Los Rayos y las Iniciaciones - Regla IV
|
|||
|
|||
|
|||
|
|||
PRIMERA PARTE CATORCE REGLAS PARA LA INICIACIÓN GRUPAL REGLA IV |
|||
Todos los años, durante el período del plenilunio de junio, llega a su punto máximo de expresión el amor de Dios, esencia espiritual del fuego solar, lográndose por medio de la Jerarquía, ese gran grupo de almas que ha sido siempre el custodio del principio luz, el amor iluminado, y que siempre -en el transcurso de las edades- cuando la influencia espiritual se halla en la cúspide, enfoca su atención sobre la raza de los hombres, por intermedio de uno de los Grandes Hijos de Dios. Durante la Luna llena de junio de 1943 se pudo observar que esta afluencia de amor [e84] divino alcanzó la máxima expresión de todos los tiempos, y en un nivel de realización que constituye también para ese particular Hijo de Dios, su máxima expresión. Tal es la Ley. Cuando un Cristo encarnado alcanza [i89] su meta de realización en tiempo y espacio lo reconoce en el plenilunio de junio, porque en el signo de Géminis se consuma y celebra la total victoria de la vida sobre la forma y del espíritu sobre la materia. El amor de Dios, enfocado en el Cristo, trata de expresarse en algún acto de servicio especialmente útil para la humanidad. Dicho servicio ha adoptado diferente forma en el transcurso de las edades, pero se ha expresado siempre por medio de dos episodios: El primero de ellos revela al Cristo en Su capacidad de Dios Salvador, sacrificándose a Sí Mismo por el amor puro hacia Sus semejantes. Los anales de la Jerarquía contienen muchas historias de sacrificio y servicio que datan desde la misma noche de los tiempos. El principio salvador del Amor puro, se expresa en la hora de mayor necesidad humana, a través del trabajo de un Salvador del Mundo, y "para la Salvación de su pueblo, Él aparece". Satisface la necesidad y al mismo tiempo refuerza el eslabón que une a la Jerarquía con la Humanidad. La tarea de Cristo (como expresión en tiempo y espacio del segundo aspecto divino) consiste en establecer relaciones. Cada Representante cíclico de la Deidad acerca más la humanidad a la Jerarquía y sella ese servicio mediante algún acto final que se convertirá en el núcleo histórico por el cual lo recordarán las generaciones futuras. Una vez logrado, permanece con Su pueblo como Guía de la Jerarquía, hasta sobrevenir Su segunda oportunidad, cuando en función de Representante de la Humanidad y de la Jerarquía, relaciona a ambas con Shamballa, tratando de hacerlo por medio de un gran acto de evocación, para lograr una relación más estrecha entre los tres grandes centros planetarios: Shamballa, la Jerarquía y la Humanidad. Puede hacerlo porque se lo permite el desarrollo del aspecto Sabiduría de Su naturaleza. El principal agente vinculador del universo es la energía de amor-sabiduría. El amor relaciona a la Jerarquía con la Humanidad y la sabiduría relaciona a la Jerarquía con Shamballa. Sólo cuando la Humanidad y la Jerarquía trabajen unidas en una síntesis práctica, se le permitirá a la energía de Shamballa afluir plenamente por intermedio de los otros dos centros. [i90] Para ayudar en este gradual procedimiento de perfección y oportuno logro del total alineamiento, se debe invocar y aceptar el concurso de Buda. Cristo como Dios-Salvador puede llevar a cabo Su tarea solo y sin ayuda. La tarea de Cristo como Dios Preservador necesita todavía del trabajo conjunto de dos elevados [e85] Representantes del segundo aspecto divino, mientras ambos están presentes en la Tierra, tal como sucede hoy respecto a Buda y a Cristo. Éste es el primer ciclo de la historia humana en que ello ha sucedido. Uno u otro han estado presentes en el transcurso de las épocas, pero no los dos simultáneamente. La razón de esto reside en que ha llegado el momento de poder establecer contacto con Shamballa y evocar su energía. A ello se debe la actividad de Buda durante el plenilunio de mayo y la del Cristo durante la siguiente Luna llena de junio. Su actividad unida sirve para establecer un acercamiento más estrecho entre el Señor del Mundo y la Jerarquía, por intermedio de Sus cuatro Representantes: El Buda, el Cristo, el Manu y el Mahachoan -los cinco vórtices de energía que en la actualidad están creando la estrella de cinco puntas de la Humanidad. Una antigua regla, la cuarta, para aspirantes, explica con perfecta fraseología la actual actividad de Cristo y la naturaleza del anhelo que lo impulsa. Ha realizado Su tarea como Dios Salvador. La regla cuatro, tal como se da a los aspirantes y discípulos en probación, describe Su trabajo de la manera siguiente: Que el discípulo se ocupe de evocar el fuego, nutrir las vidas menores y mantener así girando la rueda. Ha sido dada en esta forma concisa a todos los que se acercan al sendero a fin de impartirles con la mayor brevedad y belleza la naturaleza de la vida del Guía de la Jerarquía, el Iniciador con Quien deban enfrentarse al recibir la primera y segunda iniciaciones e -individualmente como aspirantes-, deben aprender a modelar sus vidas de acuerdo a Su actividad. Sólo ahora es posible presentar dicho trabajo en términos que no acentúan la parte