en situación de "revelar" a la Jerarquía que él se ha armonizado con la fuente monádica de la cual originó. Entonces puede cumplir el mandato de Revelar, porque la Transfiguración ha sido consumada. No revela únicamente el alma, sino que los tres aspectos están ya unidos en él y puede revelar el aspecto vida como voluntad y no sólo el aspecto alma como amor, o el aspecto materia como inteligencia. Esto constituye, como bien saben, la primera iniciación mayor, desde el ángulo de la Logia mayor en Sirio, porque es la primera en que se unen los tres aspectos en el iniciado. Las dos primeras iniciaciones -frecuentemente consideradas por la humanidad como mayores- son en realidad menores, desde el punto de vista de Sirio, porque la relación del hombre que se está "disciplinando y entrenando", es sólo una tendencia; existe únicamente un desarrollo del reconocimiento del Padre y una respuesta a la mónada, acrecentándose lentamente, y además un desenvolvimiento de la sensibilidad al impacto del aspecto voluntad. Durante la tercera iniciación estos desarrollos ya se han logrado en medida suficiente como para merecer la frase "revelación de la gloria", teniendo lugar la Iniciación de la Transfiguración. Durante la cuarta iniciación, el aspecto destructor de la voluntad puede comenzar a hacer sentir su presencia; el cuerpo del alma, cuerpo causal, el Templo del Señor, es destruido por un acto de la voluntad, porque hasta el alma es considerada como limitación por aquello que no es el cuerpo ni el alma, sino algo más grande que ambos. La percepción del hombre perfecto se centraliza en la percepción de la mónada. El camino a Jerusalén ha sido recorrido. Ésta es una forma simbólica de expresar que el antakarana ha sido construido y [i317] ha quedado abierto el Camino hacia la Evolución Superior -que enfrenta a los iniciados superiores. Los tres aspectos de la voluntad, tal como están centralizados en la Tríada espiritual, se hallan en plena expresión; el Propósito anima al iniciado, pero aún debe enfrentar un mayor desarrollo evolutivo, del cual nada diré porque concierne a aspectos divinos desconocidos y no registrados por el hombre. La razón de esta total ignorancia estriba en que los vehículos de cualquier hombre que no ha recibido la tercera iniciación, contienen demasiada "materia impura" para registrar el impacto de estas cualidades divinas. Sólo el "cuerpo creado" (el mayavirupa) de un iniciado de cuarta iniciación, puede comenzar a registrar los impactos divinos; por lo tanto, sería perder tiempo ponernos a considerar, aunque sólo fuera, la posibilidad de su existencia. Yo, un Maestro y, por consiguiente, [e264] un iniciado de grado relativamente elevado, los presiento muy levemente, y ello en virtud de que estoy aprendiendo a cumplir la quinta palabra que en forma breve, muy breve, consideraremos ahora.
La interpretación de la palabra "resurrección", dada en el acercamiento cristiano, constituye una de las distorsiones más extraordinarias y la más engañosa de las enseñanzas teológicas. Esta resurrección ha sido aplicada, en la mayoría de los casos, al cuerpo y también a la inmortalidad (anhelo egoístamente motivado); también a la resurrección física de Cristo, después que supuestamente murió en la Cruz. La resurrección enseña esencialmente la "ascensión" de la materia al cielo; no enseña la eterna supervivencia del cuerpo físico del hombre, como suponen muchos fundamentalistas hoy, esperando la reaparición del descartado cuerpo físico; enseña la "vivencia de la vida" y el estado del "Ser inalterable". Este inalterable Ser constituye la naturaleza de la mónada, y esa condición de percepción la realizó Cristo cuando actuó como Salvador del mundo, garantizando así, por la fuerza de Su realización como alma-personalidad, el mismo grado de realización para nosotros, porque igual y esencialmente, somos hijos del Padre o expresiones de la Mónada, [i318] el Uno. Sin embargo, no significa la resurrección de alguna personalidad en determinado vehículo, utilizado en una encarnación particular. El concepto de la resurrección contiene la nueva y más importante revelación que le llegará a la humanidad, y sentará las bases para la nueva religión mundial. En el pasado inmediato, la nota clave del cristianismo ha sido la muerte, simbolizada por la muerte del Cristo y muy distorsionada por San Pablo en su esfuerzo por fusionar la nueva religión dada por Cristo y la antigua religión de la sangre de los judíos. En el próximo ciclo esta tergiversada enseñanza sobre la muerte, asumirá el lugar que le corresponde y será conocida como el anhelo disciplinador de romper y terminar con la muerte, el aferramiento de la materia sobre el alma; el gran objetivo de toda enseñanza religiosa será la resurrección del espíritu en el hombre y eventualmente en todas las formas de vida, desde la etapa más inferior de la evolución hasta la experiencia monádica más elevada. En el futuro se pondrá el énfasis sobre "la vivencia de la naturaleza crística" -cuya prueba será el Cristo Resucitado- y sobre el empleo de la voluntad, invocando este "despliegue divino". La gloria e irradiación de la iniciación de la Transfiguración quedarán con el tiempo relegadas a su lugar destinado, y lo que significa el "despliegue de la vida" será tenuemente presentido en su inconcebible belleza. [e265] La línea, el sendero o el camino de la Resurrección, es el "Camino Radiante", al cual hemos dado el engorroso nombre de antakarana; este Camino conduce recta y directamente de un gran centro planetario a otro -desde la Humanidad a la Jerarquía y de la Jerarquía a Shamballa. Es el Camino de la Resurrección. Es un Camino compuesto por la luz de la sustancia inteligente, por la atrayente y radiante sustancia del amor y por el camino kármico imbuido por la esencia de la inflexible voluntad. Recuerden que el karma es, esencialmente, la voluntad condicionada del Logos planetario, cuando ordena que todas las cosas avancen hacia la ultérrima meta de la vida misma, mediante los procesos de vivencia, comprensión amorosa y actividad inteligente. Por lo tanto, el mandato de que resuciten, tal como lo entiende el [i319] iniciado, concierne únicamente a la aplicación de la naturaleza voluntad y del aspecto Shamballa para impulsar la atracción y actividad jerárquicas. No concierne a la vida individual del aspirante o discípulo que asciende progresivamente, sin tener en cuenta su graduación, excepto incidentalmente, y porque los impulsos divinos macrocósmicos mayores deben producir efectos microcósmicos menores. Estas maravillosas palabras que hemos estado analizando se refieren a la colaboración del iniciado con la Voluntad de Shamballa y, por lo tanto, hermanos míos, para ustedes son meras y vagas insinuaciones. |
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