desempeñada por el Cristo en la Salvación del hombre. [i91] No obstante, es posible en la actualidad presentar Su verdadera y amplia tarea, porque el sentido de proporción del hombre, su reconocimiento de los demás, su creciente sentido de responsabilidad, su poder de sufrir por lo bueno, lo bello y lo verdadero, su apropiación de la visión y su etapa de evolución, justifican un cuadro más real que -si se capta adecuadamente- permitirá al discípulo comprender los requisitos de la Regla Cuatro, para discípulos e iniciados. Únicamente, a medida que captan la naturaleza de la tarea de Cristo, después de Su acto final de servicio como Dios-Salvador, podrán comprender la naturaleza del servicio grupal y comenzar a moldear sus vidas y naturaleza, de modo de cumplir grupalmente requisitos similares. Esto es posible en virtud de la etapa alcanzada por la Jerarquía en el proceso evolutivo. La actitud y posición de los miembros de la Jerarquía no son estáticas. Todos siguen adelante. Cuando [e86] vino Cristo hace dos mil años, encarnó en Sí mismo no sólo el principio del amor, en sentido planetario (algo que Shri Krishna había logrado), sino el principio cósmico del amor, hecho registrado por primera vez en la historia humana. Su realización fue posible debido a que la familia humana había alcanzado la etapa en que podía producir el Hombre perfecto, el Cristo, el "primogénito de una gran familia de hermanos", un Hijo de Dios, el Verbo hecho carne. La realización y actividad del Cristo ayuda también al futuro progreso de la humanidad, porque Él permanece entre nosotros como Dios el Preservador. Su tarea es hoy triple, y la regla expone con lenguaje claro estos tres aspectos de Su actividad divina o fases de Su trabajo y son:
En esa época aún no había comenzado Su trabajo de Preservador y Guía de la Jerarquía, el cual dependía de Su experiencia en el Huerto de Getsemaní y de la iniciación de la Resurrección. Algún día llegarán a desenredarse los hilos de oro y plata del Evangelio y los hombres conocerán las dos interpretaciones que pueden darse a los acontecimientos y episodios de la vida de Jesús, el Cristo. Los verdaderos e inherentes acontecimientos evidencian los grandes pasos y desarrollos del trabajo de Cristo a medida que "cubría a la humanidad con el manto del amor, tomaba el cetro de la iniciación en bien de Sus hermanos y, sin ayuda, sin temor y por propio derecho, enfrentaba al Señor Mismo de la Vida". Los episodios se refieren a acontecimientos en la vida de Jesús. En la actualidad, en el punto inmediato de tensión, Cristo ha agregado Sus dos constantes e inminentes tareas de apresurar el advenimiento del Avatar que espera el perfecto trabajo de la Jerarquía enfocado en el Cristo, y el poderoso trabajo de Shamballa enfocado en el Señor del Mundo. Cuando llegue el momento exacto, el trabajo del Buda, representando a Shamballa, y el del Cristo, representando a la Jerarquía, además de la sincera demanda de la Humanidad, establecerán un arreglo o alineamiento que liberará un Sonido evocador extraplanetario, y entonces vendrá el Avatar. No me pregunte, hermano mío, el día ni la hora en que lo hará, pues lo ignoro. Depende de la demanda -demanda inaudible- de todos aquellos que permanecen con intención masiva; [e88] también del momento exacto del alineamiento y de ciertos aspectos del trabajo que realizan actualmente los Miembros avanzados de la Jerarquía, y de la firmeza de los discípulos e iniciados del mundo -activos en los diversos ashramas. A todo esto se debe añadir [i94] lo que los cristianos denominan la "inescrutable voluntad de Dios", el desconocido propósito del Señor del Mundo que "conoce Su propia Mente e irradia la cualidad más elevada del Amor y enfoca Su Voluntad en Su propio y elevado Lugar fuera de la Cámara del Concilio de Shamballa". Que el Avatar vendrá, es una predicción certera. También es verdad que su precursor será el Cristo. Cristo aparecerá, y lo hará para los entes avanzados de la familia humana; Lo reconocerán porque siempre ha permanecido con nosotros, y aunque Su advenimiento evocará en las masas una vibración en respuesta, no será reconocido directamente. En conexión con el Avatar constituirá el proceso de reconocer jerárquicamente una Presencia influyente dentro de Cuya aura el Logos planetario permanecerá como el Representante planetario. Desde Shamballa descenderá una corriente de potencia espiritual, cualificada por la voluntad al bien, que llegará hasta la atenta Jerarquía. Los Miembros de este Grupo, por intermedio del Cristo, verterán luz y energía curadora sobre la Tierra y particularmente en las conciencias de los hombres. No soy capaz de expresar en términos más claros el efecto de esta afluencia desde Shamballa. La Biblia dice que Cristo vendrá por el aire, y que en Sus alas traerá "la curación de las naciones". Llamaré la atención sobre esta idea y su aplicación en este día y generación. No hago profecías, sólo indico posibilidades. Cuando haya aparecido el Avatar, entonces
Así reza un profético párrafo en los antiguos Archivos de la Jerarquía, refiriéndose al angustioso ciclo actual (escrito en junio de 1943). Los hombres deben prepararse para ese día. Ustedes sabrán en qué momento el Avatar se vinculará con el Logos planetario, porque les daré la última estrofa de la Gran Invocación (dada en abril de 1945). Su empleo servirá para reconocer a Aquel que viene y le permitirá extraer de los recursos del Avatar, en la tarea de reorganizar y regenerar al mundo. Nuevamente vendrá como Salvador del Mundo, pero debido a la enorme tarea que tiene por delante, será fortificado y apoyado por el "silente Avatar", el cual (hablando esotéricamente) "fijará Sus ojos sobre Él, mantendrá Su mano debajo de Él, y Su corazón palpitará al unísono con el Suyo". La tónica de la misión de Cristo consistirá en evocar respuesta de la humanidad a su influencia y en desarrollar en gran escala la percepción intuitiva. Cuando vino anteriormente, evocó en la humanidad la gradual respuesta a la verdad y a la comprensión mental. Por esta razón al finalizar el ciclo que Él inauguró, tenemos la formulación de la doctrina y el desarrollo de la mente. El trabajo que ahora realizan Shamballa y la Jerarquía en bien de la humanidad, tenderá también a desarrollar la conciencia grupal y a formar numerosos grupos que serán organismos vivientes y no organizaciones, hará posible la iniciación grupal y permitirá que ciertos aspectos de la voluntad florezcan correctamente y sin peligro. La tendencia a pasar por alto las diferencias entre grupos y organizaciones está muy arraigada; la venida de Cristo arrojará mucha luz sobre este problema. El Estudio de la Regla Cuatro para discípulos e iniciados aclarará [i96] también esta cuestión de manera que ahora nos ocuparemos de ella. Regla Cuatro
Esta regla se relaciona peculiarmente con la cuarta Jerarquía Creadora, personificando su meta a medida que la raza raíz aria pueda sentirla y aproximarse a ella. Está también especialmente relacionada con el cuaternario que denominamos "personalidad", compuesto de un cuerpo vital o etérico, suma total de los estados emocionales, y de una mente, además de ese algo integrado que [e90] llamamos hombre íntegro. Comprendida y seguida debidamente esta regla revela la naturaleza del cuarto plano o cuarto estado de conciencia, el de budi o plano de la razón pura, la intuición. Desde el ángulo del iniciado superior esta regla se relaciona con la actividad de la mónada, alma y cuerpo dentro de la Vida planetaria, abarcando un gran misterio y todo un sistema de relaciones, de las cuales el hombre en los tres mundos es sólo una tenue y borrosa sombra. Alguna clave del cuaternario superior, del cual se ocupa esta regla, surgirá imperceptiblemente en sus conciencias (no es posible que logren más) si tratan de comprender lo siguiente:
La Regla Cuatro se refiere a estos cuaternarios mayores, y su relación sólo aparece a medida que el iniciado cumple las reglas. Ahora nos ocuparemos de esta regla, frase por frase, a fin de llegar a alguna comprensión de sus significados básicos.
Un análisis casual demostrará al estudiante que esta regla contiene cuatro frases que se refieren a uno de los cuatro aspectos que hemos considerado. Recuerden esto mientras estudiamos las significaciones e interpretaciones y llevamos nuestros pensamientos al mundo de significados. La lectura superficial de la regla hace presumir que una de las más importantes insinuaciones concierne al efecto producido sobre la vida grupal y a la irradiación sobre el individuo en el [e91] grupo. "Que el grupo se ocupe de apagar los dieciocho fuegos y que las vidas menores retornen al depósito de la vida". Estas palabras se refieren a la personalidad grupal, compuesta por las personalidades de sus miembros. Debe tenerse en cuenta que un grupo constituye en sí una entidad, teniendo forma, sustancia alma y propósito u objetivo, y que ninguno de ellos es mejor o más grande o está más desarrollado que el conglomerado de vida grupales que lo componen. Aunque formen el grupo individuos de diversas etapas de evolución, ninguno de ellos está en un nivel inferior al de discípulo en la escala evolutiva. En el ashrama de un Maestro hay discípulos e iniciados de todos los grados, pero ningún discípulo en probación. No se acepta los de grado inferior al de discípulo -aceptado y consagrado. Ésta es una de las primeras reglas presentadas al discípulo [i98] aceptado, cuando ingresa al ashrama y desde este ángulo lo consideraremos. Las tres reglas estudiadas anteriormente son de carácter general y se refieren a ciertos amplios temas exigidos e hipótesis que en el futuro deberán regir las conciencias de los discípulos. En esta regla particular nos introducimos en el reino de lo específico y se nos presentan ciertas actividades "intencionales" que rigen la vida del discípulo, ahora que es parte integrante del ashrama. Lo enfrenta la disyuntiva de hacer que la naturaleza de su vida acreciente el propósito grupal, aumente la fuerza grupal y elimine todo aquello que pueda obstaculizar la utilidad grupal, acercando el objetivo para el cual fue formado el grupo -llevar a cabo los planes del Maestro. La respuesta innata, instintiva e individual del discípulo, a este objetivo de rayo y su esfuerzo por subordinar la personalidad a la dedicación del alma tenuemente percibida, indujo al Maestro, desde el principio, a reconocerlo e incorporarlo a Su ashrama. En el instante que ello sucede, el discípulo no sólo queda bajo un creciente impacto de fuerza e intención impulsora egoicas (aplicando estas palabras en Su sentido oculto), sino que la irradiación del grupo inicia sobre él su trabajo benéfico. El poder magnético "atractivo" que hasta entonces lo había guiado adelante, es reemplazado por una potencia irradiante estimuladora, efectuando grandes cambios en él y produciendo resultados de eliminación y sustitución. El efecto sobre la vida del ashrama en lo que concierne al grupo que lo compone, independientemente de la propia potencia del Maestro, puede ser descripto de la manera siguiente:
Es evidente, por lo tanto, que la interpretación de estas reglas debe involucrar la capacidad de sobrepasar las actitudes usuales y lo que podríamos denominar las repetidas y gastadas trivialidades metafísicas y teosóficas, y ver la vida tal como la ve la Jerarquía. Esto significa que la vida debe ser encarada desde el ángulo del Observador y no desde el ángulo del participante en el experimento y experiencia en los tres mundos. Este Observador es distinto del que se halla en el sendero de probación. La mayoría de los experimentos y experiencias han quedado atrás y se ha establecido una nueva orientación hacia un mundo de valores más elevado que el mundo de significados. Dicha actitud podría muy bien describirse como el método de acercamiento de todos los que forman parte de un ashrama. Cuando los miembros de un ashrama son aceptados como discípulos, aunque viven en los tres mundos de la experiencia, el foco de su atención no está puesto allí. Cuando son discípulos-iniciados, van siendo, en forma acrecentada, inconscientes de las actividades y reacciones de la personalidad, porque ciertos aspectos de la naturaleza inferior están controlados y purificados de tal manera que han quedado bajo el umbral de la conciencia y han penetrado en el mundo del instinto, por lo tanto, no son conscientes de ello, como no lo es del funcionamiento rítmico de su dormido [i100] vehículo físico, el hombre dormido. Esta es una verdad profunda y generalmente incomprendida. Tiene relación con la totalidad del proceso de la muerte y [e93] podría considerarse como una de sus definiciones; contiene la clave de las misteriosas palabras "depósito de la vida". En realidad la muerte es la falta de conciencia de aquello que podría estar actuando dentro de alguna forma, pero de la cual la entidad espiritual es totalmente inconsciente. El depósito de la vida es el lugar de la muerte y la primera lección que aprende el discípulo. Los dieciocho fuegos se refieren a los dieciocho estados de la materia que constituyen la personalidad, y son: siete estados físicos de la materia, siete estados emocionales, que permiten al cuerpo astral actuar en los siete subplanos del plano astral, y cuatro estados de la materia para las cuatro condiciones de la mente concreta -(7, 7, 4 = 18). Son los dieciocho grados de la sustancia, dieciocho grupos vibratorios de átomos y dieciocho conglomerados de vida que forman los cuerpos de los señores lunares (como se los denomina en La Doctrina Secreta), que en su totalidad constituyen el cuerpo del Señor lunar, la Personalidad. Lo antedicho es el abecé del ocultismo y una verdad muy conocida por todos ustedes. Lo referido aquí nada tiene que ver con los procesos de purificación, de control y de disciplina, los cuales fueron tratados anteriormente y considerados como procesos necesarios aplicables en el sendero de probación, y corresponden a una etapa previa a la del discipulado aceptado, donde -en expresión rápida o lenta- se convierten en acción automática segura e inevitable. La primera frase de esta regla se refiere al Desapego -el desapego del alma respecto al cuerpo, o la institución de esas actividades que producen lo que en la Biblia se denomina "segunda muerte". No es el desapego que practica el aspirante. Consiste en romper científicamente con todos los vínculos y terminar (por el uso total de ellos) con todos los contactos considerados ahora como militando contra la liberación. En realidad es el proceso científico para dar fin al karma. El karma individual y nacional hace que el hombre vuelva a un cuerpo físico y lo reviste con las cualidades y aspectos de la sustancia. El karma debe llegar a su fin mientras él es miembro [i101] del ashrama del Maestro y se prepara para el triunfo en la cuarta iniciación. Lo logra cumpliendo su deber, automática, incesante e indubitablemente, desde el ángulo del servicio reconocido. Podría decirse que una inteligente comprensión de la frase conducirá a iniciar esas actividades que "producirán la muerte, la dispersión y final disolución de la personalidad, porque el karma ha terminado". Debe recordarse que un Maestro carece de personalidad, que todo lo que posee es Su naturaleza divina. La [e94] forma por cuyo intermedio actúa (si trabaja a través de un cuerpo físico y vive en él) es una imagen creada, producto de la voluntad enfocada y de la imaginación creadora, y no efecto del deseo como en el ser humano. Ésta es una diferencia muy importante y merece una detenida reflexión. Las vidas menores (regidas por la Luna) han sido dispersadas. Ya no responde al arcaico llamado del alma reencarnante, que reiteradamente atrajo hacia sí las vidas con que ha hecho contacto y matizó con su cualidad en el pasado. En la cuarta iniciación ya no existen el alma ni el cuerpo causal. Lo único que permanece es la mónada y el hilo, el antakarana, que ella tejió en su vida y conciencia durante el transcurso de las edades, y puede centrarlo a voluntad en el plano físico, y allí crear un cuerpo de sustancia pura y radiante luz, para satisfacer los requisitos del Maestro. El cuerpo será perfecto, adaptado totalmente a la necesidad, al plan y al propósito del Maestro. Ninguna de las vidas menores (tal como entendemos el término) forman parte de él, porque sólo pueden ser llamadas por el deseo. El Maestro no tiene deseos, y esta idea se mantiene ante el discípulo cuando comienza a comprender el significado de la, Regla Cuatro. En ella tenemos dos ideas principales, ambas vinculadas con el primer aspecto divino: el concepto acerca de la muerte y de la naturaleza de la voluntad. En el próximo siglo se observará que la muerte y la voluntad tendrán inevitablemente un nuevo significado para la humanidad y desaparecerán la mayoría de las antiguas ideas. La muerte, para el hombre común reflexivo, constituye un momento de [i102] catastrófica crisis. La cesación y fin de todo lo amado, lo familiar y lo deseable, la irrupción en lo desconocido e incierto, y la abrupta terminación de todos los planes y proyectos. No tiene importancia cuánta fe pueda haber en los valores espirituales, ni cuán esclarecido sea el razonamiento de la mente acerca de la inmortalidad, ni tampoco cuán concluyente se evidencie la supervivencia y eternidad; siempre existe una duda, el reconocimiento de la posibilidad de que todo termina y la negación y fin de toda actividad, de todas las reacciones cardíacas, de todo pensamiento, emoción, deseo, aspiración y de las intenciones enfocadas alrededor del núcleo central del ser del hombre. El anhelo y la determinación de sobrevivir y el sentido de continuidad, todavía dependen, aún para el creyente más ferviente, de una probabilidad, de una base inestable y del testimonio de otros, que en realidad nunca han vuelto para contar la verdad. El énfasis de toda idea acerca de este tema concierne al Yo central o la integridad de la Deidad. Observarán que en esta regla el énfasis se transfiere del yo a [e95] las partes componentes, que forman la vestidura del Yo, algo que merece considerarse. Se le informa al discípulo que debe trabajar a para desintegrar dicha vestidura y que las vidas menores retornen al depósito general de sustancia viviente. En ninguna parte se hace referencia al océano del Ser. Una cuidadosa reflexión demostrará que este ordenado proceso de desapego, que la vida grupal hace efectivo en el caso del individuo, es uno de los argumentos más contundentes a favor de la realidad de la continuidad y de la identificable supervivencia individual. Observen estas palabras. El enfoque de la actividad cambia del cuerpo activo a la entidad activa dentro de ese cuerpo, el amo de todo lo circundante, el administrador de sus posesiones, siendo él el aliento mismo que envía las vidas al depósito de la sustancia o las reclama a voluntad, a fin de reasumir su relación con él. Expuesto de esta manera, observarán que en realidad al discípulo se le exhorta a reconocer (con la ayuda de su grupo) que él es esencialmente el aspecto Padre, la causa original, la voluntad creadora y el aliento de vida dentro de la [i103] forma. Ésta es una actitud algo nueva que se le pide adoptar, porque hasta ahora su enfoque había sido el de considerarse como alma, encarnando por la urgencia del deseo o retirándose cuando surge la necesidad. Aquí es necesaria la totalidad de la vida grupal para posibilitar este traslado de la comprensión de la forma y conciencia a la voluntad y aspecto o principio vida. Cuando ello ha comenzado a tener lugar, el discípulo-iniciado reconoce primeramente que la forma, su conciencia de la forma y sus contactos (que denominamos conocimientos), han producido en sí mismo una gran forma mental que resume todas sus relaciones con la forma, con la existencia y experiencia en los tres mundos, con la materia, con el deseo y con todo lo que la encarnación le ha otorgado. Ante su conciencia todo ello parece excesivamente exagerado. Denomina muerte al acto de desligarse de esta antigua forma mental -última forma que adopta el Morador en el Umbral. Sólo en la cuarta iniciación llega a comprender que la muerte no es más que la rotura del hilo que lo vincula al "círculo no se pasa" en el cual ha decidido restringirse. Descubre que el "último enemigo que se debe destruir", es aniquilado, finalmente, por el primer aspecto de sí mismo, el Padre o Mónada (que originalmente se puso en actividad para crear esa forma), la Vida, el Aliento, la energetizadora Voluntad directriz. En último análisis, la voluntad orienta, enfoca, da énfasis, produce el mundo de la forma, y ante todo (debido a su relación con el mundo de las causas) el mundo de significados. El hombre común vive y tiene su ser en el mundo de significados; el iniciado y el Maestro tienen Sus enfoques en el mundo [e96] del Ser. Son todo voluntad iluminada por el amor, la cual los vincula con el mundo de significados, siendo capaces de desarrollar una actividad inteligente que los relacione con el mundo de la forma, y ello indica vida. El deseo del iniciado es ahora entrar en actividad y también expresar el amor. Estas cualidades son parte integrante de su equipo y expresión, pero han quedado bajo el umbral de la conciencia (analogía superior de las actividades [i104] automáticas del cuerpo físico, que realizan su trabajo sin tener el hombre conciencia de ello). Dirige sus esfuerzos hacia algo que significa muy poco para quienes leen estas palabras; los dirige hacia el conocimiento del Ser, inconmovible, inmutable y viviente, que sólo puede ser comprendido en el concepto que encierran los términos "no es esto ni aquello". No es pensamiento o deseo, es la nada. Tampoco lo expresan las palabras "yo soy" ni "yo no soy", sino "Yo soy Ése Yo Soy". Habiendo explicado esto ¿saben lo que quiero significar? La voluntad de ser se ha encontrado a si misma a través de la voluntad al bien. Por lo tanto, los dieciocho fuegos deben apagarse; las vidas menores (personificando el principio forma, deseo y pensamiento, suma total de la creatividad, basada en el amor magnético (retornan al depósito de la vida y sólo debe permanecer aquello que las hizo venir a la existencia, la voluntad central, conocida por los efectos de su radiación o aliento. Esta dispersión, muerte o disolución, en realidad es el gran efecto producido por la Causa central; en consecuencia el mandato es:
Este tipo de muerte siempre es producido por el grupo, porque desde el primer momento constituye la inequívoca expresión de la actividad del alma -conscientemente influida por la Mónada o Padre-, siendo una actividad grupal que decide el retorno de las vidas menores al depósito general, desde el primer momento que se evidencia que la experiencia en la forma ha cumplido su propósito y la forma ha llegado a tal grado de elasticidad y capacidad, que prácticamente ha alcanzado la perfección, la cual culmina definitivamente en la cuarta iniciación. Al finalizar el gran ciclo de la vida del alma, sobrevivido durante eones, se acerca el momento en que debe terminar la apropiación de la forma y la experiencia en los tres mundos. El discípulo halla su grupo en el ashrama del Maestro; entonces conscientemente y con plena comprensión [i105] domina a la muerte -el tan temido enemigo de la existencia. Descubre que la muerte es simplemente un efecto producido por la vida y por su voluntad consciente, y el método para dirigir la sustancia y controlar la materia. Esto llega a ser conscientemente posible por haber desarrollado la [e97] percepción de dos aspectos divinos -actividad y amor creadores- y estando ahora enfocado en el aspecto más elevado, sabe que él es la Voluntad, la Vida, el Padre, la Mónada, el Uno. Al finalizar el estudio de la Regla Cuatro debemos considerar dos cosas: El método
de evocar el aspecto Voluntad. El resultado de ambos está descrito en las palabras finales de esta regla:
Aquí tenemos un punto que quisiera aclarar, porque abre la puerta hacia nuevos conceptos, aunque todavía no sea posible definirlos en forma tal que la masa pueda comprenderlos; incluso los discípulos que leen estas palabras no lo lograrán plenamente. Sólo quienes hayan recibido la tercera iniciación los interpretarán correctamente. La literatura esotérica se refiere repetidas veces a los factores tiempo y espacio como si existiera una diferencia básica entre los mundos donde ambos rigen y libremente actúan los aspirantes e iniciados. Constantemente se le recuerda al aspirante que el tiempo es de naturaleza y manifestación cíclica y que el "espacio es una entidad". Necesariamente debe haber alguna comprensión de estos términos si queremos que aquello que la voluntad controla (cuando es evocada) penetre en la conciencia conocedora del pensador. Espacio y sustancia son términos sinónimos; sustancia es el conjunto de vidas atómicas con las cuales están construidas todas las formas. Este tema está encarado extensamente en Tratado sobre Fuego Cósmico. [i106] Constituye una verdad científica y ocultista. Sin embargo, sustancia es un concepto del alma y sólo es conocida realmente por el alma. Por lo tanto, después de la cuarta iniciación, cuando se ha completado el trabajo del alma y desaparece el cuerpo del alma, sólo queda lo que ha impartido, en la sustancia, como contribución -individual, grupal o planetaria- a la suma total de la manifestación. Lo único que permanece es un punto de luz, consciente e inmutable, percibiendo dos extremos de la expresión divina: el sentido de identidad individual y el sentido de universalidad. Ambos están fusionados y mezclados en el UNO, del cual el divino Hermafrodita, es el símbolo concreto -la unión, en uno de los pares de opuestos, positivo o negativo, masculino o [e98] femenino. En el estado del ser que denominamos monádico, no se percibe diferencia entre ambos (trataré de llevar estas ideas al nivel de la inteligencia del aspirante), porque se sabe que no existe identidad separada de la universalidad ni se puede apreciar lo universal, independientemente del conocimiento individual, y esta comprensión de la identificación de la parte con el todo, tiene su punto de tensión en la voluntad de ser, cualificada por la voluntad al bien y desarrollada (desde el ángulo de la conciencia) por la voluntad de saber. En realidad son tres aspectos de la divina voluntad que existe en forma perfecta en el Logos solar y tiene su medio de expresión a través del Logos planetario. Por lo tanto, dicha voluntad actúa de siete maneras por intermedio de las cualidades vivientes de los siete Logos planetarios, que se expresan por medio de los siete planetas sagrados; Ellos dedican su esfuerzo en llevar todas las formas de vida dentro de la órbita de Su influencia, en la medida en que han demostrado reconocimiento y comprobado su existencia. En consecuencia, es evidente que en cada uno de los siete planetas sagrados predominará un aspecto de la divina voluntad. Éste es el significado de Espacio -campo donde los estados del Ser son llevados a la etapa del reconocimiento. Cuando se ha alcanzado esa etapa y el Conocedor, el alma, es plenamente consciente y posee total percepción, entonces se introduce [i107] un nuevo factor que también afecta al espacio -aunque en forma distinta- pero se relaciona con la Vida monádica. Ese factor es el Tiempo. El tiempo está relacionado con el aspecto voluntad y depende de la vida dinámica, autodirigida, que mediante la periódica o cíclica aparición, produce y demuestra la persistencia del enfoque dinámico de la intención. Desde el ángulo de la Voluntad o el Padre, estas apariciones en el tiempo y a través del espacio, son una parte tan insignificante de la experiencia de la Entidad viviente que vive Su vida en planos que no son el físico, emocional ni mental, que se los considera como no-vida. Les recordaré que para entender esto se debe comprender a la totalidad en la luz de la parte; al Macrocosmos en la luz del microcosmos. Es tarea difícil y necesariamente muy limitada. El discípulo sabe o está aprendiendo que él no es esto o aquello, sino la Vida misma. No es el cuerpo físico o su naturaleza emocional, ni en último análisis (frase muy esotérica), la mente o aquello mediante lo cual él conoce. Está aprendiendo que eso también debe ser trascendido y superado por el amor inteligente (lo cual sólo es posible después de desarrollar la mente) y comienza a conocerse como alma. Posteriormente llega el terrible "momento [e99] en el tiempo", cuando pendiente en el espacio descubre que él no es el alma. Entonces ¿qué es? Un punto de la divina voluntad dinámica enfocado en el alma, logrando la conciencia del Ser por el empleo de la forma. Él es Voluntad, el regidor del tiempo y, con el tiempo, el organizador del espacio. Esto lo hace teniendo siempre presente que tiempo y espacio son "juguetes divinos" y pueden utilizarse o no a voluntad. Podríamos exponer las dos últimas frases de esta regla, de la manera siguiente: La evocación de la voluntad involucra la identificación con el propósito mayor. Las pequeñas voluntades de las pequeñas vidas deben fusionarse con la voluntad mayor del todo. El propósito individual debe identificarse con el propósito grupal, que constituye la medida del propósito del Todo o Vida Una, que las pequeñas vidas pueden captar en cualquier momento dado, en tiempo [i108] y espacio. En este sentido, esotéricamente comprendido, el tiempo es un acontecimiento -que la filosofía, tanteando para llegar a una expresión de la conciencia iniciática, señala ahora. A la larga y literalmente, cuando sea hollado hasta el fin el sendero de evolución y materializado el plan en tiempo y espacio, quedará solo el propósito divino y la Vida omnienvolvente. Ello se debe a los giros de la gran Rueda de la Vida que hace girar las ruedas menores, en tiempo y espacio. Mientras tanto el ser humano es impulsado primeramente por el deseo, después por la aspiración de alcanzar una meta visualizada, luego por la voluntad egoísta que le revela la naturaleza de la voluntad: la persistente dedicación a algún propósito considerado deseable, al cual dedica todos sus esfuerzos. Habiendo agotado todas las metas tangibles, la vida interna obliga al hombre a ir hacia lo intangible, y la cualidad de su voluntad comienza a cambiar. Descubre una voluntad más grande que la suya, y lentamente empieza a identificarse con ella; va, etapa tras etapa, de un propósito alcanzado a otro superior; cada paso lo aleja de su seudo voluntad y lo acerca a la comprensión del significado de la voluntad divina o propósito. Podría decirse, a fin de poner en claro el método empleado para realizar lo antedicho, que llevando a cabo el plan, el discípulo conoce la naturaleza del propósito; pero el propósito en sí, sólo puede captarlo quien está desarrollando la conciencia monádica. No es la conciencia monádica, como la conocen los seres humanos, sino ese estado de captación que no es conciencia o conocimiento, según lo entiende el místico, ni identificación como lo denomina el ocultista, sino algo que aparece cuando los tres son reconocidos y registrados en el tiempo, dentro de la órbita del espacio. Habiendo dicho esto, les preguntaría si con ello son más [e100] inteligentes y de qué ha valido escribir estas palabras si no las entienden. Escribo por dos razones. Primero, porque mis funciones y deberes (como Maestro de Sabiduría) consisten en introducir ideas en la mente del hombre y hacer descender al reino de las palabras cierto conceptos que están surgiendo, de modo [i109] de comenzar a ejercer influencia en el nivel superior de los pensadores, los cuales son responsables de precipitar profundamente las ideas en la conciencia humana. Segundo, escribo para la generación que, al finalizar este siglo, vendrá a expresar activamente el pensamiento, iniciará el armazón, la estructura y la trama de la nueva era, la cual comenzará con ciertas premisas que hoy constituyen el sueño de los más exaltados soñadores y que desarrollará la civilización de la era acuariana. Esta era futura será predominante de interacción, idealismo y conciencia grupales, así como la era pisceana fue de desarrollo y énfasis de la personalidad, de enfoque y conciencia de la personalidad. El egoísmo, tal como lo entendemos hoy, desaparecerá gradualmente, porque la voluntad del individuo se fusionará voluntariamente en la voluntad grupal. Por lo tanto, es evidente, que ello podría muy bien acarrear una situación aún más peligrosa, porque el grupo constituiría una combinación de energías enfocadas y, a no ser que dichas energía estén dirigidas hacia el desarrollo del Plan (que coordina y hace factible el propósito divino), tendremos la consolidación gradual de las fuerzas del mal o del materialismo sobre la tierra. No hablo por hablar; estoy tratando de demostrar la necesidad de consagrarse indefectiblemente, a quienes están espiritualmente orientados, a la tarea de desarrollar la voluntad al bien en la tierra y también demostrar la absoluta importancia de fomentar la buena voluntad entre las masas. Si esto no se hace al terminar la terrible depuración global, llevada a cabo hasta ahora, la etapa final será peor que la primera. El egoísmo individual será reemplazado por el egoísmo grupal, que en consecuencia será más poderoso por su dedicación, enfoque y resultados malignos. Las pequeñas ruedas pueden continuar girando en tiempo y espacio, obstaculizando el girar de la Gran Rueda que -también en tiempo y espacio- es la rueda de la humanidad. Tanto el Hombre celestial como el ser humano están desarrollando en esa rueda las cualidades y atributos divinos. El aspecto voluntad de la divinidad sólo puede expresarse por medio de la humanidad, pues el cuarto reino de la naturaleza está destinado a ser el agente de la voluntad para los tres reinos [i110] subhumanos. Por lo tanto, fue esencial que la humanidad desarrollara el espíritu incluyente, y la tendencia hacia la identificación espiritual, como paso preparatorio para el desarrollo de la respuesta al propósito divino. Es muy esencial que los discípulos del mundo desarrollen la voluntad al bien, para que el [e101] común de la humanidad pueda expresarla. La voluntad al bien de los conocedores del mundo es la simiente magnética del futuro. La voluntad al bien es el aspecto Padre, mientras que la buena voluntad es el aspecto Madre, y por la relación de ambos se podrá erigir la nueva civilización, basada en sólidas líneas espirituales (aunque totalmente distintas). Recomiendo que guarden este pensamiento en su conciencia porque significa que en el futuro inmediato se han de nutrir dos aspectos del trabajo espiritual, pues de ellos dependen la esperanza de una lejana felicidad y la paz mundiales. Deben llegar hasta el nuevo grupo de servidores del mundo y desarrollar en él la voluntad al bien y también simultáneamente hasta las masas, llevándoles el mensaje de buena voluntad. La voluntad al bien es dinámica, poderosa y eficaz, está basada en el conocimiento del plan y en la reacción al propósito, tal como lo sienten los iniciados en contacto consciente con Shamballa, o los discípulos que similarmente forman parte de la Jerarquía, pero que aún no pueden hacer contacto con el Propósito central o Vida. No habiendo recibido la tercera iniciación, desconocen mayormente la vibración monádica. Para ellos sería tan peligroso hacer contacto con Shamballa (antes de la tercera iniciación, cuando todas las tendencias de la personalidad aún no han sido eliminadas) como lo sería enseñar a las masas las técnicas de la voluntad, lo cual haría más eficaz su egoísta voluntad. La peor dificultad estriba en que el discípulo se destruiría a sí mismo y el hombre común se perjudicaría. La exégesis de la Regla Cuatro es necesariamente breve, pues su significado es tan profundo que requiere ser estudiada cuidadosamente frase por frase y, aún así, está mayormente fuera de la comprensión de la mayoría de los lectores. Sin embargo, será de valor para los discípulos, reflexionar sobre sus distintos significados (hay varios) e implicaciones esotéricas. |
|||
|
|||
|
|||
|
|||
|
|||
Esta obra está bajo una licencia de: Los Libros Azules © 2010 — info@libros-azules.org |